Una novela sobre la capacidad para influir en la vida de los demás de manera fortuita y el imposible retorno a la infancia
Óscar es un fotógrafo de éxito que reside en Nueva York con Manu, su pareja. Pero no se siente a gusto en esa relación y decide regresar a Madrid para tomarse un tiempo y poner en orden sus sentimientos. Ya en su país, es recibido por sus mejores amigos: Vir, Mon e Isaac; por su hermano Dani y por su madre, quienes deciden darle una fiesta de bienvenida. Pero todo se transformará en pesadilla al producirse un asesinato cerca del local donde celebraban el convite.
A partir de ese momento, Óscar deberá lidiar con el inexorable paso del tiempo para intentar recuperar las relaciones con sus amigos. La vida no les ha sonreído a todos, sólo a él, y todos han visto cómo sus sueños de juventud se convertían en otra cosa. En este sentido, conviene destacar que Cuando todo era fácil (Editorial Tres Hermanas) es una novela profundamente reflexiva, dotada de un amplio monólogo interior que, sin embargo, no impide que la trama avance.
Óscar es un producto genuino de los ochenta, aquella generación en la que nuestros padres nos aseguraron con vehemencia que podríamos llegar a ser lo que quisiéramos, con tal de estudiar. Porque el título se necesitaba para todo (incluso para barrer la calle, se afirmaba entonces). Convencidos de sus palabras, estudiamos, llegamos al mercado laboral, a los contratos basura, a los falsos autónomos, a los sueldos de miseria, y nos sentimos como si alguien nos debiera algo. Y todo ello se producía en medio de una especie de euforia nacional por la construcción, en la que los contratos se adjudicaban a dedo y todo el que tenía un amigo en el ayuntamiento llegaba a ser alguien en la vida.
Fernando J. López resume esos años con gran maestría y una gran nostalgia por el joven que fue Óscar. Sobre todo destaca la música y la rebeldía de aquellos años en los que lo más emocionante que hacíamos era caminar por la Gran Vía. Se ha dicho que es una novela que conecta profundamente con el lector, ya que muestra las mismas inquietudes. Y no puedo estar más de acuerdo. El libro analiza temas que a todos nos preocupan y experiencias por las que hemos pasado. No sólo el no caer bien en el colegio, sino el orgulloso aislamiento que los amigos íntimos exhiben contra el mundo y las banderas que fueron de toda una generación. También aborda otros temas, como la homosexualidad, los sentimientos reprimidos, el salto generacional entre padres e hijos y las nuevas tecnologías como forma de comunicación y la paradoja que engendran. Salvan el tiempo y la distancia, pero nos obligan a estar cada vez más solos.
De todo esto aprende Óscar, el protagonista. De cómo permanecer junto a las personas que más nos conocen, que suelen ser los amigos y de cómo a veces, poner tierra de por medio es la peor manera de hacer las cosas. Y de cómo los pensamientos obsesivos y la autoinculpación pueden acabar con todo, a veces de manera irremisible. Pero el autor no suelta moralina ni nos propone un viaje de contrición. Eso queda en manos del lector que verá cómo los fantasmas de Óscar son en ocasiones los suyos propios.