Clement L. Wragge, un meteorólogo australiano del siglo XIX, fue el primero que bautizó los huracanes. Al principio eligió nombres bíblicos, como Zaqueo, Uza o Tamar. Sin embargo, también se atribuye la costumbre de darles nombre a un operador de radio de la Segunda Guerra Mundial, cuando se advertía a la Fuerza Aérea estadounidense de que un tornado estaba por llegar. El operador de radio silbaba una cancioncilla popular que decía: “Toda brisa pequeñita parece susurrar: Luisa”. Así que el ciclón recibió ese nombre.Hasta 1979, la Comisión Meteorológica de Estados Unidos sólo otorgó nombres femeninos a los huracanes, pero el servicio meteorológico australiano comenzó a asignar nombres de ambos sexos. Hoy en día se reúne una comisión y prepara los nombres que se van a poner a cada tifón empezando por la A y finalizando por la Z.