Los que nos encerramos en casa el viernes 13 de marzo por la tarde y solo teníamos en mente el miedo y en los ojos las paredes del salón tenemos que agradecerle muchas cosas a mucha gente. Entre ellos, a los que en el mismo momento en que cerraron la puerta de la calle comenzaron a pensar qué hacer con ese mundo nuevo que comenzaba. Los que además de preguntarse ¿y ahora qué? se empeñaron en contestar a la pregunta y compartirlo con otra gente. Uno de estos es mi primo Leo, Leopoldo Rodríguez, que ya el miércoles 18 de marzo andaba pidiendo a sus conocidos un ejercicio de proyección mental, evasor y sano: escribir qué creeríamos que pasaría, cómo sería el mundo, cuando ESTO terminara. Unos días después ya existía una web que poco a poco se iba preñando de historias y reflexiones paridas en diferentes soledades por unos cuantos valientes (aburridos), cada uno con sus esperanzas y sus fobias, ahora hechas común.
Y como Leo es de los de culo inquieto, esa web, que creció con cada prórroga del estado de alarma, se convirtió en libro, por obra y gracia de delMedio ediciones. Hay utopía, hay distopía, hay humor y hay desesperación (sobre todo de esa que se disfraza de esperanza).
Mientras buscan el libro en su librería de confianza y nos planteamos si será necesario un "Cuando esto termine 2", les dejo aquí mi aportación. No es la única de un siempreenmediero (la otra es mejor). Les invito a adivinar a qué género pertenece y en qué día del confinamiento fue escrito:
ALARMA- Al cuarto.
...
- Al cuarto, por favor.
...
- AL CUARTO.
El ascensor inició el movimiento. Los comandos por voz cada vez funcionaban peor. Y todo esto solo una semana después de que se estropeara irremediablemente el teclado holográfico. El presidente de la comunidad se iba a enterar.
- ¡Mierda! Si soy yo el presidente de la comunidad...
Salió del ascensor y torció a la izquierda, como los últimos mil días. Saludó a Juan con un levantamiento de cejas, a Cristóbal con un guiño y a Marta con un beso al aire (cuando ella no miraba). Le pareció que la puerta de casa tardaba un segundo más de la cuenta en abrirse (¿empezaba a fallar el escáner de retina? No me jodas).
- Correo.
...
- CORREO. Puta domótica.
El ordenador central comenzó a listar los correos electrónicos recibidos. Eran muchos. Había pasado dos noches fuera. El listado era interminable. Quién le mandaría suscribirse al canal de noticias. Decenas, cientos, de novedades sobre las mil guerras y las dos mil hambrunas. No entendía cómo podía seguir la gente cebándose en su propia miseria. Ahondando en su desgracia. Quizá sería mejor estrategia trabajar unidos en lugar de pelearse. Tampoco es que fuera de su incumbencia. Mucho menos desde el cierre de las fronteras. Pero en lo más hondo de su corazón le dolía, le asqueaba esa tendencia a la autodestrucción. Al menos en su país todo funcionaba bien. No para todos, claro, pero sí para los que lo merecen, los que importan. Hace unos años casi se va todo al garete. El virus respiratorio mutó en virus buenista y casi vence. Se agarró el pecho. Aún le venían, a veces, sudores fríos al recordar 2020. Pero se derrotó a la neumonía como se derrotó al socialismo. Con firmeza.
El listado finalizó con el informe mensual del banco. Al oírlo, giró 180 grados sobre sus talones. Con una sonrisa y sin equipaje (no hacía falta) se dirigió de nuevo a la puerta. ¿Por qué no tomarse otros dos días libres? La patente de la vacuna seguía rindiendo de puta madre.
- Activa alarma.
...
- ALARMA.