La cuarta morada marca un cambio cualitativo en la relación con Dios, que ya no estará basada en el deber ser, ni en los razonamientos o los méritos personales, sino en el amor. Dios regala a la persona muestras claras de su amor y le ensancha el corazón.
– Claudia Morales Cueto
A santa Teresa la contemplación de la naturaleza la llevaba a orar. En las cuartas moradas estamos invitados a “salir dentro”, pues por medio de metáforas del agua e imágenes pastoriles, nos describe cómo Dios va mostrando su amor al orante, para enseñarlo a amar. Como lo dijimos en la primera morada, el castillo interior no es un palacio, sino una fortaleza, es decir, una ciudadela para la defensa, en la que es muy importante el abastecimiento de agua, ya sea por medio de tuberías (arcaduces, dice santa Teresa) o por medio de manatiales. Hoy visitaremos esas fuentes de agua y los jardines de nuestro castillo.
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Las cuartas moradas son como una bisagra en el libro. Las primeras tres moradas son ascéticas, es decir, la determinación y el esfuerzo del orante son muy importantes. Las últimas tres moradas son místicas, es decir, el orante recibe gratuitamente las muestras del amor de Dios. En el primer capítulo de la cuarta morada, santa Teresa nos enseña que:
“Da el Señor cuando quiere y como quiere y a quien quiere, como bienes suyos, que no hace agravio a nadie”. (4M1,2)
Dios nos regala todo, comenzando por la vida. A cada uno le da lo que le conviene, tiene cuidado de todos. Cada uno tiene un camino único hacia Dios, así que no comparemos nuestra experiencia, ni deseemos lo que otros tienen. En la cuarta morada comprendemos que Dios es infinita abundancia de amor y que lo extiende a todos.
Los contentos y los gustos
En las terceras moradas, santa Teresa comenzó a explicar la diferencia entre contentos y gustos en la oración. En el libro de la Vida nos cuenta que sus primeros maestros de oración fueron los libros, por eso ella entiende al principiante en la oración y trata de ayudarlo en sus dudas. Los contentos de la oración son las pequeñas satisfacciones que tenemos cuando preparamos nuestro momento de oración, leemos el evangelio, nos concentramos para escuchar a Dios en nuestro interior y, al terminar la oración, nos sentimos complacidos por la experiencia. Dice santa Teresa que los contentos aprietan el corazón porque nos da miedo perderlos.
Los gustos en la oración son regalos de Dios, es decir, son gratuitos y no podemos provocarlos ni causarlos. Ocurren sin planearlos, sin tener que estar necesariamente orando. Dios pasa por nuestra vida y deja una muestra clara de su presencia. Al contrario de los contentos, los gustos ensanchan el corazón.
No se trata de pensar mucho
Los seres humanos valoramos mucho la capacidad intelectual. Sin embargo, para crecer en la relación con Dios y con los demás no es suficiente ser listo o razonar bien. Santa Teresa nos dice que:
“Para aprovechar mucho este camino y subir a las moradas que deseamos, no está la cosa en pensar mucho, sino en amar mucho, y así lo que más os llevare a amar, eso haced”. (4M1,7)
La oración, como relación de amistad –amor profunda, no requiere de grandes saberes o estudios o de tener una imaginación muy viva, sino del trato frecuente y de la disposición a tener presente la voluntad del Amado en todo momento.
Todos los seres humanos somos capaces de recibir y de dar amor, todos somos capaces de relación, aunque seamos más o menos inteligentes, recién nacidos o muy ancianos, hombres o mujeres, laicos o religiosos. La verdadera oración ordena todos los deseos, todos los quereres, toda la voluntad, hacia Dios. De esta manera la persona puede amar más y mejor al prójimo, porque logra liberarse del egocentrismo y de las relaciones dependientes o codependientes.
Orar es vivir con el corazón dispuesto
Para que no nos queden dudas, santa Teresa nos explica que amar no se trata de sentir bonito, como el amor romántico que nos muestran en las novelas o películas, sino de determinarnos a hacer lo que es del agrado de Dios, favorecer la paz, ser bondadoso con los demás, amarlos y evitar el pecado.
“Quizá no sabemos qué es amar, y no me espantaré mucho; porque no está en el mayor gusto, sino en la mayor determinación de desear contentar en todo a Dios y procurar, en cuanto pudiéremos, no le ofender…”. (4M1,7)
Cómo manejar las distracciones
El cerebro humano está siempre alerta de lo que sucede a su alrededor y las distracciones son muy naturales. Para santa Teresa el camino de la oración debe recorrerse siempre con suavidad. Aunque nos distraigamos, lo importante es cuidar las “señales del amor”, tomar decisiones buscando el bien de la comunidad, ser generoso y compartido.
“Estas son las señales del amor, y no penséis que está la cosa en no pensar otra cosa, y que si os divertís un poco va todo perdido”. (4M1,7)
Más adelante, en el tercer capítulo, aconseja que si nos distraemos recordemos que estamos delante de Dios. Podríamos seguir el consejo que da en el capítulo 13 del libro de la Vida: “¡Mira que te mira!”, poner atención en su presencia y su mirada aceptante, amorosa, y dejarnos mirar por Él.
“… sin ninguna fuerza ni ruido procure atajar el discurrir del entendimiento, mas no suspenderle ni el pensamiento, sino que es bien que se acuerde que está delante de este Dios y quién es este Dios”. (4M3, 7)
La oración en la cuarta morada no requiere de muchos gestos o muchas palabras, sino de sabernos en presencia de Dios y abrazarnos a Él: “Dejarle y dejarse en los brazos del amor”. Dios nos enseñará lo que debemos hacer, que “casi todo es hallarse indigna de tanto bien” (4M3,8). Nosotros podemos alabarlo y agradecerle.
Las dos pilas de agua
En sus libros, santa Teresa emplea el agua como símbolo de la gracia. Nuestra vida espiritual requiere de ella, como la vida física requiere del agua. Nadie puede fabricar agua, sino que es un regalo de Dios, como la gracia. Podemos, eso sí, entubarla, embotellarla, transportarla. En esta morada santa Teresa dice que hay dos pilas o depósitos de agua: uno se llena con agua que se trae de lejos, por medio de acueductos, araduces o tuberías; la otra pila o depósito está encima del manantial mismo, por lo que no se requieren obras de ingeniería ni esfuerzo para que se llene.
La oración de recogimiento
Es como la pila de agua que se llena con esfuerzo y obras de ingeniería. El orante se esfuerza para buscar el mejor momento para orar, va estableciendo buenos hábitos. Requiere un esfuerzo psicofísico para encerrarse en él mismo, para autorregularse. Los métodos que usamos para usar en la oración, como concentrarnos en la respiración, la contemplación de la naturaleza, la lectura del evangelio, el sentarnos o hincarnos, son como las obras de ingeniería que ayudan a que recibamos el agua de la gracia.
La oración de quietud
Es puro regalo de Dios, nace en el manantial interior del alma y de ahí fluye hacia la mente y el cuerpo. Es un don místico que se obtiene sin buscarlo y que no podemos provocar. Por medio de esta oración en la que la persona reposa en Dios, Él le ensancha el corazón y le enseña a amar más y mejor. Tiene los siguientes efectos en la persona:
- “Un dilatamiento o ensanchamiento del corazón”, como cuando estamos enamorados.
- Dios ”habilita y va disponiendo (al alma) para que quepa todo en ella”.
- La persona tiene temor de ofender a Dios, no por miedo, sino por distanciarse de Él.
- La fe está más viva.
- Ha probado los gustos de Dios y ya no le satisfacen los del mundo
- En todas las virtudes queda mejorada y no dejará de ir creciendo si no torna atrás.
El buen pastor
En esta morada santa Teresa nos presenta a Jesús como el buen pastor, siempre pendiente del cuidado de sus ovejas. Cuando ve que el orante que ya ha llegado a estas moradas del descanso “se ha ido fuera y anda con gente extraña, enemiga del bien de este castillo” …“Por su gran misericordia quiérelos tornar a Él, y como buen pastor con un silbo tan suave, que aún casi ellos mismos no le entienden, hace que conozcan su voz y que no anden tan perdidos, sino que tornen a su morada” (4M3,2). Solo conocemos la voz y los silbos de las personas que son cercanas. El silbo de Jesús lleva a la persona de regreso al castillo, para que no ande perdida. Dice santa Teresa que este llamado es suave, pero tiene fuerza, “siéntese notablemente como un encogimiento suave a lo interior” (4M3,3).
Santa Teresa termina diciendo:
“Me he alargado mucho en esta morada, porque es en la que más almas creo que entran”. (4M3,14)
Esta morada es muy rica y esta explicación solo muestra los puntos principales.Te invitamos a descargar y leer el libro de Las Moradas, para que puedas comprender y disfrutar su riqueza.
Orientaciones bíblicas
- Lucas 18, 9-14. El Publicano orante en profunda humildad.
- Éxodo 3, 1-5. Moisés va más allá y llega a la tierra sagrada.
- Mateo 20, 1-16. Esta gracia del amor de Dios se da a quien quiere y cuando más descuidada esta la persona, si nos disponemos para recibir el don que sólo pasa por el camino de la humildad.
- Juan 10, 1-16. Silbo del Pastor.
- Salmo 119 (118), 32. Esta gracia del amor de Dios ensancha nuestro corazón.
- Lucas 9, 28-36. Pedro en el Tabor.
- Lucas 2, 25-32. Simeón contemplativo y profeta.
- Jeremías 20, 7-13. Seducido por el fuego abrasador.
Recursos
- Escucha el audio de la clase de las cuartas moradas.
- Mira el video de las cuartas moradas.
- Descubre cómo santa Teresa pudo citar la Biblia, si en su época las mujeres no podían tener una.
- Conoce los símbolos del castillo interior.
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