Nuestra vida se compone de acontecimientos inesperados, que llegan a nuestro lado y se convierten en parte de nosotros, como esa ráfaga de viento que te visita una tarde de otoño, hace volar todo lo que está a tu alrededor y se cuela dentro de tu ser, cambiando para siempre el panorama que tenías ante ti. Y así es cómo ha transcurrido mi verano, de la forma mas inesperada y emocionante que jamás hubiera podido imaginar.
A comienzos de verano me encontraba algo desanimada, pues visualizaba unas vacaciones similares a las de estos últimos años en los que la crisis económica me ha impedido marcharme más allá de lo que hubiera podido desear y me veía a mí misma en el mismo pueblecito costero donde he veraneado desde que nací, lugar al que por otra parte me encanta regresar cada año, pero cada una de las vacaciones transcurridas allí son como una repetición de la anterior, carente de emociones y de nuevas sensaciones, necesarias para todo ser humano sentirse vivo e ilusionado.
A pesar de ver que todo a mi alrededor parecía estático, intentaba seguir el ejemplo de mi padre, que siempre ha tenido fe en sí mismo y piensa que lo mejor de la vida está a punto de llegar. Así, me armé de valor y comencé a llenarme de esperanza y a pensar que algo maravilloso estaba a punto de aparecer y cuando haces posible dentro de ti mismo que algo bueno pueda llegar a tu vida y lo alimentas y crees en ello, algo mágico se produce. Se enciende tu mecha interior y entonces sucede algo inesperado que cambia todo tu panorama, como así ha sucedido, tal y como ahora te contaré.
A mediados de junio mi padre nos comentó que su empresa le había comunicado que le iban a jubilar a finales de Julio pues ya no tenían nuevos proyectos para él. A sus 66 años recién cumplidos, siendo un profesional con una larga trayectoria y muchos años de experiencia y lejos de desanimarse, comenzó a enviar su curriculum a algunas empresas, pues mi padre necesitaba seguir trabajando para mantener la economía familiar en estos tiempos de crisis, como le sucede a muchas familias y por otra parte, él se sentía capacitado para ello y creía en sí mismo y en sus posibilidades. Sin embargo mi madre, mi hermana y yo pensábamos que a su edad no le contratarían y le comentamos que debía desistir en su búsqueda de empleo con el fin de que no se sintiera desalentado por no recibir ofertas. Pero él no se desanimó y siguió adelante. Y cuál no será nuestra sorpresa, cuando en poco menos de un mes recibió de la forma más inesperada que puedas imaginar, una muy buena oferta laboral para trabajar en Turquía durante los próximos cuatro años y así es cómo toda la familia nos hemos embarcado en un fascinante viaje a Turquía para acompañarle en el comienzo de su nueva aventura laboral.
Debo reconocer que he pasado las mejores vacaciones de mi vida, abandonando mi a veces solitaria existencia y recorriendo junto a mis padres y hermanos las hermosas calles de Estambul, donde nos hemos visto envueltos en el aroma de las mil y una especias y hemos contemplado la belleza de cada atardecer frente al Bósforo, en esa estrecha franja donde Asia casi le da la mano a Europa. Cada día hemos amanecido rodeados de mar y de cielo con la ilusión de recorrer lugares que nunca antes habíamos contemplado, hemos visto nuestro rostro reflejado en los azulejos multicolor de las antiguas mezquitas y nos hemos perdido por los bazares de Izmir, con sus calles secretas envueltas de siglos de misterio. Hemos paseado por la antigua ciudad de Éfeso y probado sabores únicos que llenan tu alma de sensaciones que desconocías y entonces he pensado que nuestra vida está llena de oportunidades maravillosas y nunca sabes cuándo van a aparecer, pero la vida misma te enseña que si estás preparado, mantienes la ilusión y te subes a ese acontecimiento inesperado que llama a tu puerta, cada día puede ser mágico y diferente.
Y ahora, de vuelta en el presente, cuando cierro los ojos cada noche, me voy a dormir con una sonrisa y los mejores recuerdos grabados en el alma, dando gracias al Universo por haberme traído las vacaciones más felices de mi vida...casi sin esperarlo y además he aprendido una importante lección que mi padre nos ha enseñado y es que jamás debes tirar la toalla ni dar todo por perdido. No importa cuáles sean tus circunstancias ni lo que los demás piensen, lo importante es lo que tú pienses de ti mismo.
Y tú...¿alguna vez has esperado que te suceda algo inesperado?. Todos debemos aprender a vivir con una dosis de incertidumbre diaria en la que no sabes qué va a ser de ti, ni de tu vida, pero si extraes la parte positiva de esa inseguridad que permanentemente nos rodea, verás la otra cara de la moneda de la duda, que no es otra que creer en la posibilidad de que un acontecimiento positivo puede llegar a tu vida de forma inesperada y cambiar todo.
¿Por qué siempre esperamos que nos suceda algo malo? Espera algo bueno y tú mismo podrás escribir tu propia historia, donde siempre serás el protagonista de tus sueños y de la vida que desees. Te invito a que abras las ventanas de tu alma a la oportunidad de que un acontecimiento nuevo e inesperado inunde tu vida de luz y color, pero debes dejar que ese instante mágico se produzca y eso sólo sucederá cuando pierdas el miedo a vivir y estés seguro que en algún rincón de la tierra se encuentra ese trocito de felicidad que te pertenece.
Yo lo he descubierto este verano ¿y tú?...sólo sucederá cuando confíes en ti mismo y en las posibilidades de lograr aquello que desees.