Acababa de llegar a Pamplona de Orio, Guipúzcoa, el día anterior y esa noche había terminado El taller de los libros prohibidos, de Eduardo Roca, el libro que me había llevado a la playa. Me acerqué hasta los tres últimos libros de la colección del diario Público de Manuel Vázquez Montalbán y me decanté por Cuarteto, porque era el más corto.
Esta es la sinopsis del libro que, en un principio, me llamó mucho la atención. Manuel Vázquez Montalbán utiliza los recursos del género policíaco para componer una novela corta, densa y trepidante, cuyo hilo conductor descansa en la fascinante y esquinada personalidad de sus personajes: el inspector Dávila, Carlota, Germán, Luis... Cuarteto es un divertimento, un juego de espejos deformantes donde las apariencias, aunque engañen, son lo más sólido que existe.Corta y densa, desde luego sí que es esta novela, pero lo de trepidante yo no lo he encontrado por ninguna parte. Todo lo contrario. Me ha resultado lenta, aburrida, en ningún momento he conseguido meterme en la historia ni engancharme a la trama. Menos mal que sólo eran 91 páginas. El narrador de esta historia es Germán Ventós, un observador que, desde fuera, analiza el pasado y el presente de sus cuatro amigos, a los que conoció en Luxor en 1977. Un cuarteto formado por dos matrimonios. El de Luis y Carlota y el de Pepa y Esteban, al que todos llaman por su apellido, Modolell. Estos cinco amigos se dedican a disfrutar de los placeres de la vida, a huir de las preocupaciones y los problemas viajando continuamente por todo el mundo. Pero todo cambia cuando Carlota aparece asesinada en la piscina de su chalé. Dos son los sospechosos, su marido, Luis, y su supuesto amante, Modolell. Sin embargo, en esta historia nada es lo que parece y las apariencias engañan mucho, demasiado. Precisamente esto es lo único que me ha animado a seguir leyendo y terminar el libro, descubrir quién era el asesino de Carlota. Pero Cuarteto no es una novela negra al uso, no tiene tensión, ni intriga, ni mucho menos un ritmo trepidante que te atrape y te obligue a seguir leyendo desde el principio hasta el final. Aquí no hay nada de eso, o al menos yo no he sabido encontrarlo. Por el contrario, esta es una historia de personajes, de historias, vidas, pasados y presentes entrecruzados, de mentiras, falsedades, hipocresías y engaños. De apariencias que no son lo que aparecen, de dobles vidas. De un juego en el que cada uno desempeña fielmente el papel que le han encomendado, aunque no le guste. Cada uno hace lo que tiene que hacer y punto. Le guste o no. Porque si no, el cuarteto ya no sonaría igual.
Pero el cuarteto se rompe porque Carlota era el centro, lo más importante, lo único que los unía, a ellos cuatro y a Germán Ventós, como muy bien sabe Dávila, el inspector que los interroga, los acosa y los incrimina una y otra vez para intentar averiguar quién de ellos es el asesino.Este descubrimiento, el final de la novela, sorprendente e inesperado, al menos para mí, ha sido lo mejor de todo y, prácticamente, lo único que se salva de esta historia en la que el protagonista se convierte en un peculiar director de un cuarteto muy especial.