
Cuando todo está perdido, es (era) la gran apuesta de Robert Redford por regresar a las grandes ligas. En un filme de casi dos horas de duración que sólo abarca 3 elementos: el actor, el barco y la inmensidad del mar (al más puro estilo de Life of Pi, pero sin el elemento fantástico). Vamos, ni siquiera sabemos la historia detrás: empezamos y terminamos en el mar, sin otra voz, u otro elemento que los tres mencionados. No hay una historia detrás, no hay un giro de tuerca. Es simplemente poner la cámara en un barco, cual programa educativo de "sobreviviendo a la naturaleza" del canal geográfico, y seguir la travesía en una tormenta de un hombre que se animó a subir y disfrutar un día soleado en su bote.

academia. Aunque no estamos en este blog para entrar en polémicas (como Redford acusando a la misma distribuidora de no invertir mas dinero), y si bien estamos de acuerdo en que no fue precisamente una enorme película que merecía todos los reconocimientos, es de una manufactura que podría o no valer la pena (según la fobia de cada espectador al agua), por lo menos una vez para valorar la película.
Calificación.

