¿Cuánto placer puedes soportar?
No existen los supermanes del éxtasis. Nuestra capacidad para gozar tiene unos límites naturales, y el cerebro trata de que no los rebasemos. El placer es efímero
No se trata de un mero tópico poético, sino de una realidad científicamente contrastada.
¿Cuánto placer puedes soportar?
Por mucho que lo lamenten los hedonistas y los epicúreos, el placer tiene límites; un umbral a partir del cual se diluye o, simplemente, desaparece. No existen, por tanto, el orgasmo perpetuo ni el “colocón” eterno.Pero, ¿se pueden forzar, o estirar, las fronteras del gozo? En principio, sí. De hecho, eso es lo que hacen las drogas; pero, a la larga, puede ser un recurso más contraproducente que recomendable. Así, George Koob, neurocientífico del Instituto Scripps Research de La Joya (California), compara el sistema del placer con un banco. “ Si sacamos demasiado dinero de nuestra cuenta, se gastará rápidamente. Con el placer ocurre algo similar: si abusamos de él, se agota”, explica el científico.
Elogio de la brevedad
Ya lo dijo Baltasar Gracián: “Lo bueno, si breve, dos veces bueno”. Y es precisamente su finitud y brevedad lo que convierte el placer en algo no sólo agradable, sino indispensable para la supervivencia de la especie.
El placer es, en esencia, un sistema de recompensa que guía nuestras acciones y nos “premia” al satisfacer las necesidades básicas: comer, beber, procrear (también las abstractas y culturales)… En definitiva, el placer nos ayuda a sobrevivir como individuos y especie. Pero, para lograrlo, ha de ser limitado.
¿Cuánto placer puedes soportar?
Imaginemos a un animal, o a un homínido, absorto y cegado por el placer desatado de un festín. En tal estado, sería una presa muy fácil para cualquier depredador, o para sus enemigos si le atacaran en ese momento. Para evitar ese riesgo, el propio cerebro pone en marcha unos mecanismos que limitan la duración y la intensidad de la sensación placentera, tal y como explica Koob: “Yo creo que el hecho de que el cerebro ponga límites al placer tiene una función muy clara: si no lo hiciera, las especies estarían en peligro”.
Y son dos los mecanismos que evitan que el éxtasis se desboque. El primero consiste en reducir los niveles de dopamina y endorfinas, los neurotransmisores responsables de las sensaciones de placer. Y el segundo, en elevar los niveles de estrés. La combinación de ambos provoca un efecto casi “castrador” sobre el placer. Este proceso, los científicos lo han bautizado como “saciedad sensorial específica”.
Así nombrado, suena muy abstracto, pero dicho fenómeno tiene síntomas físicos claramente identificables...
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