Revista Educación

Cuándo la protección pasa a ser sobreprotección?

Por Noelia-Golosi @ElBlogDeGolosi

Cuándo la protección pasa a ser sobreprotección?

Me encontraba yo wasapeando con mis chicas gettiles. La que está embarazada y preparando lo necesario para la llegada del bebé, ha nombrado las chichoneras para la cuna. Otra ha dicho que le había comprado una chichonera con forma de casco a su hija pequeña, ahora con 10 meses, porque gatea muy rápido y se da golpes fuertes en la cabeza, chichón negro en la frente incluído - y es que la delicadeza la heredó enterita su hermana -. Una tercera, primeriza, decía que su hija, de 11 meses, apoya la cabeza y gatea y que a ella, como madre, le da miedo, así que la protege dejándola poco en el suelo; gatea mucho en el sofá. La del casco le ha dicho a la del sofá que debería dejarla en el suelo para gatear. Yo he lanzado una pregunta retórica con "¿que evitas los golpes no poniéndola en el suelo?" acompañada del emoticono de asombro. Y la que tiene dos niños pero ninguno en proceso de ir a cuatro patas, ha dicho a la del sofá que ella también lo veía excesivo y que no proyectara sus miedos en la niña. Y todo con buen rollo, desde la confianza y el cariño sincero que nos profesamos. Todas nos conocemos a la perfección.
Esto me ha hecho pensar en la protección , o mejor dicho en la sobreprotección hacia los hijos, ya que protegerlos es nuestro deber. Muchas veces me he visto en la disyuntiva de hacer una cosa por proteger a mis hijos o no hacer nada y dejar que las cosas sucedan según su camino, con el riesgo de que los niños puedan hacerse daño. Y unas veces he optado por la primera opción y otras por la segunda. Intento medir riesgos y verlo con perspectiva y entonces decidir, si es que hay tiempo para ello, claro.
Cuándo la protección pasa a ser sobreprotección?
Que estamos en un parque y la niña con dos años quiere subir al balancín sin que la coja? Qué puede pasar? Que se caiga al suelo, que está a una distancia prudencial? Pues mira, probaremos e intentaremos que la niña disfrute. Y si se cae, pues la consolaremos de lo que, posiblemente, no habrá pasado de un susto y un pequeño golpe. Ah! Que lo que quiere es subir al tobogán, subiendo sola las escaleras, hasta lo alto donde ni su padre ni yo alcanzamos desde abajo con los brazos estirados? Pues señorita, eso tendrá que ser otro día. U otro año, hasta que crezca. Y es que ahí la leche puede ser bien grande y las consecuencias bastante más perjudiciales. No sé si me explico, estoy algo espesa.
En casa utilizamos unas medidas básicas de seguridad, que desde mi punto de vista no son nada extremadas, como la barrera en las escaleras, los protectores de las esquinas y los bordes de la mesa del salón o los cierres de los armarios y cajones. Por supuesto que podríamos sobrevivir sin ellos, incluso lograr que los niños no se hicieran nunca daño, pero prefiero que campen a sus anchas sin estar detrás como una histérica o prohibiendo que vayan por aquí o por allá a cada paso de los críos, bueno, ahora ya sólo de Míster. Que vamos, que lo de histérica tampoco tiene por qué ser, sino sólo hay que conocer a mi amiga gettil Ra, la de los dos niños. Ni con el primero ni ahora con este recién nacido - bueno, ya tiene tres meses y medio - ha querido poner protecciones en casa. Dice que ella se crió así y que vivió genial y sin golpes graves. La verdad es que de todas las amigas es la más happy para estos temas, la menos maníatica, la que con su primer hijo ya fue incluso más práctica y tranquila que yo con el segundo.
Y seguro que esta amiga, Ra, también tiene sus miedos como madre; miedos como los que puedo sentir yo ante ciertas cuestiones y como los que sentirán el resto de madres. La diferencia está en cómo nos enfrentamos a ello. Este curso pasado uno de mis miedos surgió a raíz de la excursión de fin de curso de Miss. Se iban a otra provincia con autobús. No me plantee - o casi - que fuera a pasarle nada en la granja escuela a la que iban a pasar el día, pero el autobús... eso ya era otra historia. Sí señoras (que seguro sois mayoría), aquí servidora tiene mucho respeto a la carretera, y si es un viaje largo en autobús ya ni te cuento. Pero la niña fue. Y desde el principio tuvimos claro tanto Papagoloso como yo que así sería - al papi tampoco es que le hiciera una gracia tremenda el viajecito -. Y cuando las excursiones consistan en noches fuera de casa... pues los niños irán si es eso lo que quieren, mal que sus padres estemos sin dormir hasta su vuelta.
Para lo que quizá soy más estricta es con el tema alimentación. Si la pediatra me da unas pautas a seguir, en las que se tiene muy en cuenta la edad del bebé, intento seguirlas, sobre todo por el riesgo de alergias y desajustes gastrointestinales. Que ya sé que igual se comen una fresa con 5 meses y no pasa nada, pero y si pasa? Vamos, que digo yo que para algo vamos al pediatra y para algo se curran las pautas, no? Que sí, que también sé que puedo no darle fresas hasta los tres años y resulta que a la primera va y le sale una alergia de las gordas, peor no es lo mismo. O pensáis que sí? (pregunto). Eso sí, no soy miedosa - bueno, o lo disimulo - a la hora de darle sólidos masticables, de esos con los que podría quizá atragantarse pero que no es lo normal; lo normal es que el niño mastique con las encías y deshaga antes de tragar el pan, las rosquis, los trocitos casi invisibles de fruta, carne o pescado que le damos. Y la verdad es que lo hace bastante bien. Que a ver, que con un año cumplido ya come casi de todo; me refiero más bien a cuando empezamos. 
Ah! Sobre la conversación wasapera con la que empecé a escribir el post ayer, el desenlace ha sido que la del sofá va a comprar el casco también a su hija. Yo le he preguntado si lo ve realmente necesario ya que no se ha dado ni un golpe aun. He seguido diciéndole que no deje de hacerlo por lo que yo le diga, no sea que se dé un buen golpe y entonces me sienta yo fatal. Que lo del casco lo veo precipitado. Ella insiste con el peligro que tiene la niña. Y yo contesto que entonces no le dé más vueltas, que si es la única forma para estar tranquila y dejar a la niña un poco a su aire, adelante - y no es que yo crea que necesita mi aprobación, ni mucho menos, ni si quiera mi opinión, pero como amigas compartimos pensamientos y opiniones -. Eso sí, las dos coincidimos enviando un wasap diciendo que estando el padre no se lo pondría... la conoceré yo. Y a él.
MI CONCLUSIÓN FINAL: No podemos tener a los niños en una burbuja. A todos nos duele más que nada en el mundo cualquier cosa mala o daño que puedan hacerse nuestros hijos, pero no deberíamos dejarnos llevar por esos miedos y coartar así la libertad y necesidad de aprendizaje y vivencias de los niños. Dónde está el límite entre la protección sana y la sobreprotección... eso ya hemos de valorarlo cada cual. Yo como adulta y madre de mis hijos estaré vigilante para que nada grave les ocurra y me esforzaré cada día por llevar lo mejor posible mis temores y animar a mis hijos en sus avances y crecimiento.
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