Cuarenta años. ¿Aniversario o compromiso de unidad?
- Lunes, 10 Marzo 2014
- Fecha de publicación
Cristian Cottet
En todos aquellos lugares en que la política
ha sido falsa, incapaz y mala, se ha requerido
a la justicia para que actuara en su lugar…
Pablo Neruda; “Yo acuso”
El 20 de julio de 1974 es secuestrado desde un taller de bicicletas, en la comuna de Ñuñoa, el militante del MIR Luis Guajardo Zamorano. El 26 de julio de 1974 doña Eliana Zamorano Rojas, madre de Luis Guajardo Zamorano, interpuso un Recurso de Amparo a favor de su hijo ante la Corte de Apelaciones de Santiago, acompañando como antecedente un certificado de la Posta Nº 3 en el cual consta la atención médica realizada a su hijo. El 12 de diciembre de 1974, el Ministro del Interior, General Raúl Benavides Escobar, respondió a la Corte que el amparado no se encontraba detenido por orden emanada de ese ministerio.
Un año después, el 23 y 24 de julio de 1975, por medio de los diarios chilenos El Mercurio y La Segunda se da a conocer una lista de 119 chilenos que habrían muerto en diversos países sudamericanos, entre los cuales se encontraba Luis Guajardo Zamorano. “Exterminados como ratones”, era el titular del diario La Segunda.
El 5 de octubre de 1974 muere Miguel Humberto Enríquez Espinoza, Secretario General del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), combatiendo a los destacamentos de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA). Representante genuino de una generación marcada por el avance las luchas populares, Enríquez marcó la pauta de lucha contra la dictadura instalada el 11 de septiembre de 1973 al negarse repetidamente abandonar Chile en virtud de un cerco que se cerraba cada día más.
Miguel Enríquez nació el 27 de marzo de 1944. En estos días cumpliría 70 años.
Pero también este año se cumplen 40 años de la desaparición de Luis Guajardo Zamorano.
Y se cumplen 39 años del montaje instalado por la dictadura y avalado por la prensa derechista, donde se quiso convencer de una vendetta criminal, haciendo uso de los nombres de 119 chilenos. 101 de ellos eran menores de 30 años. 57 eran solteros. 19 eran mujeres, 91 hijos quedaron sin padre o madre.
Este año se cumplen 40 años de la muerte de Miguel Enríquez.
Pero es mucho más que un aniversario. Estos 40 años encuentra a quienes combatieron y resistieron la dictadura desde la militancia en la izquierda revolucionaria en múltiples procesos paralelos de construcción de referentes políticos. La izquierda no tiene nombre, no es un líder ni un partido. Menos es un movimiento social gobernado por entusiasmos parciales. La izquierda es una sumatoria de reivindicaciones, es sentires campesinos, movilizaciones de trabajadores. La izquierda es mujer, estudiante. La izquierda es constitutiva de una identidad de la pobreza. La izquierda no le pertenece a nadie.
Cuarenta años es una vida, me dijo mi abuela cuando los cumplí. Cuarenta años son también lo que ha tardado la izquierda en reconocerse desde la pobreza construyendo referencias que den luz y dirección a las múltiples organizaciones que se debaten en las particulares reivindicaciones locales.
La izquierda es también los dolores de cada detenido desaparecido, no sólo los más nombrados o dirigentes nacionales. La izquierda es una campesina que junto a otra reunieron fuerzas para exigir que les devuelvan sus esposos en Paine. Cuarenta años es un vida, si, pero un vida definida por la memoria. El olvido, por su lado, es una mancha, una siniestra mancha que permite seguir viviendo y así gozar de las nuevas virtudes que nos ofrecen el presente y el futuro. El olvido se ha transformado en una acusación, en una serie de castigos y con esto la crueldad se ha instalado entre las desastrosas miradas del resto. El olvido es una conmemoración discriminadora, es reconocer el heroísmo de Miguel Enríquez y dejar de lado los 119 desaparecidos por la DINA. El olvido contiene mucha memoria, entonces cuando se conmemora la figura del héroe y se desplaza la figura del militante, del dirigente de la Reforma Agraria, de las mujeres violadas en Villa Grimaldi, cuando el héroe eclipsa a los que supone dirigir o reconocer, allí, en ese momento la izquierda concurre al olvido más ominoso y segmenta su patrimonio a una zona elitista y banal.
La fragmentación social y política ha sido una de las herramientas más recurrentes a la hora de inmovilizar las luchas y reivindicaciones de los pobres. Reconozcámoslo, continuar santificando algunos líderes muertos, semeja más a un proceso religioso, acerca mucho más a una animita, pero no a la práctica política que los pobres comienzan a reconocer como propia.
Este año se cumplen 40 años de la muerte de Miguel Enríquez.
Pero también este año se cumplen todos los cumpleaños de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), se cumplen todos los años de los detenidos desaparecidos y sus familiares que les buscan, se cumplen todos los años de los ejecutados, de los guerrilleros de Neltume, de las primeras gestiones de resistencia a la dictadura. Este año es el cumpleaños de Chile, un Chile vigoroso pero penoso, un Chile orgulloso de su trabajo.
Este año se cumplen 40 años de la muerte de Miguel Enríquez.
Existen dos posibilidades en este marasmo político que es la izquierda. O bien conmemoramos la muerte de Miguel Enríquez como un héroe que en solitario enfrentó lo peor que ha dado este país, o bien conmemoramos el comienzo de la construcción de una izquierda reunida tras muchos, miles de aniversarios que aún duelen cada vez que nos recuerdan la vida de izquierdistas que no descansaron ni flaquearon a la hora de luchar, no sólo por el retorno de la democracia existente antes del 73, sino por una vida mejor, un país mejor… una democracia mejor.
Este año se cumplen 40 años de la desaparición de Luis Guajardo Zamorano.