A veces nos encontramos repitiendo lo mismo una y otra vez, tratando de que alguien nos entienda, de que valore lo que estamos diciendo, de que escuche. Nos esforzamos en explicar mejor, en buscar las palabras correctas, en hacerlo más claro… pero la respuesta sigue siendo la misma: indiferencia, desinterés o, en el peor de los casos, un desprecio disfrazado de evasivas.
Y llega un momento en el que nos preguntamos: ¿de verdad no me estoy explicando bien o simplemente no quieren escucharme? Porque, cuando algo importa, cuando algo tiene significado, la falta de comprensión rara vez es un problema de comunicación. Es un problema de interés.
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