Revista Danza
Irene Sheri
Cuando viniste, con pasos sigilosos, el cielo
mezclaba en la bruma, los oros con el cristal y el bronce,
tu cuerpo ondulación incierta, se adivinaba
más ligero que las olas, más fresco que la espuma.
El atardecer de verano parecía un sueño oriental
de sándalo y de rosa.
Yo temblaba. largos lirios religiosos y pálidos
se morían en tus manos, como cirios fríos.
Sus agotados perfumes escapaban de tus dedos
en la inmóvil respiración de las angustias supremas.
Tus claros vestidos exhalaban, una tras otra
la agonía y el amor.
Sentí estremecerse sobre mis labios mudos
la dulzura y el espanto de tu primer beso.
Bajo tus pasos, oí quebrarse lirios
que gritaban al cielo el orgulloso hastío de los poetas.
Entre olas de sonido lánguidamente decrecientes
rubia, te me apareciste.
Renée Vivien
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