Los generales Montgomery y D.D. Einsenhower
Tengo reciente la lectura del voluminoso libro de Antony Beevor "El día D". Lo terminé este jueves. Con anterioridad había abosorbido otro trabajo de este autor dedicado al cerco de Stalingrado. La lectura en esta ocasión no ha guardado relación con la fracmasonería. Ni siquiera la afiliación del general Bradley, mano derecha de Eisenhower y actor principal de los ejércitos americanos durante el desembarco de Normandía, me permitiría encontrar un extraño nexo de unión entre la liberacion de Europa, los combates que tuvieron lugar en Normandía y la antigua cofradía heredera de los gremios de canteros y constructores. En esta ocasión, mi lectura no ha tenido otra causa que el deseo de conocer más sobre un hecho crucial en la historia europea y preparar, al menos mentalmente, un viaje anhelado desde hace mucho tiempo.
A medida que he ido pasando las páginas escritas por Beevor, he podido conocer una parte de los líos existentes en el seno del mando aliado, y de los cuales fue a menudo protagonista el conocido general británico Bernard Law Montgomery, más conocido por su apellido o por el mote que le pusieron sus soldados. Montgomery asumió el mando de las fuerzas británicas y también el del enjambre de soldados formado en buena medida por aquellos a los que la guerra les quedaba muy lejos o cuyos países habían sucumbido tres o cuatro años antes. Es el caso de canadienses, holandeses o polacos. No sale muy bien parado Monty en la obra de Beevor. Quizá por su indecisión, por su afan de protagonismo, por el sentimiento de rivalidad que surgía en cuanto aparecía en escena el ejército americano...
Frente a él, los otros comandantes de las fuerzas aliadas era Eisenhower y Bradley. El que luego llegaría a ser presidente de los Estados Unidos y se fundiría en un abrazo con Franco, Eisenhower, ejercía entonces de comandante supremo del mando aliado.
Tanto a unos como a otros les correspondió afrontar en sus respectivos sectores situaciones terribles: Es conocida la carnicería que sufrieron las fuerzas americanas al desembarcar en las playas que se les habían asignado en Normandía; y por su parte las fuerzas británicas se llevaron la peor parte en el avance hacia el corazón de Francia, al toparse de frente con la resistencia acorazada alemana.
Eisenhower, que debía tener una mano izquierda y paciencia extraordinarias, supo sortear todos conflictos generados entre sus oficiales. En muchos de ellos siempre aparecía implicado Montgomery.* Me imagino que el agotamiento de la paciencia de Eisenhower no debió ser cuestión de un día, sino resultado de una acumulación de golpes propinados por el general británico.
Dice Beevor que cuando los americanos, atendiendo a las presiones de De Gaulle, decidieron desviar en dirección a París a la famosa Segunda División Blindada del General Leclerc, a Montgomery le sentó como un tiro. De hecho no quiso participar en la liberación de la capital francesa. Y se negó a acompañar Eisenhower, Bradley y De Gaulle en una visita a la ciudad pocos días después del desalojo del ocupante nazi.
El vaso debió desbordarse cuando, acabada prácticamente la contienda, la lengua de Montgomery se aflojó del todo, atribuyéndose méritos que no le correspondían a la par que criticaba a un ejército, el americano, sin cuyo apoyo, Gran Bretaña, agotada tras una enconada resisentecia de cinco años, no hubiera podido hacer absolutamente nada.
Eisenhower nunca perdonó la deslealtad de Monty; y tal como suele suceder con quienes atesoran una extraordinaria paciencia y un día la pierden, soltó, veinte años después, todo lo que llevaba dentro cuando en una entrevista le preguntaron por el general británico: "Ante todo es un psicópata... No olviden lo siguiente: Es tan egocéntrico, que este hombre -todo lo que hace es perfecto- no ha cometido ni un solo error en su vida."
*En la fotografía, tomada probablemente el 27 de agosto de 1944 -dos días después de que el blindado Guadalajara aparcara ante el edificio histórico del Ayuntamiento de París- se puede ver, de izquierda a derecha, al General Bradley, a D.D. Eisenhower, al general francés M.P.Koenig y a Arthur Tedder, alto mando de la Royal Air Force y representante británico en tan especial ocasión. Ni rastro de Montgomery que, según manifestó, ese día estaba muy ocupado.
Et si omnes, ego non.