Cuando un cigarro no es sólo un cigarro

Por Davidsaparicio @Psyciencia

No voy a referirme a los lapsus, actos fallidos o interpretaciones del Inconsciente. Voy a referirme al tabaquismo. Han pasado ya un poco más de 5 meses desde que dejé de fumar. Recién ahora siento que puedo escribir unas palabras sobre este tema, no tanto desde el lugar de terapeuta sino desde el lugar de alguien que ha tenido (y aún tiene) ese problema.

Voy a plantear algo obvio y sin embargo algo generalmente invisibilizado: el fumar no es simplemente un mal hábito o una mala costumbre que el fumador puede controlar a conveniencia. Permítanme contarles luego por qué acaso no es tan obvio en la práctica.

La Organización Mundial de la Salud (OMS), considera que el tabaquismo es una enfermedad crónica. Cómo mínimo –dejando de lado la cantidad de enfermedades que se asocian al consumo de tabaco- debemos considerar que se trata de una adicción.

Los trastornos relacionados con nicotina se incluyen en el DSM-IV y DSM-V. Sólo por recordar algunas cuestiones relevantes, repasemos los 7 criterios que el DSM-IV  establece para el diagnóstico de la dependencia química:

Dependencia de sustancias

Un patrón maladaptativo de uso de sustancias que conlleva un deterioro o malestar clínicamente significativo, expresado por tres (3) o más de los ítems siguientes en algún momento de un período continuo de doce (12) meses.
(1) tolerancia, definida por (a) una necesidad de cantidades marcadamente crecientes de la sustancia para conseguir la intoxicación, o el efecto deseado o, (b) el efecto de las mismas cantidades de sustancia disminuye claramente con su consumo continuado.

(2) abstinencia, definida como cualquiera de los siguientes ítems (a) el síndrome de abstinencia característico para la sustancia o (b) se toma la misma sustancia (o una muy parecida) para aliviar o evitar los síntomas de abstinencia.

(3) la sustancia se consume en cantidades mayores o durante un período más prolongado de lo que originalmente se pretendía.

(4) existe un deseo persistente o se realizan esfuerzos infructuosos por controlar o interrumpir el consumo de la sustancia.

(5) se emplea mucho tiempo en actividades relacionadas con la obtención de la sustancia (p.ej., visitar a varios médicos o desplazarse largas distancias), en el consumo de la sustancia (p.ej., fumar un cigarrillo tras otro) o en la recuperación de sus efectos.

(6) reducción o abandono de importantes actividades sociales, laborales o recreativas debido al consumo de la sustancia.

(7) se continúa consumiendo la sustancia a pesar de tener conciencia de problemas psicológicos o físicos recidivantes o persistentes que parecen causados o exacerbados por el uso de la sustancia (p.ej., consumo de cocaína a pesar de saber que provoca depresión rebote).

La gente te dice “dejá de fumar”. Ok, claramente piensan que es como vestirse de rojo o peinarse hacia un costado

El fumador tiene un problema, creo que en eso estamos todos de acuerdo. El fumador necesita ayuda para recuperarse, también en eso seguro estamos de acuerdo. En lo que quizá no estemos de acuerdo (lo digo por la frecuencia altísima de las conductas que voy a mencionar) es en lo tremendamente inútil (e incluso perjudicial) del trato estándar que recibe el fumador por parte de gente cercana (y no tanto también).

Siendo fumadora he recibido una dosis importante de mal trato tan abierta y públicamente que cuando lo pongo en perspectiva realmente me sorprende. Puedo arriesgar que todo fumador ha tenido que pasar por eso también y que está tan naturalizado que ya no escandaliza a nadie.

1) La gente te dice “dejá de fumar”. Ok, claramente piensan que es como vestirse de rojo o peinarse hacia un costado: algo que uno decide sin demasiados condicionamientos (no digo que no los haya en esos casos). Dejá de fumar y de paso comprá un kilo de pan, un trámite.

2) La gente te dice “la gente inteligente no fuma”. No es difícil entender cómo un fumador podría sentir que lo están tratando de tonto –siendo suave. Genial, eso realmente va a ayudarme a sentir más confianza en mí mismo para intentar dejar de fumar. Esto es claramente un mito (acá iría la lista de toda la gente reconocida socialmente como “inteligente” que fumaba y fuma, pero me parece realmente innecesario, sería como legitimar lo ridículo).

3) La gente te dice “no entiendo cómo te puede gustar fumar”. Un juicio disfrazado de falsa curiosidad que denota una falta de sensibilidad hacia el otro y de empatía. Lo cierto es que los seres humanos tenemos algunos comportamientos aparentemente extraños para otros, todos podemos relacionarnos con algún ejemplo de esto. Y esto sólo dejando de lado toda otra serie de factores que pueden influir la conducta humana.

4) La gente te dice “¿cuándo vas a dejar de fumar?”. Genial, acaban de tomar una decisión por vos y sólo te están pidiendo que pongas una fecha. La mejor receta para obtener respuestas evasivas de parte del fumador, quizá alguna mentira y el resentimiento del vínculo.

5) La gente te dice “¿otro más te vas a fumar?”. La culpa del fumador asciende a niveles insospechados. No se conoce a nadie que haya dejado de fumar sólo porque alguien le hizo esa pregunta-reproche.

La gente te dice “no entiendo cómo te puede gustar fumar”. Un juicio disfrazado de falsa curiosidad que denota una falta de sensibilidad hacia el otro y de empatía

6) La gente pone cara de asco a la vez que mueve la mano agitándola de un lado a otro, cuando prendés un cigarrillo. En el peor de los casos dice abiertamente que siente asco. Si estás buscando una receta para resentir el vínculo, repetí esto tantas veces como puedas. Nadie dice que deberías quedarte ahí si realmente te desagrada, como después veremos, hay formas de estar a gusto sin necesidad de ofender al otro respecto a un problema que padece.

7) La gente te recuerda todo el cáncer que vas a tener si no dejás de fumar (además de un montón de otras cosas espantosas). Otro buen ejemplo de cómo los humanos persistimos en conductas inútiles. El fumador ya tiene esa información, vos mismo ya se la dijiste unas 176 veces, pero insistís en repetirla en cuanto te viene a la cabeza rígidamente. Si te quedan ganas de repetir por vez número 177 esta información, releé el punto 7 de los criterios de la dependencia química que copié acá arriba.

Aun así y como estas frases son tan populares y las escuchamos en todos lados, quisiera aplicarlas a otro problema de consecuencias para la salud similares para que se entienda lo agresivo que es para el fumador recibir estos comentarios.

Consideremos la obesidad causada por etiologías relacionadas al estilo de vida (que representa el mayor porcentaje de causación). Imaginemos sólo por un momento que una persona obesa recibe cotidiana, pública y abiertamente estos comentarios como si nada pasara: “no entiendo cómo no dejás de comer”, “cuándo pensas dejar de comer?”, “la gente inteligente no es obesa”, “te vás a morir de un ataque al corazón si seguís comiendo”, “qué horrible te queda la ropa!”. Ok. Espero que se entienda mejor ahora. Del estigma social nadie que sea diferente en algo va a zafar. De lo que hablo es del mal trato a cielo abierto que reciben los fumadores. Por eso sostuve que lo que es obvio –el tabaquismo es una adicción- no es tan obvio en la práctica. Las personas no se comportan como si supiesen que se trata de un problema grave de cambio difícil.

Ahora bien: ese maltrato muchas veces se acompaña de buenas intenciones. Los seres queridos refieren que quieren ayudar. ¿Ayudan esos comentarios? No. ¿Mejoran algo? No.

Las razones por las cuales un fumador decide dejar de fumar son muy particulares y no siempre se asocian a la amenaza de terribles enfermedades. Primero la persona tiene que decidir cambiar. Después buscar ayuda. Después intentarlo una y otra vez. Los juicios y condenas no le ayudan, lo hacen sentir aparte y solo.

Cómo ayudar

Si sos parte de la gente que típicamente hace comentarios como los que mencioné y lo que quiere, sin embargo, es ayudar, quizá algunas de estas sugerencias puedan ayudarte:

1) En lugar de decir “dejá de fumar” o “cuándo vas a dejar de fumar?” podés decir “me pondría muy contenta/o que dejes de fumar porque te quiero y quiero que estés bien”. Es recomendable decir esto no más de dos veces al año. Leíste bien, sí, no más que eso, caso contrario la frase se convierte en una repetidora de radio sin mucho sentido más que el de resentir a la persona que fuma.

“me pondría muy contenta/o que dejes de fumar porque te quiero y quiero que estés bien”

2) Podés agregar: “¿Hay algo que yo pueda hacer para ayudarte a buscar ayuda para dejar de fumar si es que lo venís pensando?”

3) En lugar de decir “no entiendo cómo te puede gustar fumar” o “la gente inteligente no fuma”, podés hacer algunas preguntas abiertas que muestren genuino interés para conocer un poco cómo funciona ese problema en tu ser querido: preguntar por contextos que aumentan las ganas, o qué siente cuando no puede fumar. Eso a la vez va a aumentar tu comprensión del problema que tiene tu ser querido y cómo se relaciona con la adicción. Intentá “conocer” el problema en lugar de directamente “condenarlo”.

4) Muy cada tanto podés enviar algo de información sobre tratamientos efectivos para dejar de fumar a tu ser querido, por mail estaría bien, mencionando que podés acompañar al menos a una primer entrevista para ver de qué se trata. De nuevo, hacerlo espaciadamente y ver las reacciones de tu ser querido, si se muestra abierto o se resiente y se cierra más.

5) Practicar aceptación del otro tal cual es en este momento. Esto no significa resignarse ni estar de acuerdo con el fumar. Esto tampoco significa bajar los brazos. Significa reconocer el problema en todas sus dimensiones, incluyendo la reticencia del fumador a intentar recuperarse, si es que es el caso. Si te interesa leer más sobre la importancia de la aceptación y su diferencia con la resignación podés hacer click aquí.

6) Si particularmente te molesta el humo o el hecho de ver a tu ser querido fumando podés simplemente retirarte un momento del lugar o pedirle que fume en otro espacio sin necesidad de acompañar este pedido con una crítica agresiva o un juicio de valor peyorativo.

7) Si observás que algún día disminuye la cantidad que fumó, no olvides reforzar eso ofreciendo una consecuencia positiva a tu ser querido: puede ser un comentario de felicitación, un cariño o una invitación especial (eso dependerá de que conozcas a la persona y sus preferencias).

Finalmente, y como no podría ser de otra manera, si querés dejar de fumar o tenés un ser querido que quiere dejar de fumar te dejo dos lecturas:

1) Este artículo escrito por Steven Hayes, uno de los creadores de ACT, en donde se refiere a la aplicación del modelo de flexibilidad psicológica para cesación tabáquica, modelo propuesto por Jonathan Bricker.

2) Un artículo científico de Elizabeth Gifford y colaboradores, en donde propone un tratamiento para cesación tabáquica basado en estrategias de ACT y lo compara con tratamientos de reemplazo de nicotina (NRT).

Hay una serie de programas de cesación tabáquica basados en la evidencia además de estas propuestas. Invito a los colegas que trabajan sobre el tema a compartir los links o artículos sobre estos programas para que más gente los conozca y los tenga disponibles.

Un cigarro a veces no es sólo un cigarro. A veces, la mayoría, es un problema de adicción. En la mayoría de los casos la persona queda presa perdiendo su libertad para elegir conductas alternativas. Esto significa que necesita ayuda. Si te interesa ayudar a esa persona podés empezar por acá: escuchar y observar más, comprender sin realizar juicios peyorativos y ser efectivo en la ayuda. Si ya intentaste ayudar por la misma vía varias veces sin resultado quizá llegó la hora de buscar otra nueva y mejor.

Artículo previamente publicado en el blog de Grupo ACT y cedido para su publicación en Psyciencia.