Cuando nació la bruja mayor descubrí algo en mí que nunca me hubiera imaginado: que tenía mucha más paciencia de lo que creía en situaciones límite. Creo que hasta que no llegamos a los berriches de los dos años apenas perdí los papeles con ella e incluso esos berrinches los gestioné bastante mejor de lo que hubiera esperado de mí misma.
Sin embargo con la bruja pequeña no me está sucediendo, casi desde que nació noto que no lo llevo igual, que saltó con muchísimo menos de lo que lo hacía con su hermana y me da muchísima rabia y muchísima pena, porque la situación no es agradable para ninguno de los cuatro y porque ellas no se lo merecen.
Intento averiguar cual es la causa del cambio y sin ninguna duda es porque yo estoy mucho más cansada. Por un lado el cansancio del día a día es mucho mayor porque no es lo mismo tener un hijo que dos (no quiero ni imaginar teniendo más) y por otro lado el cansancio acumulado también va incrementándose, con la mayor todo era de nuevas pero ahora mismo tengo acumulados cuatro años de gestionar (o intentarlo) situaciones más o menos complicadas, cuatro años de respirar y contar hasta diez prácticamente a diario, cuatro años de no estar a solas ni un segundo, cuatro años de no dormir cuatro horas seguidas,... y todo esto lo está pagando la bruja pequeña. Y me jode.
Todas las mañanas me propongo que va a ser distinto, que no voy a gritar, que no voy a perder los papeles, que voy a ser yo la adulta, y más o menos a lo largo del día lo voy consiguiendo, pero llega la noche... Llega la noche y el monstruo se apodera de mí.
La pequeña noche tras noche se empeña en no querer dormir a pesar de que se cae de puro agotamiento, la ves frotándose los ojos, que no se tiene en pie, que está ya muerta, pero ella erre que erre se niega a tumbarse y se pone a llorar como si la estuvieran torturando y grita y grita y yo me voy poniendo cada vez más nerviosa, y se me acaban los recursos y acabo gritándole y gritando al mundo que estoy hasta los huevos y no puedo más, y ella se pone peor, y la mayor se acuesta y no dice ni mu pero tampoco consigue dormirse, y a mí sólo me falta ponerme a llorar, ponerme a llorar o hacer las maletas cosa que muchas noches haría sin ningún miramiento.
Anoche entre el cambio de hora y que habíamos venido de viaje le dio casi la una de la madrugada de berrinche y claro ahora está dormida como una ceporra, y yo dándole vueltas a si esto tiene alguna solución o simplemente es cuestión de que pase el tiempo, madure y sea capaz de razonar.
Lo único que sé es que no me gusto en esas situaciones, que no esta madre la que quiero ser, que ninguna nos merecemos esos ratos y que algo tiene que cambiar.