Revista En Femenino

Cuando las noticias no son buenas

Por Jorjol

En la vida, las peores noticias las solemos dar los médicos. Y cómo transmitirlas es fundamental. En estos casos, nuestra experiencia suple lo que no nos contaron en la facultad de Medicina. Aunque cada especialidad tiene sus peculiaridades, creo que las peores son aquellas en las que las malas noticias son la excepción y nunca nos las esperamos, como pasa en Pediatría.

En Reproducción, las malas noticias no son de vida o muerte, pero sí pueden comportar un cambio en los planes y proyectos que se tenían desde siempre. Anunciarle a un paciente que no va a poder tener un hijo biológicamente suyo es algo para lo que nuestra evolución no nos ha preparado.  La aceptación de la noticia siempre requiere de un tiempo. Hay parejas que no vuelven a visitarte nunca, otras que lo hacen meses después y las menos, pasadas sólo unos días. Yo recomiendo apoyo psicológico, y como en todo, pueden hacer caso o no, pero aquellos que lo siguen asumen mejor la noticia, independientemente de que después quieran o no hacer ningún tratamiento.

Hace unos días tuve una experiencia que me ha hecho pensar mucho en esto.  Acudió a mi consulta una paciente de 46 años. Llevaba buscando embarazo desde hacía un año y no lo conseguía. Hice lo que hago siempre en estos casos, intentar explicar que los óvulos están en el ovario desde que nacemos y que van “envejeciendo” a medida que nosotras cumplimos años. Y que este envejecimiento celular comporta mutaciones genéticas, con lo que la posibilidad de conseguir mediante tratamiento un embarazo con niño sano a partir de los 45 años es realmente baja (nunca diré que es nula, porque en medicina…¡el 1 existe!). Y para que vean que estos datos no los doy porque sí, enseño un gráfico con los resultados de tratamientos en EEUU (allí hace tiempo que tienen estadísticas de los resultados globales de todas las clínicas).

grafico

Después de enseñar esto, y de decir que es una estadística (y como ya he dicho antes, las estadísticas están para romperse) les animo a que tranquilamente en casa piensen si quieren iniciar un tratamiento. Creo que cada uno es muy libre de hacer lo que quiera, siempre que se le hayan explicado las opciones reales y no se sienta engañado. Y si, aún así, finalmente lo quieren intentar, les garantizo que lucharemos por ese 1%.

Pues bien, la paciente se ofendió mucho, incluso se molestó en enviarme un mail en el que decía que había sido demasiado sincera, que con buenas palabras la había tratado de “vieja”. Para mi hubiese sido mucho más fácil animarla a hacer una fecundación in vitro, dándole falsas expectativas con tantos por ciento irreales, y conseguir que saliera contenta escuchando lo que quería oír, pero éticamente, eso sí que habría sido algo grave. Y después de darle muchas vueltas (tantas como para escribir este post), mi conclusión es la misma:  lo volveré a hacer.


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