"...Sólo queda cortárselo".
Y esperar que el veneno no haya penetrado lo suficiente como para matarte. El simbolismo mitológico de la cobra ha inundado el pensamiento de las civilizaciones desde la hebrea a la china o egipcia. Su inquietante figura no ha dejado a nadie indiferente, y sus significados simbólicos divagan desde la imagen de la fertilidad hasta la reencarnación de propio Satanás. Historias. Aquí se trata de la connotación sacada de los bestiarios, esos tratados que asemejan al ser humano las cualidades psicológicas y tácticas emocionales de los animales tan divulgados en la Edad Media y cuyo origen se remontan a lejanas obras literarias de la antigüedad. Un hombre-cobra o una mujer-cobra, que actúa bajo los instintos emocionales que se le atribuyen a dicho reptil. Si te sorprende un humano de tal especie diría que estás jodido. Muy jodido. Suelen morder, pero también escupen a los ojos para cegarte y después devorarte (emocional o socialmente hablando). Suelen pasar desapercibidas y su neurotoxina emocional es letal para el sistema nervioso. Espera con paciencia, estudiando a la presa; busca sus debilidades; y finalmente, despliega su corona para morderte o escupirte. No desfallecen en el intento a no ser que te alejes de su radio de acción. Se acerca sigilosamente sin llamar la atención hasta que te alcanza con su veneno. Cuando quieres reaccionar, si lo haces, ya estás metido en un embrollo emocional o social del que es difícil salir sin daño. Cuando una persona-cobra te muerde sólo queda huir e intentar que su veneno no te llegue al corazón de tus emociones y te haga sucumbir como una presa llena de melancolía. Desearía que tuvieras la suerte de no acabar víctima de su hechizo y terminar como un número romano más tatuado en su piel perdiéndote en la ciénaga de los desencantos emocionales.