Revista Opinión
Ante la salida de Zaratustra de la cueva tras sacar a la luz la fórmula mágica que iba a solucionar la crisis, el personal ha quedado un tanto decepcionado. Me refiero a sus votantes, yo no tenía fe en el nuevo presidente ni en su equipo, cuyos miembros más conocidos se caracterizan por su falta de respeto a la verdad, su arrogancia en la descalificación y su beligerancia contra las Fuerzas de Seguridad del Estado cada vez que se descubre un caso de corrupción entre los militantes de su partido.
Esa rapidez que emplean para arropar al presunto no la manifestó Rajoy a la hora de explicar las medidas adoptadas y prefirió que el marrón se lo comieran los subalternos, por eso sorprendió que dijera en su rueda de prensa que a él le gusta dar la cara. Sí, a toro pasado. También podría haber anunciado que se presentaba voluntario a la invasión de Perejil.
No fue mucho lo que dijo antes de las elecciones, no le hacía falta, pero realmente ha batido el récord de contradicción por unidad de tiempo, y el más difícil todavía, se ha cargado el mantra al que se agarraba cada vez que le preguntaban por su solución: “Generar confianza”. Pues, francamente, ha demostrado que no es un tipo de fiar. Para colmo tiene a dos de sus referentes políticos sentados en el banquillo. ¿Logrará convencer a Merkel de que no es el caciquillo de una república tercermundista? Ese es el gran reto de este hombre que, por cierto, hasta hace poco decía que le avergonzaba vivir en un país a cuyo presidente le daban instrucciones desde fuera. Otra más. Es que no da una. ¿Y qué?