Raro es el día que alguien no te cuenta que se ha comprado un reloj o pulsera de actividad. ¿Realmente sirven estos dispositivos para incrementar nuestra actividad física? ¿Cuántos de ellos incluyen estrategias o técnicas de cambio de comportamiento? No olvidemos que cosas tan sencillas como el feedback (ofrecer resultados de la actividad) o el control (guardar información) ya son técnicas orientadas a cambiar el comportamiento, pero hay mucho más.
Un reciente artículo publicado en julio de 2019 en la revista JMIR mhealth ("Behavior Change Techniques Incorporated in Fitness Trackers: Content Analysis") nos sirve para recordar que para que una app sirva para mejorar un comportamiento tiene que incorporar alguna de las técnicas o estrategias que existen y cuya efectividad ha sido evaluada. Los autores revisaron varios dispositivos y comprobaron cuantos de ellos incluían dichas técnicas o estrategias.Las más habituales son las relacionadas con la monitorización de la actividad. Saber cuantos pasos hemos dado, compararlo con el objetivo diario, etc. son medidas muy útiles y muy potentes para el cambio de hábitos. Algunos además incluyen premios o reconocimientos por cumplir los objetivos (badges, puntos, notificaciones en el móvil o en el propio dispositivo, etc). Algunos dispositivos ofrecen información sobre las consecuencias que tiene la actividad física, tanto desde el punto de vista de la salud como emocional. También se ha observado en algún caso la incorporación de vídeos informativos sobre cómo se puede integrar un nuevo hábito de ejercicio en el día a día (con el objetivo de reducir las barreras y mejorar la adherencia) y el uso de mensajes de repetición y comparación.Para conocer las principales estrategias de cambio de comportamiento, os recomendamos echar un vistazo al anexo que incluye el artículo donde se enumeran y definen dichas estrategias. Por ejemplo, llama la atención el bajo uso de los recordatorios (muy efectivos) o de los mensajes de salud que incluyan una fuente de confianza. Y ya para acabar, resulta muy curioso que se haya extendido tanto la cifra mágica de los 10.000 pasos al día como objetivo más habitual (cuando la evidencia dice que con menos sería suficiente).