Revista Coaching

cuando habla la intuición

Por Bitacorarh

cuando habla la intuición… me quiere, no me quiere, me quiere, no me quiere,... ¿has deshojado alguna vez una margarita en busca de la respuesta a una de esas grandes preguntas de la vida?, ¿has utilizado alguna vez una moneda para dirimir a cara o cruz una decisión?. Estos métodos, aunque poco ortodoxos, son muy efectivos a la hora de tomar decisiones. 

Cuando nos enfrentamos a la disyuntiva que supone tomar una decisión, los pros y los contras generan una duda razonable que nos dificulta elegir lo que realmente nos conviene. 

Las bases de datos que utilizamos tan habitualmente en nuestros trabajos contienen millones de apuntes que resumen acontecimientos. La utilidad principal de éstas consiste en que cuando tenemos que tomar una decisión recurrimos a ellas para analizar lo que contienen y así hacernos una composición de lugar que nos ayude a interpretar un futuro incierto. Conocer el pasado es algo que nos ayuda a vivir el futuro.

Nuestras vidas, al igual que las bases de datos, son una suma de experiencias que conforman los archivos que nos ayudan a dar respuesta a las encrucijadas de la vida. Cada vez que tenemos que tomar una decisión tiramos de esa base de datos para tratar de reconocer patrones o modelos de conducta pasados que faciliten el siempre duro trabajo de tener que decidir. 

En este entramado proceso de revisión de la información reside un infravalorado actor secundario con un papel fundamental en la toma de decisiones: la intuición. Esta “arma” es un importante componente de nuestro conocimiento que no sigue patrones racionales para su formación. La forma que adopta y mejor define a la intuición, es esa sensación de que estamos seguros de algo pero no sabemos por qué. Conocemos la respuesta pero carecemos de las conexiones cognitivas que nos ayuden a darle una base sólida a esa sensación.

Recientes investigaciones en este campo, demuestran la efectividad de la intuición a la hora de tomar decisiones cuando el número de variables a considerar es muy elevado, algo bastante habitual en el mundo que vivimos ya que hasta la compra de unos simples cereales es una labor de ingeniería. Cuando las decisiones son tomadas en base a pocas variables, la razón es mucho más útil que la intuición, pero cuando la cosa se complica cambian las tornas. 

Venimos de un mundo donde la información era escasa, donde carecíamos de toda esa sobredosis de datos que hoy inunda nuestras vidas. En esos contextos la razón era la mejor manera de tomar las decisiones. Pero resulta que las cosas han cambiado, y bastante, y eso hace que la razón esté cada vez menos capacitada para ayudarnos a tomar decisiones en un mundo tan complejo y repleto de datos. Ocurre que las inercias siempre son complicadas de invertir y seguimos inmersos en la sobrevaloración de la razón como único factor en torno al cual construir nuestra toma de decisiones. Ese desprecio por las emociones como factor clave a la hora de decidir cada día está más en entredicho y todas las evidencias muestran que nuestro subconsciente es mucho más eficaz a la hora de procesar grandes cantidades de información en paralelo, algo que para nuestra razón es inalcanzable (la razón humana sólo puede procesar cuatro bits de información al mismo tiempo).

Las viejas creencias de que nuestros instintos son herencia de nuestro pasado animal comienzan a estar en tela de juicio. Estos recursos son un tipo de conocimiento al que hemos relegado a un papel secundario en nuestras vidas por considerarlo ilógico y poco consistente, pero es cuando seguimos nuestras corazonadas cuando realmente nos sentimos bien, y además, la evidencia empírica demuestra que cuando le hacemos caso a eso que es tan difícil describir es cuando acertamos con una mayor probabilidad. Quizás ese viejo consejo de dormir lo estudiado encierre parte del secreto, cientos de datos que cuando reposan toman forman y conforman parte de nuestra sabiduría. De una forma parecida, pero con mucha más información, funciona nuestra intuición.


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