Revista Opinión
Ayer presencié una escena que me dejó desolada y furiosa: unos adolescentes, con pinta de tener el estómago bien nutrido, bien trajeados, acompañados de adultos, bien podrían ser sus padres, interpelaban groseramente a unos inmigrantes africanos.
Estos inimgrantes, que tan sólo intentan subsistir a través del top manta, se hallaban a las puertas de un conocido centro comercial, donde abundan las tiendas de diseño, de ropa cara, de delicadezas gastronómicas.
Me produjo tal ira, tal desazón, que me encendí y discutí con uno de los adultos.
Me pregunto cómo hemos podido educar a algunos jóvenes en la creencia fascista, insolidaria, necia e hipócrita de que Europa nos pertenece.
Habría que explicar a estos especímenes que Europa vive en parte gracias a la rapiña que practicó durante décadas en África.
Habría que preguntarles si les parece razonable que estos africanos hambrientos sigan padeciendo la miseria mientras las sociedades europeas disfrutan de un alto nivel de vida, comparado con ellos.
Habría que sacarles de su penosa incultura y contarles que esos africanos que desprecian ,viven en la miseria porque los europeos les han robado, vilolado y matado sistemáticamente.
O ya se nos ha olvidado las masacres de Kenia, los campos de concentración en Namibia, las excavaciones brutales en busca de oro en Angola, las cacerías de esclavos en Mozambique, las brutalidades cometidas en Rodesia y un larguísimo etcétera... ¿Ya se nos ha olivadado?
Habría que contarles que nosotros inyectados en un consumo feroz e insolidario, hemos provocado esta situación ya que les hemos despojado de sus recursos materiales y después les hemos abandonado.
¿Cómo podemos ser tan hipócritas y tan mal nacidos?