Revista Psicología

¿Cuánta gente se necesita para cambiar el mundo?

Por Paulo Mesa @paucemeher
¿Cuánta gente se necesita para cambiar el mundo?

Una sola persona: Tú. Nadie más. Ni el vecino, ni el cura, ni tu pareja, ni el político de turno, ni tus hijos, ni tus padres, ni tu terapeuta, ni tu médico, ni tu coach, ni la dieta. Solo tú mismo (a).

Son tres problemas básicos

El primer problema es que estamos esperando a que alguien más se haga cargo de las cosas, que otro venga y las resuelva; incluso votamos y pagamos para que sea así... y después poder quejarnos de por qué las cosas no cambian.

El otro problema es que quizás ninguno de nosotros sabe cuál es el mundo que quiere. No tenemos la más mínima idea. Asumimos que el mundo "tiene" que ser de determinada manera: ¡Nuestra manera! Y si estamos enfermos de tantas cosas, entonces ese mundo que nos imaginamos es una cosa terrible, nadie quiere vivir ahí.

Me encantaría preguntarle a mucha gente cuál es el mundo que se imagina y compilar las respuestas de quienes se atreven a pensar en algo. Creo que con facilitad terminará siendo una proyección de la pesadilla interior en la que vivimos, tal y como ocurre todos los días sin que nos demos cuenta.

Este problema también se asocia al hecho de que cada quien quiere lo suyo a su manera y, lo peor, es que quizás está convencido de que eso es lo que vale la pena tener pase lo que pase, por encima de lo que sea.

El otro problema es que en muchos casos y de muchas maneras estamos contentos con las cosas "así como son". Eso nos parece normal, no se puede hacer otra cosa. En otros ámbitos llamamos a esto zona de confort o zona cómoda, el mundo conocido que, aunque no sea necesariamente cómodo, ya lo sabemos manejar. Se nos vuelve una costumbre y es tan aparentemente natural que no amerita venir a cambiarlo ¿Para qué? No importa que se desmorone y que lo veamos caer frente a nosotros ¿A quién le importa?

El poder de uno

Se trata de la famosa ley del "poder de uno". Una sola persona puede hacer un cambio relevante. No obstante, insistimos en que ese uno "no puedo ser yo", sino que tiene que ser alguien con un poder o un don especial, alguien famoso o prestante. En cierta manera seguimos esperando un mesías. Es más cómodo seguir a alguien, abandonarnos, dejar que otro piense por nosotros y nos diga qué hacer.

Pero si queremos ver cambios tenemos que empezar por "ser" el cambio que queremos ver. Si cada uno trae armonía al actual desbalance en el que vivimos el cambio se irá dando, sin magia, sin gurús internacionales, sin mesías, sin publicaciones virales y sin oficios religiosos milagrosos.

Así no habrá nada que esperar de nadie, solo la voluntad y la acción genuina que surge de cada uno. Cuando nos pongamos de acuerdo sobre el mundo que queremos aceptaremos el equilibrio que está más allá del desbalance de nuestro propio deseo sin límite, sin sentido y sin control.

¿Cuál es el límite? ¿Dónde está el balance? ¿Cuál es tu poder?


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