Revista Historia

Cuando los pedos se volvieron arte: Le Pétoman

Por Ireneu @ireneuc

Cuando los pedos se volvieron arte: Le Pétoman

Joseph Pujol

En esta vida que nos ha tocado vivir, cada uno intenta ganarse el sustento como mejor puede. Carteros, comerciales, tenderos, conductores, modistas, pescadores... cada persona aplica sus cualidades personales para llevar cada día un plato de lentejas a la mesa, aunque tal los tiempos que corren, no son pocos los que, por muchas aptitudes que tengan, no son capaces de encontrar su hueco en el mercado laboral. Es en esta situación que las personas agudizan el ingenio para desmarcarse de los demás y destacar en algo que no lo hace nadie, aunque en algunos casos no llegue a ser demasiado decoroso. Tal fue el caso de Joseph Pujol, un curioso personaje el cual llegó a ser estrella principal del Moulin Rouge durante varios años por imitar voces, instrumentos e interpretar La Marsellesa con una flauta... a base de pedos.
Los catalanes, de por sí, ya tenemos una cierta fama de escatológicos que venimos arrastrando desde la Edad Media (ver El Cagalell, una marisma a pie de Colón) y que parece que llevemos clavado en nuestra impronta genética por generaciones. Y Joseph Pujol no iba a ser una excepción.

Cuando los pedos se volvieron arte: Le Pétoman

Puerto de Marsella

Joseph Pujol (1857-1945) era un francés de Marsella hijo de una pareja de catalanes de Mataró que había emigrado hacia el conocido puerto mediterráneo galo a mediados del siglo XIX, y fue tomando unos baños en el mar durante su adolescencia, cuando vio que tenía un "don" ciertamente particular: Aquel día, al taparse la nariz para bucear, notó que una gran cantidad de agua fría le entraba por el culete, lo que le permitió descubrir que podía abrir y cerrar el esfínter a voluntad. El asunto le causó tanto miedo que, eso sí, fue al médico de inmediato por si acaso.

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El arte de un cuesco

La capacidad de Joseph era ciertamente peculiar. Al ser capaz de abrir y cerrar el ano a voluntad, era capaz de tomar aire o agua a su conveniencia y, posteriormente, con la fuerza de los músculos rectales, expulsarlo violentamente. Ello le permitía, entre otras cosas, emitir ventosidades -aunque no eran pedos en sí, sino aire absorbido y por tanto no olían- en todas las notas posibles, apagar velas a unos 50 cms o, en el caso de absorber líquidos por su puerta trasera, lanzarlos a 4 o 5 metros de distancia. Todo un portento que un buen día decidió que sería su forma de ganarse la vida, dejando su trabajo de panadero.

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Moulin Rouge de París

En 1887, Joseph Pujol decidió hacer su propio número de "pedomanía" presentándose como "Le Pétomane" (el pedómano) y tanto éxito tuvo tirándose pedos imitando todo tipo de instrumentos que, en 1890, el propietario del Moulin Rouge de París -el catalán de Terrassa, Josep Oller- decidió incluirlo en su espectáculo. Obvia decir que, a base de las carcajadas que despertaba en el público, el pedómano causó sensación.

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Cartel anunciador

Le Pétomane alcanzó el estrellato artístico y todas las celebridades del momento se peleaban por ver el show pedorro del marsellés. Sigmund Freud,  Eduardo VII de Inglaterra o el rey de Bélgica, Leopoldo II, estuvieron entre la selecta audiencia que pudieron ver a Joseph Pujol interpretando el "O sole mío" o "La Marsellesa" con un tubo de goma incrustado en el culo y conectado a una flauta, entre otras "exquisiteces" artísticas.
En 1894 el dueño del Moulin Rouge llevó a Joseph Pujol a los tribunales, debido a que, teniendo un contrato de exclusividad con la sala, Le Pétomane había actuado gratuitamente para un amigo suyo que se encontraba en apuros económicos. El juicio salió a favor de Oller, castigando a Pujol con 3.000 francos de indemnización... aunque tampoco fue el acabose: teniendo en cuenta que su caché era de 25.000 francos (el caché en aquel momento de la actriz Sarah Bernhardt era de 6.000 francos), ello no significaba mucho. 

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Un éxito absoluto

No obstante, aquel pleito significó desligarse del Moulin Rouge y ponerse por su cuenta con el Teatro Pompadour con el cual empezó una gira por toda Francia e incluso yendo de gira por España y por el norte de África. Todo ello con gran éxito de público aunque, claro, no todo el mundo se tomara demasiado bien el hecho de ver su sacrosanto himno nacional interpretado a ritmo de cuesco.
Joseph Pujol siguió con su espectáculo hasta 1914, cuando la 1ª Guerra Mundial le afectó especialmente a un par de hijos suyos. El varapalo bélico junto a un cambio de gustos del público y una cierta decadencia física (tanto tirarse pedos al final pasa factura) hicieron que el pedómano se retirara de los escenarios, volviera a su Marsella natal a volver a ejercer de panadero y desapareciera totalmente del imaginario popular hasta el momento de su muerte en 1945.  Momento en el cual, la universidad de La Sorbona pretendió comprarle el cuerpo a la familia, aunque sin éxito.
Resulta cuando menos curioso el inusitado éxito que un "friki", que se dedicaba a tirarse ventosidades de forma armónica y disparatada, tuvo en la Europa de finales del siglo XIX y principios del XX. La risa pueril y la distracción transgresora eran síntomas de un cambio social muy profundo que se truncó, igual que el arte de Le Pétomane, tan pronto empezaron a caer las primeras bombas de la Gran Guerra. Un arte extravagante y escatológico que, guste o no, tuvo un éxito sin precedentes.

Cuando los pedos se volvieron arte: Le Pétoman

Joseph Pujol, apagando velas a golpe de pedo


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