Si algo nos gusta cuidar especialmente es el bolsillo. Por ello, a la hora de adquirir un producto o contratar un servicio, tendemos a ir siempre con el precio por delante y, aunque es fácil conocer el coste de un vestido, una reserva de hotel o un billete de avión, no ocurre lo mismo cuando se trata de una traducción, sea esta jurada o no.
En el caso de la traducción jurada, podríamos decir en líneas generales que, en ocasiones, se aplica una tarifa por «documento mínimo» (por ejemplo, un título universitario o un certificado de antecedentes penales) que suele rondar los 30 € (precio que puede variar en función del profesional o el idioma a traducir, entre otros factores). Cuando hablamos de «documento mínimo» nos referimos a textos cuyo contenido no excede las 300-400 palabras (también a criterio del traductor). En caso contrario, lo más común es realizar un recuento de palabras y aplicar una tarifa por palabra que dependerá de varios aspectos.
Como ya imaginaréis, en términos numéricos es imposible dar una respuesta exacta a la pregunta que encabeza esta entrada, pero si puedo daros algunas pistas acerca de los factores claves que pueden encarecer una traducción y ofreceros algunos consejos para obtener la máxima calidad al mejor precio. ¡Allá van!
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El par de lenguas de trabajo, el ámbito de especialidad y el formato del documento.
En este punto, he querido englobar tres de los factores claves que el traductor tiene en cuenta a la hora de emitir un presupuesto. Es más, me atrevería a decir que son los principales aspectos a valorar, junto con el plazo de entrega. Pero vamos por partes:
– No es lo mismo traducir un título universitario que una patente biomédica. A mayor especialización, mayor coste. Cuanto más complejo sea un texto, mayor dificultad entrañará y más tiempo deberán destinar traductor y revisor a los procesos de documentación, búsqueda terminológica, traducción y revisión del documento, lo cual se verá traducido en un aumento del precio mínimo o la tarifa por palabra.
– Tampoco es lo mismo traducir hacia el inglés que hacia el japonés. Aunque esto no se debe únicamente a una cuestión de dificultad, sino más bien de oferta y demanda. El hecho de que haya menos traductores jurados de japonés que de inglés hace que el coste de traducir hacia o desde el idioma nipón sea superior. Por ello, a la hora de, por ejemplo, traducir un documento bilingüe, muchos clientes optan por realizar la traducción desde el idioma más extendido.
– Ni es lo mismo trabajar con un PDF que con un documento en formato editable. Generalmente, formatos como PDF, JPEG o PPT dificultan la tarea del traductor por múltiples motivos (limitación de caracteres, alteración del diseño original del documento, etc.). Por ejemplo, el hecho de no poder editar el contenido obliga al traductor a reproducir los cuadros o tablas que en él aparecen a fin de lograr que sea lo más similar posible al original. Este aspecto se debe tener especialmente en cuenta en el caso de la traducción jurada, donde no se puede omitir ningún detalle.
También ocurre que, en ocasiones, el formato proporcionado por el cliente no es compatible con las herramientas empleadas por el traductor, por lo que debe convertir el documento para poder hacer uso de ellas. Todo lo anterior provoca que el traductor deba realizar un inversión extra de trabajo que, a menudo, se verá reflejado en un aumento en el importe de la factura. No es algo estipulado, por lo que el traductor puede no aplicar recargo alguno, pero conviene saberlo, no solo porque podrás evitarte un coste innecesario, sino también porque ayudarás a agilizar el proceso de trabajo y recibirás tu traducción en menor tiempo.
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Querer la traducción para ayer.
La falta de planificación es una constante en casi la totalidad de los proyectos que llegan a nuestras manos. Si bien es cierto que, en ocasiones, los plazos vienen establecidos por algún organismo ajeno al cliente y este se ve sin tiempo de reacción (suele ocurrir con las traducciones juradas), en numerosas ocasiones la urgencia tiene su origen en la ausencia de planificación.
El volumen medio diario de trabajo de un traductor ronda las 2.500-3.000 palabras traducidas y revisadas. Aunque en momentos puntuales es posible trabajar a un ritmo superior como respuesta ante picos de trabajo, a largo plazo resulta inviable mantener ese nivel sin que la calidad de la traducción se vea mermada (lo cual no te conviene en absoluto).
Los pedidos urgentes suelen llevar asimismo un recargo aplicado por varios motivos. Uno de ellos es el compromiso de exclusividad que el traductor adquiere con tu proyecto, ya que se compromete a centrar todo su trabajo en tu traducción a fin de cumplir con el plazo de entrega acordado. Cuando esto sucede, lo más probable es que el traductor se vea obligado a rechazar otras propuestas de trabajo que pueda recibir en ese lapso de tiempo.
El recargo que mencionábamos puede deberse también al trabajo en fin de semana. Aunque es verdad que los autónomos gozamos de una mayor flexibilidad y poder de decisión sobre nuestros tiempos de trabajo, también nos gusta descansar los fines de semana y días festivos, cuando aprovechamos para dedicar tiempo a nuestra familia y amigos.
Estos recargos pueden llegar a ser cuantiosos (desde un 25% hasta un 50%). Por tanto, planificar tu tiempo y tus proyectos (en la medida de lo posible) es, sin duda, la mejor opción.
¿Que por qué? Si no improvisas y evitas ir con el tiempo justo, el coste de la traducción será inferior y su calidad superior, ya que el traductor dispondrá del tiempo que verdaderamente necesita para realizar el trabajo con el cuidado y esmero necesario. ¡Todos ganamos!
Estos son solo algunos de los aspectos que pueden influir en el precio final de tu traducción. El resto os lo contamos en el próximo post.
¡Feliz fin de semana!