Revista Cultura y Ocio

Cuando lo anormal es lo normal

Por Mila Ciudad Interiorista @ellagardecoracion

Una buena educación es la base de una sociedad próspera.
Cuando lo anormal es lo normal El otro día me encontraba viajando en el coche de mis padres escuchando un programa de radio, cuando me llamó la atención que la locutora hacía mención a una noticia que había sido la más compartida y leída en los medios digitales. Muchos de ustedes pensarán que podrían ser los atentados sucedidos en los últimos días, el mercado de fichajes, o las reuniones del Rey con cada uno de los representantes de los partidos.
¡Qué va! Se ve que esos temas no interesan lo suficiente. ¿Saben qué ha sido trending topic en redes sociales y medios de información digitales? Una tal Olvido no sé qué -paradójicamente se me ha olvidado- y un conde italiano de los que no había oído hablar en mi vida. Me interesé por la noticia, pensando que si había tanta gente leyendo sobre estos dos personajes es porque habrían hecho algo importante y relevante. ¡Sorpresa! 
Cuando empezamos a considerar como “lo normal” lo que siempre ha sido mala educación, malas formas o algo no ético, o cuando "lo normal" es ganar mucho dinero de manera fácil, ser famoso a cualquier precio, vender tu intimidad y la de tu familia al mejor postor o tener poder para beneficiarse de los demás, estamos poniendo en entredicho los modelos morales y favoreciendo el todo vale.

Cuando lo anormal es lo normal Quizá yo me estaré volviendo loco o mis padres se han confundido conmigo y me han inculcado valores y modales "anormales", como saludar o despedirse cuando entras o sales de algún sitio, o a la hora de comer no coger el tenedor como si fueras a poner una banderilla o el vaso con la mano entera, a no hablar con la boca llena, a saber comer de todo y no solo pizzas y hamburguesas; a respetar el turno en una fila, o de palabra, y saber escuchar; a utilizar un lenguaje adecuado y tratar a todos con respeto; a saber diferenciar entre dar tu opinión o imponer tu voluntad; a usar las papeleras, a no escupir ni orinar en la vía pública; a no engañar y no estafar; a esforzarse para conseguir un fin; y, sobre todo, a no confundir modernidad con la mala educación; la edad no tiene por qué eximirnos de nuestras responsabilidades y de los buenos modales. Me preocupa especialmente con la normalidad que se traicionan y delatan entre amigos y compañeros, la deslealtad está en auge, no se puede contar un secreto sin que al rato se esté radiando a los cuatro vientos, bien en la piscina o a través de las redes sociales. Muchas personas, de cualquier edad, están empezando a asumir como normal la anormalidad. Es normal que suspendas, que repitas, que estés todo el día jugando a la consola o pegado al móvil, que engañes, que te emborraches, que no te esfuerces, que te den dinero sin trabajar, que faltes el respeto, que chilles, que traiciones, que no pidas perdón...  Nuestra sociedad avanzará para bien o para mal según el concepto que tengamos de normalidad. Nosotros somos los responsables de vivir en un mundo mediocre y ordinario o en otro extraordinario y destacado.


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