Revista Coaching
¿Llorar? ¿Para qué? Eso no sirve para nada, ¿o si?
Como ya vimos, la tristeza es la encargada de ayudarte a curar las heridas. Aparece cuando te han hecho daño y te invade por todo el cuerpo y te entran unas ganas terribles de hacerte bolita en la cama. A priori la sensación no es muy agradable, pero tiene su función. Estar hecho una bola en tu cama te permite centrarte en ti mismo lamerte las heridas. En ese momento, te aíslas del mundo y puedes dedicar un rato a algo que no hacemos a menudo: pensar en uno mismo sin ruido. Te permite analizar el problema (con más o menos sufrimiento) y de ese análisis surgen con el tiempo las herramientas que te pueden ayudar en el futuro. Además, la pena también sirve para despertar la empatía de los demás. Si ves a alguien que te importa sufriendo, desconectas de lo que estás haciendo para ayudarle. La verdad es que cuesta mucho ver llorar a alguien.
Como ves, parece que la tristeza es bastante útil. El problema es que es una sensación desagradable. Esta emoción siempre llega de la mano de algo malo y llorar es reconocer la desgracia, admitir que las cosas van mal. Mientras no llores, el problema se queda en el limbo de los nonatos. Por eso muchas veces nos empeñamos en no hacerlo. Para la poca inteligencia emocional que tenemos, sacamos un abanico enorme de técnicas para reprimir las emociones: negación, racionalización, disociación… Y la verdad es que lo conseguimos. Con un poco de suerte (mala suerte), lo consigues y sacas tu mejor sonrisa (postiza) para seguir adelante.
De cara a la galería puede parecer que estás bien, incluso si te esfuerzas, te lo creerás hasta tú. Pero omitir los problemas no los soluciona. Y la herida sigue allí hasta que le des un par de lametazos bien dados. Además, como ya hemos dicho, la tristeza hace que los demás se sientan mal y te quieran ayudar. Eso, que a priori es bueno, a veces lleva a situaciones un poco extremas. Y es que la gente soporta tan poco que estés mal, que con más voluntad que tino, te fuerzan a estar bien. En el mejor de los casos lo consiguen y en el peor, lo que consiguen es presionarte hasta que fuerzas la sonrisa para que no se sientan mal.
Total, que por H o por B, te saltas la pena y tiras para adelante. Si la herida no era muy profunda, poco a poco cerrará pero como no estás haciendo reposo, al siguiente movimiento brusco se puede volver a abrir.
Así que el truco de esta semana es sencillo: la tristeza tiene su función, deja que la haga. Y si no te sale llorar, siempre puedes tirar de la pena artificial.