Pensar en Pantalla Azul
Algo provoca que, inesperadamente, mi ordenador se “vuelca la pantalla azul” (también conocida en la jerga de los informáticos como “la pantalla de la muerte”).
Tras 3 días con el ordenador en revisión en el taller de mi técnico (pensé que no podría sobrevivir 3 días sin mi ordenador principal): no se encontró ninguna falla. A cambio de un diagnóstico y su solución, obtuve una recomendación: “haz una lista de comprobación de los momentos en que el ordenador se va a la pantalla azul y encontraremos una o varias causas frecuentes”.
Llevo un par de semanas con este método; aunque hay diferentes procesos en ejecución y dispositivos conectados cuando todo se va al garete (la pantalla azul) encontré que hay un factor o proceso que siempre está presente cuando se produce el colapso: el explorador de archivos.
¿Y qué pasa con mi “super-odenador”? Mi mente
A veces noto que también mi mente se me va a la pantalla azul. Mis pensamientos entran en un estado de “deriva” en donde mis asuntos importantes pasan repentinamente a segundo plano y se diluyen; literalmente: “desaparecen”.
Los especialistas suelen describir este estado como “desconcentración” y recomiendan ejercicios que ayudan a poner “la mente en blanco” para prevenir, paradójicamente, perder el foco de lo que uno tiene que hacer. Es como si ante la amenaza de una “pantalla azul”, mejor tener listo un “telón blanco”.
En objetivo de estas prácticas es enfocar la concentración evitando la interferencia de pensamientos intrusos. Dicen, los especialistas, que con la práctica se aprende a relajar el pensamiento antes de un momento de estrés que colapse la concentración.
Siguiendo la misma recomendación para diagnosticar el origen de la “pantalla azul” en mi ordenador, comencé a tomar nota de los momentos en que colapsa mi atención y mi proceso de pensamiento se desenfoca de mis temas importantes.
Por ejemplo, coloco una marca bien visible en los apuntes que estoy leyendo y en los artículos que estoy escribiendo en el lugar donde percibo (luego) que me fui a una “pantalla azul”; inmediatamente me esfuerzo para recordar frente a cuál pensamiento o emoción mi concentración ha colapsado y tomo nota de ese recuerdo en un nota breve (fecha, hora, actividad, situación física, lugar… algún otro detalle que considere pueda estar vinculado a mi repentina “pantalla azul” o “pensamiento intruso”).
Estoy descubriendo cosas notables; yo suponía que el cansancio o estar trabajando con conceptos que supongo muy conocidos o sobre cuestiones en los que tengo “demasiada” experiencia, eran en el motivo del colapso en mi atención.
Pues no: estoy encontrado que en general mi “volcada a la pantalla azul” se produce frente a emociones que me desencadenan pensamientos muy puntuales: la excesiva incertidumbre del resultado económico que obtendré con una actividad profesional.
Ni el aburrimiento, ni el cansancio físico, ni la familiaridad con la actividad. La sensación de incertidumbre es lo que colapsa mi atención sobre esa actividad y dispara en mí una gran cantidad de bloqueos en forma de “distracciones” que me llevan a un indeseado y nocivo estado de procrastinación.
Se supone que como especialista en elaboración de material didáctico y metodologías para la estimulación de las habilidades emprendedoras yo debería saber que la incertidumbre debe ser un poderoso motor cuando media la “motivación” para ir más allá de la frontera.
Pues vengo a descubrir que, al menos en mi propio caso, entre la incertidumbre y el progreso no existe un camino lineal donde media la curiosidad combinada con el optimismo.