Todos vivimos, en principio, en la realidad real.
El caso es que una parte de esa vida en la realidad real tiene que ver con la "realidad mediada", esa que -referida a la primera- aparece en los diarios y revistas, en telediarios y películas, en publicidad de artículos de consumo, en propaganda política o ideológica, en medios más o menos sociales en internet.
Y el batiburrillo -más o menos ético y político, estético, retórico y poético- al que los medios someten a nuestra realidad real, de ordinario crea bastante confusión, pero se procura no verla demasiado, haciendo como que no es tal.
Y al tiempo sucede también que ese mismo batiburrillo mediático hace más atractiva la imagen que media las cosas y las personas reales que el atractivo inmediato de las mismas cosas y personas.
De modo que no es de extrañar que la señora de la viñeta de Bek, en un rapto de sinceridad, diga que odia vivir en el campo, pero que le encantan las revistas sobre la vida en el campo.
Y es que a veces resulta más atractiva la yerba verde-technicolor, con sus gotas de agua perfectas (que son de parafina o lo que sea), pero visto en papel couché, o en iPad, que la yerba natural, con su agostarse y sus hormigas y todo lo demás...
Paradojas de la vida (real). Lo mismo de la vida campestre podría decirse de cientos de cosas: desde la guerra o el hambre o la crisis económica, hasta las modas y las mentiras. No se trata de contraponer, sino de integrar la imagen del mundo en nuestro mundo real. Y hacerlo respetando nuestra dignidad real, y no tanto la de nuestras imágenes.
Así aprenderíamos, quizá, a reconocer mejor las mentiras (grandes, medianas y pequeñas) y distinguirlas de las verdades con las que también sucede que unos pocos alimentan mediáticamente a unos muchos.
Total, ¿qué pasa cuando la realidad inmediata gusta menos que la realidad mediada?