Hoy, en mi perfil personal de Facebook, compartía un vídeode Azucena Cabellero, co-directora de la Pedagogía Blanca, en el que hablaba sobre el desconocimiento que hay en torno a la crianza respetuosa o como la llaman algunos, la crianza con apego. Ella explicaba que ya estaba harta de ver cómo la gente habla desde el desconocimiento más profundo prejuzgando a los padres que criamos así y a los niños que son criados de este modo respetuoso para ellos.
Lo he compartido porque me he sentido, como tantas y tantas familias, muy identificada con cada una de sus palabras, ya que, en mis 7 años de maternidad, numerosas son las ocasiones en las que he sido juzgada por criar a mis hijos desde el respeto y el amor incondicional.
Pensaba que, a estas alturas, ya me daban igual los comentarios de los demás, que ya todo me resbala y me siento tan segura de lo que hago que no tengo por qué preocuparme de lo que dicen los demás…pero hoy, qué cosas, precisamente hoy, después de compartir ese vídeo, me ha vuelto a pasar algo que me ha hecho sufrir de nuevo esa ignorancia de la gente, que me ha hecho hasta llorar de rabia ante tanto desconocimiento y el daño que este puede llegar a hacernos, a padres y a hijos.
En esta ocasión no me voy a parar a explicar por enésima vez qué es la crianza respetuosa, aquella que genera un apego seguro y sobretodo, niñas y niños felices y libres. El que no sepa bien de qué va o piense que este tipo de crianza es sinónimo de dejadez, de falta de límites y normas o de tener a tus hijos apartados del mundo, por favor, que deje de leerme inmediatamente e investigue la verdad sobre ella, que hay información suficiente por Internet como para hacerse un máster... No voy a explicar nada porque ya estoy cansada de dar explicaciones, porque es cansado y porque no sirven de nada y por supuesto, porque no hago nada malo como para tener que darlas.
He recibido todo tipo de críticas desde que mi hijo era un bebé, por parte tanto de familia, como de amistades, como de conocidos, médicos…incluso por parte de totales desconocidos, todos ellos, parece ser, “expertos” en educación… Tantas he recibido que, lo primero que digo a las mamás embarazadas que asisten a mis talleres sobre la lactancia materna, es que se compren un buen chubasquero, uno que resbale bien todas las críticas y consejos no pedidos que van a recibir a partir de que sus bebés nazcan… Es así. Es curioso como todo esto recae sobre las madres, nunca critican al padre...siempre a la mujer, por supuesto...
Ya, desde antes de nacer Casato, recibí críticas por tener pensado amamantarlo, también recibí millones de consejos no pedidos sobre cómo y con quién (solo, con nadie) debía dormir mi bebé, sobre que el biberón era más… ¿cómodo?, sobre cuándo y qué darle de comer, sobre cómo vestirlo (lo llevas demasiado desabrigado, demasiado abrigado…), sobre cuántas veces mamaba (lo tienes todo el día enganchado, mama demasiado poco…), sobre cuándo debía y cómo dejar el pañal, que si necesitaba socializar en una guardería porque…yo era adulta y mi bebé necesitaba a otros bebés, sobre la forma “correcta” de educarlo para enfrentarse a la vida “real”… TODO, absolutamente todo me fue criticado por unos y por otros durante los primeros años de Casato. Y no penséis que fue distinto con mi pequeña guerrera, a pesar de ser la segunda, recibí las mismas críticas…pero ya no me importaron tanto.
Todo esto fue así durante sus primeros 3 años, tiempo en el que pude ir toreándolos a todos, hasta que llegó la edad a la que los niños “deben ir al colegio”. Lo pongo entrecomillado porque es algo absurdo verlo como una obligación, más que nada porque en España, la escolarización obligatoria comienza a los 6 años, edad a la que debes meter a tus hijos dentro del “magnífico” (léase con ironía) sistema educativo que tenemos y pasar por el aro, a no ser que podamos permitirnos la opción del homeschooling, opción que yo no pude tener en cuenta por imposibilidad de la misma en nuestro caso, no porque no quiera, desde luego…y lo digo abiertamente y sin miedo.
Casato, como ya sabéis los habituales de mi blog, no fue al cole con 3 años. Nos mudamos de casa, mi hija estaba a punto de nacer…y eran demasiados cambios para él como para también meterlo en la escuela y como no tenía ninguna necesidad de escolarizarlo, no lo hice. Ha sido lo mejor que pude hacer por él, porque pudo ser, por un año más, un niño libre y feliz, muy feliz. Durante ese año ni os imagináis las palabras, miradas, gestos, consejos de desaprobación que yo recibí… ¡en una etapa educativa no obligatoria!, además, no paraban de bombardear a mi pequeño con preguntas sobre el cole, dando por hecho que ya iba por su edad…increíble. Hasta profesores conocidos me bombardearon intentando convencerme de que escolarizara…como si estuviera haciendo algo malo, intentándome hacer sentir mal…que mi hijo iba a sufrir las “terribles consecuencias” de no ir a la escuela con 3 años.
Lo escolaricé a los 4, cuando ya estábamos bien establecidos en nuestro nuevo hogar y él ya se sentía preparado para ir. Pues sí, fue él mismo el que decidió ir, al igual que mi pequeña guerrera pidió ir al cole con 3 años y así se hizo y es muy feliz con su decisión, va contenta y le encanta. Sinceramente, a mí me vino bien escolarizarlos, porque eso me permitió volver a trabajar, tal y como hago ahora, algo que deseaba hacer desde hacía tiempo, tras dedicarme en exclusiva a su crianza.
Durante su primer año escolarizado Casato no lo pasó muy bien…no por el cole en sí, que le gustaba, sino porque me echaba de menos (como todos los niños, el mío no es especial), porque perdió a su abuela poco después de empezar (ya os lo conté lo de mi mamá, hecho que lo dejó muy marcado y lo pasó fatal hasta hace poco), porque, al entrar al cole, comenzó a enfermar cada dos por tres con montones de virus diferentes…todo esto hizo que faltara a menudo. Ya desde entonces estuvimos en el punto de mira… y nos “avisaban” de que, una vez escolarizado, estábamos obligados a llevarlo. Y por supuesto, la amenaza de “a las 5 faltas se llama a Servicios Sociales hizo su aparición.
A sus 5 años fue mejor, iba infinitamente más feliz, encontró ese año a su mejor amiga Emma, la que le devolvió las ganas de ir al cole cada día con tal de pasar un rato con ella…pero su salud seguía regular y tras pasar una neumonía, vinieron numerosas crisis de asma con la alergia, idas al hospital de urgencia para que le pusieran oxigeno…. Todo ese tiempo, obviamente, tampoco pudo asistir al cole. A pesar de ello, siempre ha tenido un nivel muy por encima de la media de la clase, todo son notables y sobresalientes (a mí no es que me importen mucho las notas, pero para ellos, se supone que es lo que se persigue desde la escuela ¿no?)
Este año está en 1º de primaria y, por fortuna, todo eso ya pasó, su salud va mejorando a pasos agigantados a sus 7 añitos, pero todavía tiene que faltar en ocasiones, como en estos días, una semana sin ir a clase con varicela… ¿qué le vamos a hacer?
Ya os podéis hacer una idea de por dónde voy… ¿verdad? Pues sí, todo viene desde ahí, ahora, muchas de las presiones vienen desde allí y a causa de esto.
Cuando tomas la decisión de escolarizar a tus hijos lo haces con todo lo que ello conlleva. Evidentemente, no permitiría seguir llevando a mis hijos al cole si supieran que estaban mal, o sufrieran acoso o mal trato por parte de profesores o compañeros. Pero por fortuna no es el caso, ellos son felices, van contentos y lo demás…todo lo que no me gusta…pues ya intento yo remediarlo en casa (y cuando digo casa no me refiero a tenerlos enclaustrados aquí, como muchos parecen pensar, sino a incentivar su imaginación, su motivación y sus ganas de aprender lo que realmente les apasiona desde dentro, desde la crianza), pero, una vez que están cursando y ellos están felices, lo que deseo es que se integren lo mejor posible, que se sientan cómodos allí y que se sientan bien con todos sus compañeros y con los maestros, por supuesto, parte primordial en esto de la escuela… esos con los que “más vale tener suerte”, y tanto que es cierto esto… En nuestro caso y hasta el momento, esa suerte nos está acompañando.
Sí, me encanta tener a mis hijos en casa, por supuesto, aunque eso suponga que ese día no pueda trabajar y por tanto ese día no gane dinero y sí, soy de esas madres en peligro de extinción que desea con todas sus ganas que lleguen las vacaciones de verano para estar con mis hijos todo el tiempo posible. ¡Me encanta que estemos juntos y disfrutarnos!, pero no…no voy a dejar que mis hijos falten al colegio porque sí, aunque reconozco que, mientras estuvo en infantil, un par de días sí que nos quedamos todos juntos por gusto, por disfrutarnos y porque mi hijo necesitaba un descanso desesperadamente.
Ni os imagináis cuánto me duele cuando mis hijos se tienen que quedar en casa, porque eso significa que, o están enfermos ellos, o lo estoy yo y me encuentro sola y ellos se ven perjudicados, ya que ni pueden ir a clase ni yo los puedo atender como se merecen, o está pasando algo tan grave en nuestro entorno que nos impide llevar un día a día normal, como sucedió con la muerte de mi madre o la enfermedad de mi padre… Bueno, sí, seguro que como padres os lo podéis imaginar…pero parece que no todo el mundo es capaz de hacerlo…y juzga sin tener ni idea.
Este año me he sentido profundamente juzgada ya en varias ocasiones y todas ellas, a causa de las faltas de mi hijo…que no son tantas, si lo piensas y tampoco son más que las de otros niños de familias a las que no juzgan de la misma manera. ¿Casualidad o tiene que ver por mi forma de criar?, porque la conocen…saben qué tipo de crianza utilizo con mis hijos, ¿por qué esconderla?En el momento que mi hijo no va, ya dan por hecho que no lo llevo porque no quiero…o porque, como me insinuó una persona partícipe del centro al compararme con, “muchos padres no llevan a sus hijos para poder dormir hasta tarde tras una noche de fiesta” Esa misma persona también me “advirtió” del daño que les estaba haciendo a mis hijos al “obligarles” a dormir en mi habitación…en fin, ¿qué os voy a contar yo sobre el colecho si ya lo he dicho todo?
También insisten en la maldita socialización, como si el hecho de que mis hijos falten unos días a clase (por motivos forzados desgraciadamente), supusiera que los tuviera encerrados aquí, en una habitación, sin hablarles ni hacerle caso, encarcelados… (Ah claro, es que durante las cinco horas que pasan en clase, sentados y sin poder hablar, socializan mogollón entre ellos, pero que un montón, oiga, o en media hora de recreo…). Hoy los tiros han ido por ahí…tras la semana de Casato sin ir a clase por la varicela (sí, es contagioso, sí tiene que estar aislado ese tiempo y sí, lo ha indicado el pediatra, no me lo invento yo para dejar a mi hijo solo y aislado del mundo y de la socialización (léase con ironía de nuevo))
¿De verdad no piensan antes de hablar?, ¿de verdad no se dan cuenta del daño que pueden hacer presuponiendo y prejuzgando las cosas de ese modo?, ¿comparándonos con padres que utilizan el desamparo y la falta de atención y límites como crianza? ¿De verdad piensan que no queremos que nuestros hijos tengan amigos y socialicen (de verdad) para sentirse integrados?
Estoy muy cansada, profundamente cansada de esta situación… en la que siempre te sientes bajo el punto de mira, continuamente juzgada, hagas lo que hagas, perseguida por criar a tus hijos con amor y respeto, por salirte de la “norma” de criar a niños apáticos, sumisos, obedientes…tristes. Y todo por no tener ni idea de lo que significa la palabra RESPETO. Lo que significa criar a seres humanos que se sientan respetados desde su infancia…
El futuro es de ellos, es la única esperanza que me queda…