Hay muchas cosas que los niños pequeños no están preparados para entender sobre el mundo que los rodea. Consecuentemente, “llenan esos vacíos o esos huecos”, inventando sus propias explicaciones mágicas sobre cómo funcionan las cosas. A medida que se van desarrollando, empiezan a entender el funcionamiento básico de las cosas (“Si aprieto este botón, el poni saltará fuera del establo”). Adquieren esta información y la combinan con su inmensa imaginación, desarrollando ideas fantásticas sobre por qué y cómo suceden estas cosas. El juego simbólico (jugar a ser otra persona) permite que los niños practiquen nuevos roles (como el de un superhéroe, una princesa, un animal salvaje y hasta un padre) y que aprendan a solucionar problemas de una forma creativa. Pero también les ayuda a afrontar otro obstáculo propio de los años de preescolar: las emociones fuertes. Su hijo puede “castigar” a sus muñecas a quedarse solas en la habitación o bien regañarlas por acciones similares a las que él ha cometido antes. O se puede inventar un amigo imaginario (que se porta mucho peor que él) para ayudarle a afrontar sus sentimientos de culpa y de remordimiento tras un episodio donde haya perdido el control, como cuando pega a un compañero de clase en el colegio. El autocontrol es una habilidad difícil de aprender, y el juego simbólico ayuda a los niños a practicarlo, así como a expresar la frustración que puede generar.
Algunas de las formas de favorecer el mundo de la fantasía en su hijo son:
- Siga su juego y fantasía.
- Escoja juguetes “pasados de moda”.
- Limite el uso de juguetes electrónicos.
- Léale para estimular y favorecer el lenguaje.
- Planifique tiempo libre para que juegue por su cuenta.
- Limite el tiempo que pasa delante de una pantalla.
(Modificado de KidsHealth)