Si empiezas a teclear en google "Cuando la lactancia materna" automáticamente te salen dos opciones que completan la frase:
- no es posible.
- no es suficiente.
Pero de ahí a presuponer una epidemia generalizada de mujeres que no pueden dar el pecho y mujeres sin suficiente leche hay un mundo. Una epidemia ficticia que va calando gota a gota con mensajes como estos que muchos otros agentes sociales van perpetuando y ampliando: pediatras, enfermeras, matrones, farmaceúticos, vecinas, madres, suegras, hermanas, primas, pescaderas, carniceras, fruteras, barrenderas y, por qué no, suegros, hermanos, padres, primos, pescaderos, carniceros, fruteros y barrenderos.
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Quizás el mensaje adecuado sería "Cuando la lactancia materna no es posible, la leche vaquitín no contiene los anticuerpos, hormonas, enzimas, oligosacáridos, sIGA y demás componentes que hacen a la leche materna única, pero te aporta lo necesario para que tu bebé crezca lo más sano posible, dentro de lo que cabe".
O quizás los anuncios y reclamos de las leches de fórmula deberían decir: "Cuando la lactancia materna no es posible, la siguiente mejor opción es la leche donada de otra madre y no la leche de vaca modificada, pero si no te queda más remedio, el sucedáneo de leche materna guarromilk es la siguiente mejor opción aunque con los siguientes efectos secundarios..."
Protección de la lactancia materna
La lactancia materna no solo se debe defender y promocionar, sino que también se debe proteger, ya que evita desigualdades... Desde las más simples, hasta las más extremas.
Por ejemplo, hace unas décadas fueron las mujeres más educadas las primeras en abandonar la lactancia materna y, poco a poco, las siguieron las clases urbanas menos favorecidas y después las personas de los medios rurales, en un proceso que se ha ido repitiendo en mayor o menor grado en todos los países del mundo. En la recuperación de la lactancia materna, primero vuelven a la lactancia las clases más favorecidas, creando una situación de desigualdad frente a las clases urbanas menos favorecidas y frente a los medios rurales.
Quizás una madre cualquiera piense que si ella da o no da el pecho, no influye para nada en el resto del mundo. Pero lo cierto es que está sentando un ejemplo, para esas suegras, vecinas, polleras y carniceras, pero también para las mujeres que, viviendo en países en desarrollo, se miran en la cultura occidental tratando de asumir sus esquemas.
Y en un ámbito más local, el problema es que las medidas normales, de promoción y apoyo de la lactancia materna, sí tienden a crear desigualdades, ya que normalmente llegan menos a las mujeres que están en desventaja social, contribuyendo así a agudizar más la desigualdad.
La protección de la lactancia materna, según afirma Jane Scott, no aumenta la desigualdad, ya que afecta a todas la mujeres por igual. Y la principal herramienta de protección es la legislación, que se debería orientar a eliminar los obstáculos hacia la lactancia (como estos mensajes insidiosos con los que comenzaba el post) y a proteger la lactancia en momentos determinados de fragilidad, como la vuelta al trabajo.