Revista Opinión

Cuando un amigo se va. 3

Publicado el 26 junio 2019 por Carlosgu82

Canelo

Canelo era asombroso, un perro maravilloso que llegó de la nada.
Cuando yo era más joven y mucho antes de conocer a Brayan (mi novio), vivía con mi madre en una casa horrible en una colonia espantosa, mi madre trabajaba toda la noche, era trovadora en un bar de la ciudad, entonces yo me quedaba sola con un pequeño cachorro recién nacido, la madre del cachorro murió dándolo a luz, así que yo cuidaba de él. Una tarde el cachorro se salió de la casa, para cuando me di cuenta pensé que ya sería muy tarde, pero al salir a buscarlo lo encontré en la compañía de este perro enorme de color café. Acercarme me daba miedo, no conocía al perro y no sabía cuál sería su carácter, pero se veía tan amoroso con el perrito que al final termine por ir hacía él y acariciarlo. Desde ahí el perro siguió yendo a la casa a cuidar del pequeño, ya tenía un hogar, sin embargo le encantaba estar con nosotras. Un día, el cachorro falleció, sin los cuidados de su madre era difícil ver un panorama alentador y pese a los esfuerzos al final no recibió las defensas necesarias, más nuestra ignorancia sobre enfermedades en animales, el cachorro enfermo de parvovirus y murió. Pensamos que Canelo no iría más a la casa después de la pérdida, pero ahí siguió, cuidando de mí durante las noches que mi madre no estaba. Y siguió a mi lado, incluso cuando me mude con mi novio y ahí vivió conmigo un tiempo, tiempo en el que Moka llegó.

Ella era una cachorra llena de vida y energía, se suponía que Brayan jugaría con ella y la mantendría ocupada, pero claro, nunca considero sus horarios de trabajo y quien pasaba más tiempo con ella era yo, y nunca nos fue tan bien, nunca nos agradamos; corrijo: «nunca me agrado», ella me adoraba, como adoraba todo lo que la rodeaba.

Una tarde en la que yo había estaba de malas (para variar), no había podido dormir bien, la persona que nos rentaba la casa era sumamente difícil y la casa en la que vivíamos era espantosa, le pegaba el sol todo el día convirtiéndola en un infierno, en fin, entre muchas otras cosas que se fueron acumulando durante el día. Yo estaba cansada, acalorada y frustrada, no tenía ganas de lidiar con nada más, pero igual uno tiene actividades que hacer, aún debía limpiar la casa y hacer de comer, abrí las puertas de la casa para que ventilara un poco y me puse manos a la obra; Realmente no pensé en Moka en ese momento, y mucho menos en sus ganas de ver el mundo y de jugar, estaba tan acostumbrada a mi Canelo, cansado y viejo que solo se levantaba para ir al baño, que no pensé en lo que se me venía cuando abrí las puertas de la casa. En un segundo paso junto a mí una bala, Moka corrió desde el cuarto hasta la calle, ni siquiera me dio tiempo de reaccionar. Salí de inmediato por ella, pero corría a toda prisa por la calle, se aventaba a las personas que pasaban, ella quería hacer amigos y jugar, era una niña pequeña con mucha vida dentro de ella y yo, yo estaba muy amargada.
Gritaba desesperada mientras corría detrás de ella, ella se metía a la casa, pero cuando yo estaba a punto de llegar para cerrar la puerta ella se volvía a salir, estuvimos así durante mucho tiempo, yo estaba ya muy cansada y a punto del llanto (más por todo el estrés acumulado que por Moka).
Canelo entonces me miró de reojo desde la puerta, yo estaba en la banqueta de la casa resignada viendo como Moka entraba y salía sin hacerme caso alguno, Canelo se levantó con mucho esfuerzo, se estiró lentamente, Moka entró a la casa corriendo hasta el patio y ya cuando venía de regreso lista para salir de nuevo a la calle, Canelo la pescó del cuello (sin morderla) y gruño lo más fuerte que pudo, Moka se quedó muy quieta en el suelo toda orinada por el susto, cuando Canelo la liberó, ella se fue con la cola entre las patas al cuarto y Canelo simplemente se volvió a dormir.

Ahora sé que debí dejar que Moka jugará, debí haber jugado con ella, era lo que tocaba. Lo que recibió fue un regaño injusto, sin embargo, nunca voy a olvidar como Canelo se apiado de mi frustración como madre y puso orden en ese caos.

Él siempre fue como mi hermano, y como tal nos entendíamos en la amargura y la lentitud para ver y vivir la vida, nos hacía falta muy poco y nos sentíamos llenos con casi nada, apenas una buena compañía en el río y una cerveza (él no bebía, pero casi como si, sí) Canelo siempre puso orden en mí.


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