La identidad en red es una cuestión que el cibernauta no deja pasar por alto. En este espacio hemos tratado el tema en diferentes ocasiones, haciendo referencia sobre todo a la proyección que el sujeto lanza hacia el exterior. Como tal, es un aspecto que suele ser muy valorado, pues si la cara es el espejo cela alma, nuestra imagen digital es el espejo de nuestra identidad física trasladada al mundo digital.
En el caso de personalidades o instituciones esto supone un problema serio. De hecho, hay expertos en imagen digital que obtienen pingües beneficios a cambio de que la imagen del cantante de moda o del político de turno sea lo más cool, moderna u honesta -según sea el caso del cliente- que se necesite en cada momento. A fin de cuentas, a pesar de que lo que sube a la red se convierte instantáneamente en dominio público, el efecto interfaz (la barrera que existe entre emisor y receptor, entre consumidor y productor) da un tiempo de beneficio.
Evidentemente, cuando hay tanto interés en juego, es comprensible que estas célebres identidades sean falsificadas o robadas. Pero ¿son interesantes las identidades comunes? ¿merece la pena invertir tiempo en robar cuentas de usuarios anónimos? Sin lugar a dudas sí. Por una sencilla razón: es una actividad relativamente sencilla y rentable. El objetivo del hacker no es una identidad concreta, sino que lanza las redes (phising) es espera de que los incautos caigan en ellas. Y de hecho caen. Con más frecuencia de al que imaginamos. El robo de una cuenta de correo personal o de una cuenta de Facebook puede tener poco valor, sin embargo puede ser interesante para generar opiniones. Pero el que nos roben una cuenta de Ebay o de paypal sí que pueden generar beneficios tangibles de manera inmediata, al igual que cualquier tipo de información financiera (cuentas bancarias, tarjetas...). Esta identidades pueden ser vendidas en foros, mercados negros y otros mentideros de la red. Sólo hay buscar un poco, y nos sorprenderemos de lo fácil que puede resultar comprar, por poco menos de un euro, una identidad robada. Mientras tanto, sólo nos queda ser sensatos.[+info]alfonsovazquez.comciberantropólogo