El ambiente en el Calderón el 7 de julio del 82
Uno de las imágenes de aquel concierto, Jagger envuelto en la bandera española
Cada cual mantiene en su memoria su concierto favorito, aquel que resultó inolvidable. Seguro que muchos de los que vieron a los Rolling Stones en el estadio Vicente Calderón de Madrid en julio de 1982 dirían que aquel fue el mejor concierto que recuerdan. Hubo motivos
Los Jagger, Richards y compañía estaban aun en muy buena forma en 1982, cuando actuaron en Madrid con motivo del Mundial de Fútbol España 82. Como era habitual en aquellos tiempos, la selección española fue eliminada a las primeras de cambio, dejando un recuerdo amargo a los futboleros. Pero las 80.000 personas que acudieron a ver a los Stones mantienen un recuerdo potentísimo de aquel mágico momento que fue más allá del rock. El próximo mes de julio se cumplen cuatro décadas de aquel concierto, el de la tormenta con rayos y truenos.
El día era muy caluroso, sofocante, más de lo normal en un 7 de julio. A la entrada del estadio se formaban largas colas a causa de los cacheos a muchos de los asistentes, pero ni el calor ni otras incomodidades asustaron a nadie. La sesión comenzó con la actuación del excelente grupo americano J Geils Band, que estuvieron sensacionales, muy apropiados para la ocasión, pero el intensísimo calor, el demoledor sol que caía sobre el público impidió el reconocimiento que sin duda se merecían. Llegó un momento en que la gente no sabía cómo combatir la asfixiante temperatura; los servicios del estadio se mostraron insuficientes para atender tal demanda de agua, formándose colas kilométricas, de modo que el personal no dudó en tomarla de las cisternas. Cuando más apretaba el sol, en el escenario aparecieron unos operarios con grandes mangueras con las que lanzaron agua a presión para refrescar a una acaloradísima y excitadísima audiencia, que recibió el regalo con gran alboroto.
Y de repente, en apenas unos instantes, cuando los 80.000 asistentes estaban literalmente empapados en agua y sudor, unas nubes gruesas y pesadas cubrieron el cielo y en escasísimos segundos se levantó un viento fortísimo, un auténtico vendaval que amenazaba con echar abajo las enormes telas de colores que cubrían las gigantescas torres de altavoces a ambos lados del escenario. El brusco cambio de temperatura retrajo a todos los asistentes, que súbitamente se encontraron con la ropa empapada y azotados por el viento. La tormenta no tardó en estallar, truenos y relámpagos incluidos. Y ese fue precisamente el momento escogido por el grupo para saltar al escenario.
Parecía que todo estaba previsto, incluso el concierto comenzó con unos minutos de retraso. Y en el preciso momento en que los músicos subieron a escena se produjo un instante para el recuerdo. Visto desde una grada lateral muy cercana al escenario, cuando los Rolling Stones salieron, los no menos de 40.000 espectadores que cubrían el césped se levantaron al unísono y dieron, todos a la vez, dos pasos hacia adelante mientras un atronador rugido puso millones de pelos de punta. Fue como si todo el público fuera uno. La enorme masa de gente actuó sincronizada produciendo un efecto escalofriante, imborrable.
A la salida, quienes allí estuvieron se sintieron afortunados al darse cuenta de que habían asistido a un momento irrepetible, algo para contar, una de esas cosas de las que uno se vanagloria: “Yo estuve allí en aquel momento”, ese momento inolvidable, emocionante, excitante, único, ese momento en el que muchos miles de personas se olvidaron de todo lo físico y, como en un éxtasis colectivo, reaccionaron movidos por una común e irresistible atracción.
¿El concierto en sí? Muy bueno, con muchos de los grandes clásicos de la banda, incluyendo el ‘Satisfaction’, que Jagger cantó envuelto en la bandera española. Todo ello produjo un recuerdo muy potente.
CARLOS DEL RIEGO