Revista Cultura y Ocio

Cuando uno pierde la fe en la humanidad

Publicado el 11 abril 2015 por Debarbasyboinas @DeBarbasYBoinas

Cuando uno pierde la fe en la humanidad, pierde la esperanza en el progreso, saltan por los aires todas aquellas convicciones que le llevaron a pensar en la bondad de las personas, y despierta de ese sueño, agradable, bonito, ideal,… pero sólo es eso, un sueño. Uno despierta y mira a su alrededor, y ve todo tipo de maldades. No es necesario aludir a las diversas formas de maldad que nos muestran los medios de información, que se difunden como regueros de tinta. Hablo de las maldades que no se muestran, de las que casi no se hablan, pero son las que más dolor causan, y las que más cerca tenemos. Hablo de las maldades de los individuos en el trato cotidiano con otros individuos y en su relación con ellos. Es el juego de la vida, y en este caso, el juego de las relaciones sociales. Siendo más precisos, uno de los factores que rigen este juego es la raya que separa la libertad de los individuos y la libertad colectiva.
Los individuos se forman y configuran su propia visión de la vida, sus propias opiniones, tienen sus creencias,… Considero que es un derecho fundamental para todos: el pensamiento hecho de manera libre y sin coerciones es uno de los bienes más preciados que tienen los individuos. Los individuos también tratan de conseguir lo que consideran mejor para sí mismos, con éxito o sin él. Lo considero algo propio de la naturaleza humana, no se le debe quitar ese derecho a ningún ser humano.
Pero todos sabemos que ese individuo no se encuentra solo, quiera o no se encuentra inmerso en el seno de una colectividad de individuos, es decir, el ser humano vive en sociedad. Los seres humanos tienen que convivir los unos con los otros. Aquellos que consideran a los seres humanos como buenos por naturaleza, muchas veces tienden a pensar que cada uno de los individuos de esa colectividad ejerce sus libertades individuales sin conflictos con el resto de los individuos. Y aquí entran en juego las libertades colectivas, es decir, derechos como, por ejemplo, el derecho a la libre asociación y agrupación. Son libertades que en todo caso tampoco se deben quitar o imponer, y que se pueden y deben defenderse.
Hechas todas estas aclaraciones, se debe decir que los individuos y las colectividades deben luchar por el libre ejercicio de sus libertades y defenderlas. Ahora bien, ¿es lícito tratar de ejercer y defender esas libertades empleando cualquier método o cualquier manera? En mi opinión desde luego no.
Así aparece otro de esos derechos que a mucha gente se le olvida en el proceso de defender y tratar de alcanzar sus derechos individuales o colectivos: el respeto a las libertades y derechos de los demás, tanto las individuales como las colectivas. Aquellos que dicen defender los derechos y libertades individuales y colectivas pienso que deberían tener esta idea como premisa principal, pero mi experiencia personal dice que esto no siempre es así, que hay gente que quiere imponer sus supuestos ideales de defensa de los derechos colectivos por encima de los derechos individuales y viceversa, rompiendo con las pautas y normas básicas de convivencia en las que todos y todas nos encontramos y bajo las cuales los individuos y las sociedades mantienen un equilibrio más o menos pacífico.
Como dije anteriormente, me parece estupendo que cada uno defienda las libertades e derechos que considere oportuno, pero ¿quién eres tú para hacerlo a costa de las libertades de los demás? ¿Crees que tienes una especie de superioridad moral que hace que las libertades que tú defiendes sean más licitas que las de los demás? Además, ¿quién o qué determina que tú tienes esa superioridad moral y no otro? Lo dejo en el aire.

Simón de Eiré


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