
Monotonía, encuentrosprevisibles, respuestas mecánicas en las que creemos saber ya tododel otro...Culpamos al trabajo, a esas pequeñas manías que,paradójicamente antes despertaban el sentido del humor, a quenuestra pareja ha cambiado mucho, o quizás nada...Y en ese nada,incluso no hay nada que decirse. Los seres humanos cuando gozamos deuna posición cómoda, nos asusta el cambio, la transformación, esdifícil tolerar esa incertidumbre y sobre todo el deberle nuestrogoce al otro. Pero a lo largo de nuestra vida, para entrar en elmundo, hemos de ir transformándonos: nuestros gustos cambian,evolucionamos, podemos llegar a ser más inteligentes, permitirnosllegar a tener más aficiones, más relaciones.. si nos quedamos enuna misma habitación cerrada y cargada, en ese abrazo inmortal conel otro, acabamos estrangulando también el deseo, apagando la llamade esa vela en ausencia de oxígeno. Si abrimos una ventana a esabocanada de aire fresca, a esos goces, aese oxígeno de ilusiones y pasiones, reavivaremos esa llama y nospermitirá seguir respirando en la relación. En palabras de AlbertEinstein: “Siperdemos el sentido del misterio, la vida no es más que una velaapagada “o bien“sibuscas resultados distintos,no hagas siempre lo mismo”.Laura López,psicóloga-psicoanalista
