Los
estudios que analizan específicamente la motivación para la muerte asistida muestran
que muchos sienten un profundo sentimiento de soledad, cansancio, incapacidad
para expresar su individualidad al participar en actividades que son
importantes para ellos y un odio a la dependencia. Aunque los médicos pueden
recurrir a un diagnóstico físico para darles confianza en su decisión de
acelerar la muerte de un paciente, las personas a las que asisten no suelen
mencionar los síntomas físicos. En cambio, la razón más común dada por quienes
han recibido ayuda para morir es la pérdida de autonomía. Otras razones comunes
son para evitar cargar a los demás y no poder disfrutar de la propia vida. La
discusión sobre el suicidio asistido a menudo se centra en las preocupaciones
de que algunas personas mayores puedan estar expuestas a la coacción por parte
de los cuidadores o familiares. A la luz del envejecimiento sin precedentes de
la población mundial y el aumento de la longevidad, es importante pensar cómo se puede lograr una buena muerte en la vejez profunda.