Cuando por decimonovena vez me como unos carteles publicitarios al no frenar a tiempo en Super Hang On sé que no voy a llegar a la meta, es más, posiblemente sé que no voy a llegar al próximo chechpoint lo más seguro, pero sigo jugando.Es algo que llevo haciendo desde que en esas navidades en la primera mitad de los noventa la Megadrive llegó a mi casa, y es algo que continuo ahora en mi 3DS, más de 20 años después, y es algo extraño. En la mayoría de los juegos la tentación de reiniciar nivel/partida/partido suele ser bastante superior a las ganas de seguir jugando cuando el premio de la victoria/logro/record ya es imposible, en algunos juegos el premio es el privilegio de poder jugar.
¿Cuántos de vosotros os habéis pasado Ghost & Goblins? (No vale en emuladores con save state ehhh) Quizás de todos los lectores del blog únicamente Tux lo haya hecho, ahora bien ¿Cuántos de vosotros lo recordáis como un auténtico juegaco al que siempre se os iban las manos cuando lo veíais en una recreativa o en un bar? Seguramente a la mayoría.Para muchos de los tipejos de mi generación muchísimos juegos jamás nos saltaron un premio del que presumir, muy pocos elegidos han visto los créditos de un plataformas de acción o de un sóter lateral en una sala arcade, y aún así nos sentíamos muy satisfechos de llegar hasta donde llegáramos.Algunos pensaréis, si te gastas 25 pesetones en una partida normal que la quieras exprimir hasta el final, sí, es verdad, pero en casa también pasaba, aunque a Megaman le quedaran dos barras de vida y estuvieras en la entrada del puto Elecman tu entrabas a la sala, y te follaba sí, pero entrabas, sabías que era prácticamente imposible que ganaras, pero quemabas tu último cartucho sabiendo que la única gloria sería el de haber estado con nuestro androide preferido hasta el final.
Cuando jugaba a Metal Gear Solid V estas semanas atrás me descubría a mi mismo volviendo al punto de control cuando las cosas no iban como a mi me apetecía, ya no era siquiera que me descubiresen o algo así (pocas veces lo hacen en ese juego) pero si había hecho algo mal o se me había escapado un rescate o cualquier tontería... reiniciaba. No me valía con el premio de jugar, que es lo mejor de MGSV:PP, si no que además quería tener una buena puntuación final o cumplir determinados objetivos secundarios o lo que fuera que me moviera a no continuar con la partida sabiendo que no tendría "premio" al finalizarla.No sé a que es debido esta diferencia de comportamiento entre cuando juego a un juego clásico o a uno moderno, quizás la nostalgia hace que también te vuelvan las maneras y los hábitos jugables de la infancia durante el rato que estoy viendo cambiar el horizonte en una de las obras sobre neumáticos de mi admirado Yu Suzuki, o quizás sea que en cada salto, en cada curva, en cada vida perdida de un juego clásico haya algún tipo de aprendizaje que no haya en los juegos de ahora, ni idea.
No creo que una manera de jugar y otra sean mejores o peores, pero son distintas, y me hace reflexionar mucho sobre como ha cambiado la industria, como he cambiado yo y como han cambiado los videojuegos. Generalmente todo esto me viene porque siempre que me pongo con una de las obras del maestro Suzuki me pregunto como es posible que semejante genio, y una de las figuras más importantes en la historia de los videojuegos, sea un desconocido para el gran público (la gente que grita en el E3 no es el público mayoritario de videojuegos) y tenga, prácticamente, que andar mendigando para conseguir financiación para sus juegos, no me imagino situaciones semejantes en otros medios culturales modernos. Al final la respuesta la encuentro en que la obra de Suzuki, (menos Shenmue) se enmarca en una época cuyos valores jugables eran aboslutamente distintos y cuyas pretensiones transcendentales de sus obras se limitaban al mero placer de jugar, OutRun se asemeja más a un niño imaginando que conduce con un volante de juguete que a Gran Turismo.No todo el mundo es Miyamoto, que este si ha sabido ir adaptando sus géneros fetiches y sus sagas a las necesidades del público prácticamente sin que nos diéramos cuenta y, además, ha recibido de Nintendo el apoyo suficiente y el músculo económico necesario.
Los que me seguís desde hace tiempo sabéis que disfruto tanto de lo nuevo como de lo viejo, pero ni siquiera los indies de tan pretendido sabor añejo han sabido volverme a trasmitir las mismas sensaciones que los juegos originariamente noventeros u ochenteros (tengo que probar Shovel Knight al parecer) y lograr hacer que jugase hasta el final cuando todo parecía perdido, sin importarme que fuera una "perdida de tiempo" o que no hubiera premio al final (salvo quizás, un poco, Faster Than Light).