Ni te lo esperas, aunque sabes que, en algún momento tiene que ocurrir..pero no se espera, simplemente, sucede.
Las madres inconscientemente, creemos que nuestros niñ@s, seguirán siendo nuestros bebés, nuestros tesoritos, nuestros chiquitines toda la vida y por eso, muchas de nosotras, seguimos llamando "Pepín", "Carlitos", "Carmencita" a los "pequeños", aunque éstos/as tengan más barba que Papá Noel y sean más altas que nosotras.
Cuando hablo de mi hijo mediano, no puedo evitar llamarle "mi niño" y pensar que sigue siendo el mismo que hace 10 años, ese chiquitín que, todas las noches, me despertaba unas 20 veces sólo para pedirme agua, que no se soltaba de mi mano cuando le llevaba al colegio los primeros años, en definitiva, mi bebé.
Tiene 13 años y, a pesar de su discapacidad, ayer nos demostró, no de la mejor forma, que ya no es un niño pequeño, si no un adolescente en toda regla, con su ira, con sus malas formas y buscando los límites en casa.
No sé si el que hablo de esa manera anoche era mi hijo o su Tourette, pero, lo que sí se es que hoy, siento en lo más profundo de mi alma, que, niña pequeña en mi vida, sólo queda Alba, con su 4 añitos, sus hermanos ya SON MAYORES.
Siento una pequeña pérdida dentro de mí, las mamás o papás que leéis esto, si habéis pasado por esta etapa, recordarlo, sentirlo y profundizarlo, porque, se vive como una pérdida, el corte del cordón umbilical con nuestros hijos.
Esta mañana me daba "miedo" entrar en su cuarto, no quería ver ese cuerpo ya desarrollándose, creciendo y alejándose sin mi consentimiento. No, definitivamente me cuesta darle "permiso" para alejarse, porque, la adolescencia, es una etapa de alejamiento entre padres e hijos, ellos buscan su identidad y, nosotros, no somos capaces de reconocerles, donde ellos ven problemas graves, nosotros vemos anéctodas que les ayudarán a crecer, donde nosotros vemos aislamiento en su habitación, ellos ven libertad e intimidad...nos alejamos, es cierto, pero vivo con el convencimiento de que, en unos años, volverán.
Eso sí, hay momentos puntuales en los que vuelven a ser nuestros "pequeñines". Esta mañana, amaneció con fiebre y estaba igual de mimoso y necesitado que cuando era chiquitín...son momentos que debemos aprovechar (a pesar de la enfermedad, claro).
Por eso, todos los días huelo el pelo y el cuello de mi hija Alba, porque, sin darme cuenta sus hermanos mayores se han hecho grandes, ya no huelen a pequeños y, quiero grabarme ese olor en lo más profundo de mí, no quiero echarlos de menos.
Abrazos.