La época precientífica produjo multitud de tonterías y monsergas, pero qué entretenido es verlas desde el futuro. Los académicos se equivocaban de formas que pocos lingüistas modernos podrían evitar. Hoy, su campo de estudio es una ciencia social respetable, con métodos exigentes, un enfoque amplio y una cosecha generosa. Sin fonéticos, los ordenadores no serían capaces de procesar las lenguas habladas. Sin sociolingüísticos, aún permanecerían los prejuicios contra los dialectos y las lenguas no occidentales - o, al menos, serían más abundantes. Los lingüistas forenses ayudan a resolver crímenes, los lingüistas clínicos tratan a personas con discapacidades del lenguaje, los lingüístas históricos arrojan luz al cambio del idioma e incluso sobre la migración y cultura prehistórica - la lista sigue. Como en otras disciplinas, las preguntas pertinentes y los métodos rigurosos para responderlas han sido la clave del éxito.
Cuando la filosofía natural comenzaba a desarrollarse lentamente en la física y otras ciencias naturales, la especulación erudita en el dominio humano no le siguió inmediatamente. Pero también se desarrolló gradualmente en lo que ahora llamamos ciencias sociales, y el estudio del lenguaje fue uno de los primeros adoptadores de los nuevos métodos. Sus practicantes estudiarían textos antiguos escritos en lenguas muertas muertas y escrituras olvidadas hace mucho y las compararían incluso más sistemáticamente. Esto llevó a un descubrimiento a finales del siglo XVIII, cuando emergieron nuevas ideas sobre los orígenes de los idiomas modernos. Algunas de estas ideas han resistido el embate del tiempo.
Pero la disciplina en ciernes no surgió simplemente con nuevas respuestas, sino que también cambió las preguntas. Los académicos de antaño, cuando reflexionaban sobre el lenguaje, a veces se preguntaban cosas como: ¿cuál de los idiomas contemporáneos fue hablado por el primer hombre? ¿Cuál era superior al resto? ¿Y cuál de las lenguas humanas merece la etiqueta "divina"? Los lingüistas modernos no tocaban estas ni con un palo de tres metros. El idioma más antiguo es incognoscible, pero seguramente era distinto a lo hablado en la actualidad. El "mejor" idioma es imposible de definir de ninguna forma significativa. Y por "divino" - la propia palabra es insignificante en relación con los idiomas, salvo en el sentido cultural.
No era así en los viejos tiempos. De hecho, las respuestas parecían demasiado obvias para muchos pensadores, aunque fuera por el hábito mental más anti-científico conocido como etnocentrismo. Para los antiguos griegos, determinar el idioma más excelente era una perfecta obviedad: solo podía ser el suyo. La gente que hablaba distinto eran "bárbaros" o balbuceadores. Los romanoso solo eran un poco más abiertos de mente. Su apreciación se extendía más allá del latín a otras lenguas con tradición escritora, especialmente los griegos (que posiblemente podría ser incluso superior), pero también el púnico, hablado por los cartaginenses, y el etrusco. Sin embargo, todas las lenguas sin escritura eran motivo de burla. Incluso a finales del siglo V, con la desaparición del poder romano, el aristócrata romano Sidonio Apolinar llamó al idioma germánico de los nuevos gobernantes "un instrumento de no más de tres cuerdas".
Otras culturas fueron igualmente auto-complacientes. En los últimos siglos antes de nuestra era, la gente del norte de la India sentía que su sánscrito era poco menos que divino, y mil años después sentirían lo mismo con el idioma del Corán. Para los chinos, civilizar a los pueblos vecinos era prácticamente el equivalente a familiarizarles con el único gran idioma. Los franceses de la Ilustración, para no quedarse atrás, consideraron a su idioma por encima de lo divino - era lógico.
Quizás la defensa más famosa de esta afirmación fue la del escritor del siglo XVIII Antoine de Rivarol en base a que ambos eran tanto ilógicos como erróneos. Argumentó que el orden de palabras francés (primero sujeto, seguido por el verbo y luego el objeto) no solo era único sino más lógico que cualquier otro. Pero no solo es extremadamente común entre los idiomas del mundo, también es un orden que el propio francés no suele respetar a menudo - y estas son algunas de las objeciones más obvias.
Por tonto que parezca, la noción del "francés como pináculo de la lógica" se convirtió en idée reçue. La portada del primer diccionario francés, publicado en la década de 1950 (ni siquiera en Francia) afirmaba que el idioma era "una creación insuperable como vehículo para la mente". Los árabes, chinos y griegos preferirían discrepar.
Hoy, el idioma preferido es el inglés, especialmente en gran parte del mundo occidental. Y, por supuesto, ha heredado el rango del francés como el supuesto idioma superior. Lo rico que es su vocabulario, lo adecuado para las canciones y la ciencia, lo claro, conciso y, en una palabra, guay. El inglés no es un mal idioma en lo que respecta a las lenguas, pero, en un siglo, todas las exultantes alabanzas sonarán tan tontas como lo habrían hecho hace un siglo antes de su ascenso al poder.
Los hablantes de los principales idiomas no son los únicos que se dejan llevar por su amor por su lengua. Bastante gente en Tamil Nadu en el sur de la India solía considerar con bastante literalidad que el idioma tamil era una diosa, y algunos aún lo hacen. Y monjes irladeses altomedievales giraron ese elaborada hebra para probar que el gaélico irlandés era único: después de que Dios destruyese la torre de Babel y confundiera las lenguas de los hombres, el rey Fenio de Escitia viajó hacia allá con su hijo y 72 eruditos. De los mejores elementos de todos los idiomas confundidos que encontraron allí, crearon uno nuevo: el irlandés.
En cuanto al idioma más antiguo, este era el hebreo. Al menos, esto era algo que solían creer los cristianos durante más de un milenio. (Solo San Efrén de Siria sostenía que su sirio era más antiguo). Por ejemplo, Agustín, el padre de la iglesia, escribió en el siglo V:
Y cuando la ciudad de los impíos adquirió el nombre de confusión, [...], no faltó la casa de Heber, donde se conservó la lengua que todos usaban antes. [...] Porque en la familia de éste quedó esta lengua (habiéndose dividido las demás naciones en otras lenguas, cuyo idioma con razón se cree que fue común al principio al humano linaje), es por lo que en adelante se llamó hebrea;
Ciudad de Dios. Libro XVI. Capítulo XI.
Durante mucho tiempo, se consideraba una herejía dudar que el idioma y escritura hebreo de la Biblia fuera inspirado por Dios - incluyendo la llamada puntuación vocálica (niqud) que fue inventada por los rabinos varios siglos después del comienzo de nuestra era.
Incluso en la actualidad, los cristianos que interpretan la Biblia literalmente se adhieren a la opinión tradicional. En el 2011, el neerlandés Willem Westerbeke publicó un tratado teológico titulado "Dios hablaba hebreo". E igual que en cristianismo, en otros lugares: Thakur Prasad Verma no solo afirmó en el 2005 que el sánscrito era el idioma original de toda la humanidad, sino que era un don directo de arriba: "Los vedas son la transformaciones verbales de Dios". Además, en un tomo académico.
Fuera de los templos, el consenso comenzó a resquebrajarse y derrumbarse desde el Renacimiento y, entre los siglos XVI y XVIII, uno académico tras otro surgía con otro "primer idioma". El alemán era un candidato popular, pero el académico sueco del siglo XVII Olof Rudbeck favoreció a su propia lengua materna, por una razón que destacaba por su creatividad: Suecia, argumentaba, era la Atlántida, y por lo tanto la cuna de la civilización.
Quizás el más famoso fue el autor flamenco Johannes Goropius Becanus. Afirmó que el neerlandés, y el dialecto flamento de Antwerp en particular, era el descendiente directo del idioma original y fuente de todos los demás. Su prueba tenía naturaleza etimológica. El nombre Adán, por ejemplo, derivaba de haat-dam ("hate dam, dam contra odio"), mientras que Diets o Dutch (neerlandés) eran sinónimo con d'oudste ('th'oldest', algo así como "'E'má'viejo"). En los Países Bajos, Goropius tendría apoyo en los siglos siguientes; fuera, su nombre era literalmente el epítome de la etimología fantástica: el eminente académico alemán Gottfried Wilhelm Leibniz llamó a la actividad "goropizar". Incluso actualmente, la hipótesis de que el neerlandés es el idioma más antiguo es mantenida por al menos un lingüista y un poeta, quienes parecen vergonzosamente serios sobre ello.
No solo fueron las lenguas germánicas como el alemán, sueco o el neerlandés de Antwerp las declaradas el origen de todos los idiomas humano (era demasiado obvio que el inglés era un híbrido para hacer tales afirmaciones). El griego y el polaco fueron nominados por los académicos alemanes, el húngaro por los húngaros y tres lenguas celtas - galés, bretón y gaélico - tenían también a sus defensores. El anticuario inglés John Webb sugirió el chino.
Incluso en la época, muchos hombres y mujeres bienpensantes no se tomaron estas muestras de imaginación en serio. A principios del siglo XVIII, el historiador y satírico sueco Olof von Dalin se mofó de Rudbeck y su manera de pensar. Para Rudbeck, dijo, "Adán" probablemente era una corrupción de av damm, sueco para "(hecho) de polvo". Aunque divertido e incorrecto, esta mención a la creación divina del primer hombre es menos extravagante que el "hate dam" de Goropius.
Otro sueco, Anders Kempe, sugirió irónicamente que Dios en el paraíso hablaba indudablemente Sueco, con Adán hablando danés y la serpiente francés. Y Leibniz escribió en 1699 que era cuestión de tiempo que los turcos proclamaran, con el mismo derecho, que su idioma era el más antiguo. La historia podría con ello.
Si nos podemos sentir petulantemente superiores a todos estos eruditos con sus vergonzosas teorías es simplemente porque vivimos después de 1784. Un suceso icónico marcó ese año la división entre la anticuada especulación sobre el lenguaje y la ciencia lingüística moderna: un discurso dado en Calcuta por el filólogo William Jones, en el que propuso la familia de idiomas indoeuropea (que abarca la mayoría de las lenguas de Europa, India e Irán). Como con muchos iconos, la elección es algo arbitraria. Jones no era el primero en sugerir la idea, ya que los académicos se habían percatado de las similitudes entre el latín, griego, eslavo, germánico, celta y algunos idiomas asiáticos desde hacía un siglo. Ni siquiera Jones fue el primero en identificar los procesos históricos del cambio del lenguaje que habían afianzado la idea desde entonces, ya que esa tarea recaería mayormente en los académicos alemanes y daneses del siglo XIX, incluyendo los hermanos Grimm famosos por sus cuentos de hadas.
Ellos, más que Jones, dirigieron la lingüística en el camino del rigor científico. Desarrollaron los métodos para identificar y las leyes para describir los cambios que sufren los idiomas durante miles de años. Descubrieron cómo los idiomas germánicos no solo eran intuitivamente similares, sino también sistemáticamente diferentes: cómo una s inicial pronunciada "s" en inglés sería una s inicial pronunciada "z" en alemán y una inicial z en neerlandés: seven, sieben, zeven. También mostraron como ciertos sonidos ocurren una y otra vez por Europa (En frisón y sueco, en latín tardío y en eslavo) y más allá. Aún más tarde, los académicos estudiarían un rango aún mayor de fenómenos lingüísticos, analizando el idioma de maneras crecientemente abstractas y centrándose más y más en el habla. Pero estudiar la historia lingüística comparando sistemáticamente las lenguas escritas es lo que hizo avanzar a la disciplina.
Teniendo en cuenta el extenso cúmulo de conocimiento que se ha recogido desde entonces, especialmente sobre Europa y Asia, uno esperaría que las afirmaciones de niveles de absurdidad Goropianos o Rudbeckianos serían cosa del pasado. Sin embargo, no lo son. Aún hoy, los disidentes afirman seriamente que la lingüística dominante es espectacularmente equivocada. Por supuesto, la ciencia no está libre de errores, algunos de ellos colectivos y persistentes - como la frenología y el conductismo - y la lingüística no es una excepción. Pero si corregir los errores es una tarea monumental, muchos disidentes creen que es mejor conocer cuentos chinos.
Uno de esos relatos improbables se centraba en Lemuria. A finales del siglo XIX, los biólogos y geólogos sospechaban de la existencia prehistórica de un gran continente que se había hundido posteriormente en el océano Índico - una especie de Atlántida del oriente. Los académicos de la región no tardaron en deducir que debía buscarse allí el idioma más antiguo del mundo. Se sugirió el Tamil de la India y Sri Lanka, así como el Malgache de Madagascar. A mediados del siglo XX, la nueva teoría de la tectónica de placas mató la idea de Lemuria.
En 1935, la juguetona profecía de Leibniz se hizo realidad cuando un congreso en Turquía publicó y aceptó oficialmente la llamada teoría del lenguaje Sol. Fue adelantada por Hermann Feodor Kvergić, un desconocido lingüista austriaco, que vio el origen de todos los idiomas en una persona prehistórica mirando al Sol y exclamando: "¡Ah!". Con una lógica propia, Kvergić argumentó que esta primera declaración se desarrolló en el turco, y de ahí en el resto de idiomas. Esta teoría estuvo en boga durante tres años, aunque exclusivamente en Turquía, solo para perder su favor tan rápido como lo había conseguido.
El año 1935 fue uno auspicioso para los pseudolingüistas. Un libro publicado en Alemania defendía un candidato hasta entonces ignorado para el rango de idioma más antiguo: el finlandés. Pero en vez de crecerse con el orgullo nacionalista. los finlandeses simplemente se rieron por lo bajo. Conocían al autor, Sigurd Wettenhovi-Aspa, por ser un artista excéntrico cuyas reflexiones sobre la vida, el universo y todo no cumplían los estándares académicos serios, aunque indulgentes.
Incluso en este altamente competitivo campo de fantasistas lingüísticos, el lugar de honor va indudablemente a Edo Nyland. Un silvicultor canadienses de formación, sintió la llamada tras jubilarse en 1982, a los 55 años, cuando empezó a desarrollar una rama nueva y original de la lingüística histórica. Primero, reinterpretó la Odisea de Homero, argumentando que no se situaba en el Mediterráneo, sino en y en torno a Irlanda y Escocia. El idioma hablado en la época era, aún de acuerdo a Nyland, un pariente cercano del vasco, que llamó "sahariano". Extrajo esta conclusión de las pruebas topográficas: muchos topónimos regionales adquirieron significado cuando se consideraban vascos, o al menos eso creía Nyland.
Quizás lo más distintivo es que el vasco, en su teoría, no se ha ramificado gradualmente en los múltiples idiomas conocidos hoy. En cambio, Nyland postuló que los monjes benedictinos, por razones desconocidas, desarrollaron un idioma tras otro, y de alguna manera los introdujeron subrrepticiamente en muchas comunidades. Para ilustrarlo, tomemos la palabra "doctor". Está compuesta por los elementos .do, ok., .to y or., o en sus formas completas: odo, oke, eto y ora, abreviaturas de las palabras vascas odoldun ("sangriento"), okerkeria ("lesión"), etorri ("¡ven!" y orain (ahora). Por lo que doctor deriva de la frase vasca, "una lesión sangrienta, ven ahora" - no podía estar más claro. No es que se corresponda con la gramática vasca adecuada (Nyland, que no parece que hablase el idioma, juntó sus "etimologías" con la ayuda de un diccionario vasco), pero, en el esquema general, son meras bagatelas.
No todas las teorías lingüísticas extrañas son sobre el idioma más antiguo. Considerar la teoría del clima. En la Francia y Alemania de los siglos XVIII y XIX había una potente corriente de pensamiento de que el efecto del clima determina cómo habla la gente. "Los climas templados, más suaves, son más favorables para la formación de lenguas puras", escribió el romántico alemán August Wilhelm Schlegel, y los sonidos ásperos, guturales del norte se relacionaban inextricablemente a sus rocas frías y escarpadas. Y Rivarol, el del "francés lógico", escribió que los idiomas son "melodiosos y voluptuosos en climas suaves, duros y aburridos bajo un cielo triste". Sorprendentemente, la ciencia moderna ha encontrado una correlación entre el clima y el idioma: los idiomas tonales, como el chino, en el que importa la entonación de cada sílaba, ocurren significativamente más en regiones húmedas que las secas.
Otra teoría excéntrica fue el Marxismo lingüístico o Marrismo, llamado así por el lingüista georgiano Nicholas Yakovlevich Marr, que ase aventuró en el análisis de clase de los idiomas europeos. Para él, no había conceptos como las familias de idiomas, tan solo fases de desarrollo. Si los idiomas indoeuropeos parecían similares, era porque se hablaban en sociedades de clase. Aquellos hablados en la región del Cáucaso, por otra parte, incluyendo su propio georgiano, eran típicos de una fase anterior de la historia, de sociedades sin clase. La noción de "idiomas nacionales" era un producto de una falsa conciencia de clase. Marr se convirtió en el alma de la lingüística soviética y se le otorgó la Orden de Lenin justo antes de su muerte en 1934. Sin embargo, en 1950, Stalin anunció que el Marrismo fue un error, obviando por tanto la necesidad de mayor discusión. Siendo quien era Stalin, probablemente Marr tenía suerte de estar muerto.
Aunque todas las disciplinas atraen al excéntrico ocasional, parece que dos campos ejercen una atracción particularmente fuerte: la historiografía y la lingüística. Vienen a la mente dos razones. Una es la historia e idioma de nuestro propio grupo - sea nación, región, minoría o fe -están íntimamente ligados a su identidad. (con algunos estudiantes de idiomas, no se preocupan profundamente de su propio grupo, sino de alguna minoría fascinante; el el vasco y los idiomas celtas son los favoritos). El prestigio que trae un pasado noble y un pedigrí antiguo es una atracción irresistible, por lo que no se escatiman esfuerzos en encontrar hechos que lo apoyen - o, fracasando en eso, hechos que den el pego. Rudbeck habría agradecido que su idioma fuera el más antiguo, Rivarol habría preferido que el francés tuviera una lógica ejemplar, a Marr le habría encantado que los proletarios del mundo hablasen un idioma de clase mundial. Parece ser el hilo común entre las teorías mencionadas antes: los teoristas quieren que sean ciertas.
Lo complicado de la historia es todo lo que ha pasado; sobre los idiomas, hay tantos de ellos. Y hay una segunda razón por la que los lingüística y la historiografía proporciona una tierra tan fértil para las teorías extrañas. Los fantasistas y diletantes rastrean de una fuente a otra en búsqueda de extraer lo que parecen ser relaciones y otras conexiones. Pero, de hecho, cuanto más documentos parecen cribar, es más probable que encuentren similitudes y conexiones fortuitas y extraigan conclusiones falsas. Y si los académicos establecidos no están de acuerdo con ellos, suelen responder de manera petulante, en vez de tomar seriamente las críticas. Por supuesto, ningún académico está por encima de las reacciones humanas, pero en la academia no hay nada más que convencer a los compañeros respondiendo al oponente. Pero aquellos que acusan a la ciencia dominante de ser estrecha de miras a veces solo ven la paja en el ojo ajeno: una pobre comprensión de la metodología. Como resultado, su paciente labor produce normalmente disparates evidentes.
Fuente: Aeon