Creo que la culpa es de mi abuelo Humberto. Yo no lo conozco hace mucho, porque no tengo ni dos añitos, pero… ¿vieron cómo son los familiares, no? Siempre andan contando cosas y entre esas cosas, mi mamá me contó que mi abuelo es fanático del helado. Ella también, pero al parecer, mi abuelo le gana por goleada. Es de los que no puede admitir que quede helado para el otro día, hay que terminarlo todo. Es de los que se frenarían en cada heladería para comer un poco de helado, pero no lo hacen por una cuestión de salud (y dinero). Es de los que comparten todo, todo, todo, menos el helado (bueno, lo comparten, pero si fuera por ellos se lo comerían todo sin compartir). Es de los que se pueden comer un kilo solitos y de los que atacan la heladera de madrugada si saben que todavía hay algún resto de helado. Bueno, yo creo que voy a seguir el mismo camino. ¡Me encanta el helado! ¡Y eso que todavía no probé ni el 5% de los gustos que sé que existen!
Mi cara de felicidad probando la primera cuchara de helado.
Así que no se imaginan la felicidad que sentí cuando mis papás me dijeron que nos habían invitado a la Universidad del Helado! Estábamos en Bologna o Bolonia (una ciudad hermooooosa que ya mis papás les contarán un poco más) y una tarde nos fuimos a la Universidad del Helado. ¡Sí! ¡Existe una Universidad del Helado y está en Bologna! Bueno, a unos pocos kilómetros.
Desde septiembre de 2012 funciona, junto a la universidad, el Museo del Helado. Un lugar ideal para conocer la historia del helado, pero también de las máquinas y de la cultura que lo rodea.
Entrada a la Universidad y al Museo.
Alumnos en plena clase práctica.
Jugando antes de entrar al museo.
Vista general de un sector del museo.
El lugar es amplio y lleno de cosas a mi alcance (por eso me tuvieron que perseguir todo el tiempo). Mientras mi mamá escuchaba atentamente las explicaciones de la guía, mi papá me perseguía entre máquinas y mostradores llenos de cosas lindas. Si bien corrí mucho, me porté muy bien. No toqué ni rompí nada. Salvo las cosas que la guía me dejaba tocar, como una de las máquinas.
Mis ganas de jugar eran más fuertes que mi curiosidad por aprender la historia del helado, pero eso también me importaba, así que después, mientras volvíamos al hotel, mi mamá me contó un poco de qué se trata todo esto. Eso sí, me aclaró que, como todas estas cosas que nacieron hace muuuuuccchoooooo tiempo suele haber varias versiones de los inicios y de la propia historia. Pero siempre es lindo conocer, aunque sea, una versión.
Parece ser que todo comenzó en los siglos XII y XIII a.C. En esa época, el helado como lo conocemos hoy no existía, pero se supone que sus antecesores eran las bebidas frías que se hacían en Egipto, Mesopotamia o China, entre otros lugares. Desde esos tiempos, las personas querían refrescarse ante el calor sofocante y una manera de hacerlo era con bebidas frías. Al hielo o nieve le agregaban azúcar o algún jugo para darle sabor. Pero en ese entonces no había refrigeradores como ahora, entonces había que ingeníarselas de otra manera para conservar el poco hielo/nieve que podía conseguirse. Ese hielo/nieve estaba en las zonas más altas, montañosas muchas veces, y había que ir a buscarla para después conservarla en lo que llamaban cantinas de frío. Estas cantinas eran como cavernas subterráneas, algunas de las cuales alcanzaban los 30 metros bajo tierra. Pero, claro, ustedes pensarán lo mismo que yo… mucho tiempo no aguantaban…
Esas bebidas frías, que los que saben dicen que son el antecedente del helado, estaban destinadas a los más ricos, porque los demás no tenían los medios para que mantuvieran esa característica.
Imagen de cómo serían esas cavernas para conservar el frío.
La historia dice también que en el siglo XI a.C los árabes inventaron el jarabe dulce considerado el primer sorbete del mundo. ¿Cómo se hacían? Calentaban agua con azúcar y flores o hierbas. El tema después era el enfriamiento. Y lo resolvieron de una manera que sirvió como sistema para las futuras máquinas de hacer helado. Alrededor del recipiente donde estaba la mezcla del jarabe se colocaba una mezcla de nieve y sal.
Ilustración de cómo preparaban el jarabe dulce.
Una de las cosas que la guía repetía todo el tiempo (y yo me mareaba bastante) era que no teníamos que confundir el sorbete con el helado. El “sorbete” es helado con base de agua y el “helado” es un helado con base de leche y nata.
¿Saben donde nació el primer helado-helado?
El primer helado nació en la segunda mitad del mil quinientos en Florencia, Italia. La leyenda dice que Catalina de Médici fue la primera que lo probó. Cuando se estaba organizando la boda con Enrique II de Francia, la reina quería que se preparara algo especial para ese acontecimiento, entonces, Bernardo Buontalenti, un “químico” que trabajaba para la corona, creó por primera vez una mezcla fría y cremosa con leche, nata y azúcar. Cuando Catalina la probó se enamoró de ese dulce y al irse a Francia llevó consigo la receta.
¿Saben dónde se abrió la primera heladería?
¡La primera heladería se abre en París en 1686! Pero fue un italiano, Franceso Procopio Coltelli, de Sicilia, el encargado de hacerlo. Esa primera heladería funcionó como una especie de café literario donde concurrían intelectuales, poetas y escritores, muchos de los cuales contribuyeron a escribir las primeras recetas.
A partir de ese momento hay una democratización del helado porque llega a más personas.
Muchos italianos comenzaron a viajar por el mundo para dedicarse al negocio de los helados. Los primeros destinos en Europa fueron Alemania, Austria y Hungría, entre otros. Allí abrían heladerías y las familias enteras se trasladaban para la actividad comercial. Los primeros heladeros “salieron” de pueblos de Italia como Cadore. ¿Sabían que en Buenos Aires hay una heladería muy famosa que se llama “Cadore”? ¡Viene de ahí el nombre!
Objetos relacionados con el helado
El museo también tenía un montón de “objetos” relacionados con el helado. Lo que más me gustó a mí fue la máquina de hacer cucuruchos. ¡Estaba buenísima! La guía nos contó que al principio los helados se servían en cucuruchos de papel. Sí, pensaron lo mismo que yo… ¡se caía todo! Por eso, 1903 se inventó el de galleta.
En cambio a mi mamá le encantaron las cajas donde transportaban los cucuruchos a las heladerías. Ella no me lo dijo, pero yo la conozco y creo que se las imaginó de adorno en la cocina de casa.
Yo quería saber más de las máquinas. Si bien mucho no entendía, ¡era lo que podía tocar! Al parecer, todas funcionan con el mismo sistema: dos cilindros, el del interior con los ingredientes y las espátulas, el del exterior con el frío. Las primeras máquinas eran manuales, es decir que las espátulas las movían las personas. Por eso, solo podían hacer poca cantidad por vez. La guía nos mostró cómo fue el avance de las máquinas y cómo dejaron de ser manuales y pasaron a ser mecánicas. En 1927 apareció la primera máquina con un motor mecánico.
Al parecer, Bologna es la capital del helado porque de esta ciudad salió la mayor y más importante tecnología para hacerlo y aquí se encuentran las fábricas de máquinas más famosas, como Carpigiani.
Pero lo más rico del helado es… COMERLO!!!
Así que después de recorrer el Museo del Helado Carpigiani nos fuimos a la heladería donde se fabrica el helado y, lo más importante, donde se come!
Mis papás aprendieron algo sobre los tipos de azúcares y mezclas, y elaboraron helado de kiwi. Pero lo más divertido fue cuando mi mamá sirvió el helado. No sé por qué, pero se mataban de risa. Y cuando ellos se ríen, yo me río más.
Yo soy muy chiquito todavía, pero si van con nenes más grandes pueden elaborar helado y probarlo! ¡Hay talleres para niños de varias edades, sobre todo en vacaciones! No dejen de averiguar todo en la web del Gelato Museum Carpigiani.
¡Muchas gracias a todos por recibirnos tan bien y hacernos pasar un hermoso momento!
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Agradecemos a Emilia Romagna Tourism por la organización del blogtrip y de la visita al Museo del Helado. Pueden seguir el viaje nuestro y de otros bloggers bajo los hashtag #inemiliaromagna o #viaemilia. ¡