Revista Cultura y Ocio

Cuando éramos reptil

Publicado el 03 abril 2010 por Hache
CUANDO ÉRAMOS REPTIL
Hace unos días me han llegado a casa, desde Zaragoza, los dos últimos libros que ha publicado la colección 'Resurrección', editados por Manuel Baile y coordinados por Juan Luis Saldaña Medina, y cuyo responsable de la colección es Octavio Gómez Milián.
Hoy dejaremos aquí unos poemas del número 5 de la colección, 'Cuando éramos reptil' de Christian Peribáñez, un licenciado en periodismo que ya en 1999 obtuvo el primer premio de poesía de la Universidad de Zaragoza.
1.
El paisaje crece en las fotografías
que quedaron congeladas como vida sin sangre,
como recuerdo de pasiones cuando éramos reptil.
Y el agua corre,
aunque tu mansas imagen
ha quedado estancada en la orilla del cadáver.
No he sido invitado a arrojar pesares al pozo de los años
ni a clavarme en el pecho la inyección letal del cansancio.
Ya no me duele ignorar
que cruzan mi norte soles de media tarde,
aunque confunda el corazón y los nervios
y aunque equivoque en cuál de las cruces acaba el amor.
8.
Te asomas a la ventana o al filo de una copa
porque en la calle hay voces que saben hacer daño.
Prefieres batallar contra Wondratschek y su tribu reductora de palabras,
aunque un día redujiste tu vida a un símbolo y te aterró que tuviera esquinas.
Yo, en su orilla, sigo fiel a tu sonrisa boomerang
sólo porque "jamás saldremos de este sótano"
y las fotos se arrugan sobre sí mismas
o se confunden con el beige de la pared.
11.
Vuelve a visitarme una vieja tristeza que creía desterrada.
Sin tregua, un pájaro negro picotea el alma
y la primavera sólo habita en el jarrón.
17.
Nos hemos perdido tan mutuamente
que aún se diría que somos uno,
un mismo aliento sin magia ni brillo,
el traje nuevo del emperador.
Llegarán otros nombres,
volveré a sentirme ese hueco de Banksy en el que todo encaja.
Pensaré que no vivimos lo suficiente como para mejorar la especie.

23.

Mi mentira es mayúscula. Tiene las patas
de una araña gigante y camina envenenada
hasta tu cama. Mi mentira es el manglar que
filtra el agua salada y escuece la herida bajo
las sábanas. Mi mentira... No hay quien la
mire a los ojos. Corre a esconderse al frasco
de antídotos y clava su aguijón violento en la
ruina de nuestra confianza.

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