De la sección de la autora para "Curiosón": "Mi dios de las pequeñas cosas" @MargaritaMarcos2015
Revista Insólito
Vivir a base de certidumbres, de tener la seguridad de que todo está en su sitio y de que vivimos instalados en esa cómoda rutina que da por sentada la mayor parte de las cosas que esperamos de los demás y que se espera de nosotros, resta emoción a la Vida, la despoja de ese pequeño toque de imprevisibilidad, que hace que alguna mañana se vea de pronto sacudida por una llamada largo tiempo esperada y que nunca pensaste que llegaría, por un encuentro casual en la calle con esa persona que un día fue parte de tu vida y que, aunque ya no esté en ella, te abraza con fuerza cuando la acera por la que ambos caminamos no es lo bastante ancha para eludir el saludo, y te agradece que te pares y sonrías mientras os miráis a los ojos; por esas peonías que sabe que te encantan y que antes de salir de casa ha cortado del jardín para ti y que te entrega con un escueto “Acabo de recordar que te gustan“; por escuchar una canción que hace tiempo que habías olvidado y que cantaste muchas, muchas veces en voz alta y que ahora te provoca una sonrisa enorme mientras intentas recordar cuándo fue la última vez que la cantaste y con quién. Porque a lo mejor, solo a lo mejor, a alguien no le cuesta decirme hoy que me quiere. Pero es igual; tal vez le cueste decirlo, pero a mi no, así que lo haré yo. No quiero que llegue el día en el que no haya nada que decir, porque cuando sabemos que nada es seguro, todo es posible, y eso ya es una promesa, pequeña e imprevisible, pero lo es.