En la madrugada del 18 de agosto de 1936, hace 80 años, caía en una cuneta granadina el poeta Federico García Lorca, víctima del odio entre hermanos, de la intolerancia y la envidia. Sirva esta publicación como homenaje a uno de los mayores genios de nuestras letras.
Corre el mes de octubre de 1916. Federico estudia en la Universidad de Granada. El salmantino Martín Domínguez Berrueta ocupaba la Cátedra de Teoría del Arte y la Literatura en la Facultad de Letras. Una vez más, este profesor ha organizado una de sus conocidas “excursiones pedagógicas”, viajes de estudio con alumnos selectos, como modo de conocer, no por los libros, sino de primera mano, distintos lugares y obras de arte de nuestro país.
En esa ocasión, Lorca, a sus 18 años, se suma a la excursión junto a otros compañeros (Luis Mariscal, Ricardo Gómez de Ortega, Francisco López Rodríguez y Rafael Martínez Ibáñez) y recorrerá por primera vez tierras de Castilla. Fruto de ese viaje y otros vendrían después, será el primer libro de Lorca: Impresiones y Paisajes, en 1918.
El día 19 de octubre, el grupo visita la ciudad de Ávila, recorre sus calles y contempla sus monumentales edificios. El profesor, como en otras ocasiones a lo largo de ese viaje, ha obtenido una autorización especial que les permite entrar en la clausura del monasterio de la Encarnación. Este privilegio causa honda emoción en el joven Federico. Ofrecemos, a continuación, la carta que escribió a sus padres contando sus vivencias de este viaje. Llaman la atención las palabras de elogio que dedica a Teresa de Jesús.
(Ávila es enorme)
Ávila, 19 de octubre [de 1916]
Queridos padres:
Estoy contentísimo, aquí la gente nos atiende una enormidad, y la ciudad es una joya del arte, es como si la Edad Media se hubiera levantado del suelo: palacios señoriales, las murallas están intactas y rodean toda la ciudad. Los campesinos visten como antiguamente, las mujeres con faldas enormes de anchas y de muchos colorines, con grandes pañuelos de flores y preciosos aretes; los hombres, pantalón corto, chaquetilla corta y sombrero calañés. Hablan divinamente y están enormemente educados. Como son fiestas de la Santa Madre Teresa de Jesús, hay aquí muchos de ellos y hemos hablado con muchos. Es de lo más interesante de Ávila.
Los monumentos son hermosísimos, todos con grandes recuerdos históricos. Hoy ha sido el día teresiano. Acompañados del gobernador, alcalde, etc., etc., hemos recorrido los monumentos de la santa. Dónde nació, dónde fue bautizada, dónde fue monja, etc., etc., y hemos leído los versos de la sublime doctora por los caminos de las murallas. Y ahora a lo gordo. Con permiso especial del Nuncio hemos visitado la clausura del convento de la Encarnación (este don Martín es el demonio); a la clausura no entra nadie y hemos entrado nosotros. Es estupendo. Todas las monjas estaban allí cubiertas con largos velos. Nos acompañaron las monjas más viejas. Una iba delante tocando la campanilla para que las monjas se retiraran y no nos vieran. Yo estaba emocionado de ver aquellos claustros donde vivió la gloria más alta de España, la mujer más grande del universo como es Teresa de Jesús; de ver y tocar la cama donde descansó, las sandalias, la celda donde vivía y donde se le apareció Cristo atado a la columna, y el locutorio donde hablaba la santa con el sublime místico san Juan de la Cruz y san Pedro de Alcántara “Para hablar de cosas del espíritu” como dice ella. Todos los autógrafos de la Santa [están allí] y la escalera donde se le apareció el niño Jesús. Y allí una monja, de las que nos acompañaban, recitó en alta voz una grandiosa poesía de la sublime doctora… y todos estábamos hincados de rodillas. La monja la recitó estupendamente bien. Después vimos el comulgatorio de la santa y mil cosas, todas ellas de un gran valor artístico y religioso. Mamá, me acordé mucho de todos vosotros porque os hubieran gustado mucho estas cosas que hacen volver la vista a otra parte más alta que la tierra. Como llevaba navaja, don Martín me hizo cortar astillas de todo lo que usó la santa y que las llevo a Granada. Las monjas nos dieron escapularios y reliquias de la santa y san Juan. Estoy contentísimo porque he visto un convento de clausura perpetua (como una monja que estaba allí ya 48 años sin salir de allí) todo por dentro. Sacamos fotografías de las monjas a hurtadillas de ellas (no querían). Hemos puesto una pica en Flandes. Eso no lo ha visto nadie nada más que el Rey y nosotros.
Por la noche, estupenda velada en el Instituto. [Luis] Mariscal me presentó y toqué al piano cosas mías que me aplaudieron y felicitaron muchísimo. Nos ha invitado el marqués de Foronda a dar una conferencia en Madrid (academia histórica). Papá, yo estoy muy contento. Como compro cosas, el dinero merma. Besos a mis hermanos. Recuerdos a las mozas Paquita y Encarna. Os abraza y os besa con cariño vuestro hijo
Federico [a la vuelta]
(Las cartas tardan mucho, así es que nos entenderemos por telefonema).