Cuarenta años van desde entonces
Era domingo y la primavera ya se anunciaba.
En el Nacional se exhibía una película mexicana filmada en los estudios Churubusco.
Las calles de Iquique estaban todas pintadas:
Alessandri, Tomic y Allende.
Uno solo debía ganar.
Hablo del 70.
Entonces el Quilapayún competía con Led Zeppelin.
El Che había muerto hace un par de años,
al igual que Jimmy Hendrix:
ambos de sobredosis.
El primero de ideología
y el segundo, ya sabemos de que…
El Don Sata le puso la música a los adolescentes de esa época:
Las lolas encarnaban a la “American Woman”
La Bati, la Menry, la Marcia y tantas otras olían a jazmín.
Teníamos entonces 16 años
y un futuro por delante.
La revolución en Libertad de Frei
nos había dejado con un gusto a poco.
Y el ejemplo de Vietnam ofrecía multiplicarse
La otra, la revolución con vino tinto y empanadas
prometía…
Leíamos “Pekín Informa”
a Lenin y escuchábamos a Lennon
y tres años después entenderíamos eso del izquierdismo como enfermedad infantil
La cara de Mao
era la misma que la del chino de la esquina.
El barrio aún tenía veredas de maderas
y una cancha de básquetbol que era nuestra
o al menos así creíamos
o así nos habían hecho creer.
Cuando la tarde cayó de bruces
sobre la plaza Condell
se armó un escenario
en pleno frontis de la Ilustre Municipalidad
Soria ya era realidad…
los corredores bio-oceánicos un sueño
(y Ramón Pérez, ¿por quién habrá votado Ramón?
Dicen que Valverde no durmió esa noche).
El chico Coloma bailó una cueca que daba gusto…
Zapateaba como desaforado, sus bigotes sonreían…
Eloy Ramírez y Romilio Jiménez
sellaban la unidad en un abrazo compañero y masculino.
Mi abuelo negro
se fumó un “Liberty” como condenado,
el último quizás,
después se cambió al “Cabaña”.
“Hasta el fumar es ideológico” me decía.
Lo demás es historia conocida.
Bernardo Guerrero J