Revista Opinión

Cuando votar deja de ser normal

Publicado el 17 febrero 2015 por Polikracia @polikracia

Paseando por las calles de Barcelona (y de otras muchas poblaciones catalanas) se puede observar todo tipo de carteles colgados en los balcones y ventanas de las viviendas. Rótulos de gran variedad ideológica y simbólica, pero en gran medida referentes y en apoyo a la secesión (gracias a la gran maniobra propagandista impulsada por organizaciones afines), entre los que destaca uno que siempre me ha llamado la atención:9N, votar és normal en un país normal haciendo referencia al hecho que el referéndum-consulta del pasado 9 de noviembre debía ser legal y realizarse puesto que era la voluntad de un pueblo. Evidenciando que las votaciones (el derecho a votar) son y deben ser el motor democrático de todo país, convirtiéndose así en el mayor acto político de la ciudadanía.BmFDlxkCUAA4aefSiempre me ha dado la impresión que a ojos de un turista o de una persona que desconozca la realidad de España y Cataluña parecerá que somos un país de escasa tradición democrática donde apenas podemos ejercer nuestro derecho a voto y resulta que ahora, 3 meses después de dicha consulta popular, los catalanes nos encontramos con que en este año 2015 deberemos acudir a las urnas en 3 ocasiones. ¿Pero no habíamos quedado en que no podíamos votar?

electionsCAT

Como se observa en la tabla anterior, la población de Cataluña ha sido llamada a las urnas en 15 ocasiones desde 2005, 1,5 por año (contando el 9N dado que el máximo órgano institucional, la “Generalitat”, instó a participar a toda la población a pesar de no ser vinculante) desmarcándose claramente como la comunidad autónoma con mas comicios electorales de esta última década.

Y no sólo a nivel español, comparativamente a nivel europeo también se desmarca, por ejemplo los habitantes de “Île de France” (región de París, Francia) han participado en 10 comicios (tan sólo en 1 ocasión de carácter regional) en el mismo período de tiempo (2005-2015), al igual que la población de Baviera (Alemania) que también ha acudido a las urnas en 10 ocasiones (en 2 casos para escoger los dirigentes y representantes de los “Länders”).

Las elecciones (tanto locales como generales) deben servir como base central para fortalecer los pilares democráticos de un país, otorgando capacidad legitimadora a los representantes con la finalidad de albergar un elevado grado de estabilidad política posibilitando así el desarrollo de un gobierno eficaz. Los intervalos entre comicios de un mismo tipo (en España son de 4 años, menos en las Europeas que son 5) se marcan con el objetivo de aportar mayor estabilidad al sistema, intentando evitar el constante cambio de representantes y propuestas que pueden derivar en la pérdida del rumbo político de la región, llegando a un punto de desgobierno que puede resultar alarmante, provocando la ineficiencia gubernamental .

El caso de Cataluña rompe claramente con esta idea, en los últimos 5 años (incluyendo el actual) se celebrarán 3 elecciones autonómicas (1 cada 20 meses), por lo que se intuye que a los dirigentes catalanes lo que menos les preocupa es la estabilidad política de la comunidad catalana. Los comicios autonómicos se usan por y para una finalidad determinada, como medio central para conseguir la secesión (a partir de una amplia mayoría que hasta la fecha no han conseguido, llegando hasta al punto de intentar disfrazar las próximas elecciones catalanas en unas plebiscitarias, en un referéndum de facto). Esta práctica puede desembocar en una creciente desafección y alejamiento de la política, traduciéndose en un estancamiento de la participación electoral, cansancio democrático.

participación

En el gráfico anterior se muestra como las elecciones autonómicas en Cataluña siempre han tenido una participación notablemente inferior respecto a los comicios nacionales, manteniéndose en una segunda linea de importancia según el electorado catalán. Así pues la media de los 10 comicios regionales llega a 60,78% de participación mientras que en las elecciones generales este dato alcanza el 72,22%, una diferencia neta de más de 11 puntos.

A pesar del empuje que se le ha dado a la conjetura catalana tanto a nivel institucional como mediático estos últimos años, no ha conseguido traducirse en un descenso drástico de la abstención en las elecciones autonómicas de Cataluña. En el proceso electoral del 2012 donde ya se pedía una gran mayoría y una gran participación para poder liderar el barco secesionista (que a la postre significó el hundimiento de CIU y auge de ERC) tan sólo se consiguió llevar a las urnas a un 66,5% del censo, aún lejos de la media de las elecciones generales (72,22%), superando sólo a unos comicios centrales (2000, 64%) y muy lejos del máximo de más del 80% del 1982 (primera victoria de Felipe González).

El 9-N otra fecha marcada en rojo para los partidarios a la independencia, fue el día elegido para el referéndum (consulta, proceso participativo etc.) sobre el futuro de Cataluña, que fue suspendido por el Ejecutivo Central y finalmente se llevó a cabo de manera “alternativa” (moralmente seguía teniendo el mismo peso para todo aquel partidario al proceso). Después de toda la campaña a favor, a través de la “Generalitat”, partidos favorables y medios de comunicación, el 9-N contó con una participación del 33% del electorado potencial (a partir de los datos del INE debido a que no existía un censo).

En la era post-franquista Cataluña ha celebrado 5 referendos (sin contar el 9-N), con una media de participación del 56,2%. La consulta del pasado año no se acercó a estos datos, ni tan siquiera al cosechado en 2005 (referéndum sobre la Constitución Europea) de 41% que resultó un mínimo en cuanto a afluencia de votantes se refiere. En los referendos se sigue la misma tónica vislumbrada en los comicios electorales, en los de ámbito estatal la participación es sensiblemente mayor (65,4% de media) frente a los regionales (54,5%).

referendos

Los catalanes si acudimos a las urnas periódicamente, al igual que el resto de la población española, nuestro derecho a voto permanece intacto, podemos expresarnos libremente y tenemos los mecanismos necesarios para hacer valer nuestra voluntad (dentro de las reglas de juego actuales) ¿Acaso alguien cree que con un 90% de participación y una victoria aplastante de CDC y ERC con más de 100 escaños entre los dos la cosa quedaría como hasta ahora?.

Otra cosa es que la población catalana sea la que “no está preparada” para tomar las decisiones y optar por la voluntad que algunos proclaman como general. Es bien sabido que todo sistema falla para algunos si no se alcanzan las metas que se proponen, quizás en este caso el error no está en el como si no en el que. Es importante, y más en los representantes políticos, practicar un ejercicio de responsabilidad, no es lícito apoderarse (o tratar de hacerlo) de la voluntad de un país o región, el populismo nacionalista también incide de este modo y los catalanes nos vemos abocados a desgastar nuestra mayor arma democrática, el voto, en elecciones sin sentido que pueden entorpecer el devenir de nuestra región. Además puede fomentar la desafección y el abstencionismo aquejando una repetición sin mesura con la única excusa de una voluntad popular que no parece demostrarse.

En Cataluña hay un sector numeroso de partidarios a la secesión, de eso no cabe duda, pero focalizar y monopolizar toda la política catalana en eso es donde reside el error. Que exista un gran número (y además muy movilizado) no implica poner a todos los catalanes en el mismo saco, no implica tener que realizar cada dos por tres elecciones para constatar esa realidad (que sigue sin mostrarse), no implica que el proceso secesionista sea la máxima prioridad para toda la población. Hipotecar el futuro de Cataluña a base de inestabilidad política e institucional no debe ser el camino a seguir, aparcar los egoísmos y metas personales en pos de la sociedad es y debe ser otra de las máximas de la política. En definitiva votar es normal, pero votar tanto no lo es.


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