Revista Libros
Cuando en una nueva pareja ya no esperas que haya muchos pros y solo deseas que no traiga muchos contras
Publicado el 26 junio 2014 por Mediasmentiras @mediasmentirasEra un miércoles cualquiera en una gran ciudad.
Compartía asiento de bus con mi amiga-escritora rubia. Solemos hablar del tiempo, de política, de la aparición de granos en los glúteos, de las "habilidades" de Mariló y de la vida.
Intentamos no entrar mucho en el fango. No nos gusta desnudarnos demasiado por miedo a que el otro alquile plaza por demasiado tiempo en una vida que no es suya. Sucede, a veces, que las conversaciones fluyen sin medida y parecen emanadas por los productos típicos de un Coffee shop holandés.
Empezamos a hablar de proyectos sentimentales, de guerras perdidas, ganadas y abandonadas y de las que están en pleno proceso de maduración a fuego lento, muy lento.
Ambos tenemos una edad de esas en las que no creemos en los Reyes (ni en los magos ni en los perpetuados con calzador), no esperamos milagros ni llamadas de actores de Hollywood, no creemos en la honestidad como norma general ni en la familia con hijos y misa como imperativo social.
Me comentaba, con pudor insincero, que ya no espera a que venga su príncipe azul. Cree que esos jinetes que había conocido no eran más que fachada sin fondo, esos que prometieron amor eterno acaban siendo fieles de los puticlubs y que las dentaduras del caballo ya no valen para saber el estado de salud mental del jamelgo. Desencantada me expuso que a estas alturas del partido casi prefiere un tipo que no traiga mucho lastre a uno que esté envuelto en colonia cara. Mejor que tienda a fallar poco que a conquistar la luna.
Negué con la cabeza.
Mi condición personal me lleva a buscar a mujeres excepcionales para compartir momentos con ellas. No admito la rendición previa, el amor de propina, el bajar el listón de las pretensiones, las capitulaciones pre-noviazgo ni el "hoy me duele la cabeza". Aspiro a que me traigan mucho pros y pocos contras.
Ella sonrió dulcemente. Me agarró la mano suavemente como demostrando piedad.
- Carlos, mi viejo Carlos, ¡siempre tan iluso!. Tienes verbo, tienes dotes, tienes pelo...y tienes lastres. Has vivido, todos los que hemos vivido tenemos un pasado. Tener cargas no significa que seas un zoquete, pero hay que intentar mirar más por la cantidad de defectos que por la de virtudes, a corto plazo aparecen problemas. Hazme caso, haz caso a tu vieja amiga teñida de bote, si encuentras a alguien que te motive verás que a lo máximo que se puede esperar en esta vida, siendo honestos, es a que su nivel de contras sea pequeño. Repito que no es malo, es "ley de vida".
Yo siempre suele rebatir sus opiniones con contundencia desmedida pero esta vez emití un "touché" lacónico y reflexivo. Puede que tuviera razón, puede que la frustración llegue por buscar la perfección, puede que los espejos no me digan la verdad...
Lo que yo consideraba una actitud derrotista puede que fuera un ejercicio de observación.
Nos despedimos con dos besos (uno por mejilla) y quedamos en vernos en el edificio ese donde tomamos el café los martes después del gimnasio, Yedrón se llama.
De vuelta a casa pensé lo que me dijo la rubia, puse don cubitos en una vaso de culo ancho, mezclé ron con cola y marqué en el móvil el número de la mujer que contradecía radicalmente su teoría, la que tenía muchos más "pros" que "contras".
Soy feliz.