El periodista norteamericano James Foley acaba de ser asesinado por Estado Islámico / YouTube
En “La muerte tenía un precio” dos cazadores de recompensas (interpretados por Clint Eastwood y Lee Van Cleef) capturan y matan villanos a cambio de una cantidad de dinero. Siendo consciente de que este resumen no hace justicia a la gran película de Sergio Leone, diré en mi defensa que la intencionalidad de este artículo es otra. En la vida real, lejos de la ambientación del spaghetti western, vemos cómo en cada conflicto el verdadero precio a pagar es la muerte y que los villanos no son siempre los que mueren, sino más frecuentemente los que matan. James Foley es una de las víctimas que se ha cobrado el conflicto en Irak, un periodista norteamericano que acaba de ser asesinado por el grupo yihadista Estado Islámico -a falta de confirmarse la veracidad del vídeo de su ejecución-. Su muerte, según afirma el propio Foley en el vídeo, es el precio a pagar por la nueva invasión estadounidense de Irak.
“A fin de cuentas, supongo que desearía no ser estadounidense”. Aquellos que conozcan bien el orgullo de la nación norteamericana entenderán que esta frase de Foley, minutos antes de ser degollado, caiga como un jarro de agua fría sobre Washington. Después de matar a Foley, el verdugo muestra a otro periodista estadounidense, Steven Joel Sotloff, y asegura que su vida “depende de la próxima decisión de Obama”. Sotloff y Foley llevaban desaparecidos uno y dos años en Siria, respectivamente, donde se encontraban cubriendo el conflicto. El fallecido ya había sido retenido en 2011 por el Ejército de Libia, mientras cubría la situación del país tras la muerte de Gaddafi.
Matar al mensajero siempre ha sido una práctica común en Oriente Medio, que se ha convertido en una de las zonas más peligrosas para ejercer el periodismo. Sólo el año pasado fueron asesinados 23 periodistas en la zona, según Reporteros Sin Fronteras. Hay que recalcar que los verdugos son todos los bandos armados del conflicto y no solamente aquellos que se pintan como “buenos” en los comunicados oficiales y en la prensa internacional. Recordemos que el español José Couso y el ucraniano Taras Protsyuk fueron asesinados hace 11 años en Bagdad tras el lanzamiento de un proyectil estadounidense contra el hotel donde se encontraban. El caso, por cierto, sigue sin resolución ni responsables.
Tampoco podemos obviar que los verdugos de Foley -al igual que Eastwood y Van Cleef en el western-, son tremendamente violentos y tienen sed de venganza. Varios expertos internacionales y periodistas sobre el terreno ya habían alertado acerca de la peligrosidad de Estado Islámico, un grupo que se ha nutrido de las armas entregadas por Estados Unidos a iraquíes y que ha recuperado técnicas de muerte tan arcaicas y brutales como la crucifixión y la decapitación. Más de mil civiles en Irak han sido asesinados ya por Estado Islámico, pero es ahora que se están llevando a cabo ejecuciones de civiles occidentales cuando el mundo se hace verdadero eco de la situación. El precio de una sola vida es por sí mismo demasiado alto, pero está claro que algunas son más caras que otras. A la espera del próximo movimiento de Obama, queremos creer que la respuesta estadounidense no se saldará con más muertes de gente inocente.
CLÁUDIA MORÁN