Cada vez hay más consciencia entre las familias empresarias de que planificar la sucesión con tiempo y buscando el consenso familiar es una de las claves para llevar a cabo el relevo generacional con éxito, anticiparse a los posibles conflictos y garantizar la supervivencia del negocio en el tiempo. No podemos olvidar que se trata de un momento especialmente sensible para las empresas familiares, puesto que requiere tomar decisiones trascendentes, que generalmente quedarán plasmadas en un Protocolo familiar, e implica un cambio de liderazgo. Sin embargo, en algunos casos, pese a la voluntad de que la siguiente generación tome las riendas del negocio, esto no será posible, dejando sin relevo generacional el negocio familiar.
La falta de relevo puede deberse a que no se tienen sucesores (hijos o sobrinos) o bien a que los que serían los sucesores del negocio tienen otras inquietudes profesionales u otras vocaciones alejadas de este sector.
Tampoco habrá relevo generacional en aquellos casos en que la siguiente generación, a pesar de que sí que tiene interés en continuar con la empresa familiar, no dispone de las capacidades o del espíritu emprendedor necesario para ello, o de la voluntad de invertir en un negocio en un sector tan maduro y con tantísima competencia como es el sector ferretero. En cambio, en otras ocasiones, el hecho de que en el pasado haya habido desencuentros o problemas familiares con el resto de miembros de la familia es lo que puede provocar el alejamiento de la empresa de los que deberían ser los sucesores del negocio familiar.
¿Qué sucede entonces cuando no hay relevo generacional en la empresa familiar? Podríamos pensar que un negocio familiar sin sucesor es un negocio sin futuro. Pero, en realidad, esto no es siempre así. Ante el escenario de encontrarse sin sucesores para continuar con el negocio, la generación saliente puede decidir apostar tanto por alternativas de continuidad como de no continuidad para la empresa familiar.
Algunas alternativas de continuidad
Las alternativas de continuidad suelen conllevar un menor impacto emocional para la familia a la vez que le permiten desvincularse de la empresa. Estas son las cinco opciones más habituales:
- Intentar vender el negocio, aunque hay que recordar que una cosa es que te vengan a comprar y otra muy distinta es salir a venderlo.
- En algunos casos, es posible vender el negocio y que la empresa familiar continúe, pero solo como empresa patrimonial para gestionar el patrimonio de la familia.
- Otra alternativa es mantenerse como propietario, pero cediendo la gestión del negocio a profesionales independientes, con una dirección profesional y sin miembros de la familia.
- También existen distintas posibilidades para ceder y transmitir completamente el negocio a los trabajadores.
- Por último, se puede plantear dividir la compañía por unidades productivas o por áreas y repartirlas. Esta opción, aunque no siempre implica una venta, es recomendable en familias con conflictos irreconciliables entre las distintas ramas, pero que no quieren desvincularse del negocio. Con ello se evita cerrar la empresa familiar y es posible dar continuar a la actividad empresarial, aunque cada uno por su lado.
En algunos casos, pese a la voluntad de que la siguiente generación tome las riendas del negocio, esto no será posible, dejando sin relevo generacional el negocio familiar.
Cerrar la empresa familiar
Sin embargo, a veces no queda otra alternativa que optar por la opción más drástica y la familia decide no continuar con la empresa familiar que generaciones atrás fundaron sus antepasados.
Esto suele darse cuando, incluso sin tensiones familiares, hay malos resultados económicos o la compañía no es competitiva, no encuentra a personas interesadas en continuar con la actividad empresarial (miembros de la familia o compradores) o por motivos del ciclo de vida del negocio (que el negocio no se haya adaptado a los cambios o que no haya continuidad en el sector, por ejemplo). En estos casos, probablemente será inevitable liquidar y cerrar la empresa familiar.Me consta que para muchas familias tener que cerrar la empresa familiar, o desvincularse de ella, es uno de sus mayores temores.
Que los caminos de la familia y de la empresa se separen, ya sea por obligación o por voluntad propia, suele ser algo difícil de asumir por la gran carga emocional que implica ver cómo se termina una etapa tan importante para la historia de la familia empresaria. Aunque a priori pueda ser una decepción para la familia, hay que entender que, en ocasiones, esta es la mejor solución para evitar que las relaciones familiares se vean (todavía más) deterioradas a causa de una empresa que posiblemente no funcionaba de manera óptima y que generaba tensiones y conflictos en la familia.
Son muchas las cuestiones que deberá tener en cuenta la familia empresaria para valorar si todavía es posible continuar con el negocio, si lo mejor es vender o ceder la compañía o si no queda más remedio que cerrar. Antes de decantarse por cualquiera de las opciones que hemos comentado, es recomendable solicitar una evaluación económica del negocio y acudir a un profesional que conozca el sector y que les pueda aconsejar. Así, tendrán una visión objetiva de la situación y evitarán dejar que el corazón se imponga a la razón y que el patrimonio familiar se acabe resintiendo.
Mi última recomendación es que, en caso de tener que cerrar la empresa familiar, y también en el de querer venderla o cederla, se intente hacer bien y de forma planificada. De esta manera, se cerrará un ciclo de forma positiva y, a pesar de la sensación de pérdida por haberse desvinculado de la empresa de la familia, se tendrá la tranquilidad de haber luchado unidos hasta el final y de haber hecho las cosas bien.Fuente: https://www.interempresas.net/Ferreteria/Articulos/264137-Cuando-la-historia-de-la-empresa-familiar-se-acaba.html