El cuarto mundo y su papel como indicador de la sociabilidad del espacio público, el ejemplo de la zona centro de Madrid
Sobre los Cuartos Mundos:
La peor pobreza, la más dura, es la pobreza de relaciones (Alain Touraine).
Si hay algo que caracterice a las personas que componen los cuartos mundos es el aislamiento respecto de las redes sociales que componen su entorno. Este aislamiento es, en la gran mayoría de las ocasiones, la causa de la llegada a la calle de muchas personas (y no su efecto como se tiende a pensar). La estancia prolongada en la calle es lo que lleva a la cronificación, a las drogodependencias y a la destrucción de la entidad.
Existen muchas definiciones de Cuartos Mundos, pero todas coinciden en que son situaciones de extrema marginalidad que se producen en el seno del Primer Mundo, especialmente en las grandes ciudades. En primer lugar, es importante destacar el plural con el que denominamos las situaciones de extrema marginalidad: “Cuartos Mundos”, es una forma explícita de mostrar la heterogeneidad y variedad que presenta el mundo de la exclusión en una sociedad desarrollada como la nuestra. Partimos del reconocimiento de la exclusión de muchas realidades que, estrictamente hablando, forman parte de la marginación social en Madrid. Una publicación del Consejo de la Juventud de España (2003) definía la exclusión social como ‘un fenómeno que conjuga una serie de factores endógenos (sexo, edad, raza…) y exógenos (extracto social, cultural, económico…) que dificultan o impiden el desarrollo integral del individuo’.
La ciudad no puede ser aislada del tejido social que aloja
Pocas veces se tiene en cuenta un colectivo marginal a la hora de diseñar un espacio urbano, de programar la ausencia o la disposición de un banco o una fuente, la posibilidad de resguardarse a la sombra o protegerse de la lluvia… algunos de estos detalles pueden resultar anecdóticos en nuestra cotidianeidad, pero afectan profundamente al día a día de colectivos más vulnerables: ancianos, niños, minusválidos o personas sin hogar, son grupos sobre los que los cambios en la ciudad repercuten con fuerza.
Las personas sin hogar hacen un uso intenso de la ciudad: comer, estar, trabajar, dormir,…todas sus actividades se realizan dentro del marco urbano, pasando casi la totalidad de su tiempo al aire libre exprimiendo las posibilidades que les sofrece su entorno y creando situaciones nuevas cuando lo existente no es suficiente. Es por eso que creemos que el colectivo de personas sin hogar son expertos testeadores del espacio público, detectores de las posibilidades del diseño urbano y claros indicadores de hacia donde van las políticas del nuevo urbanismo.
Usuarios intensivos de la ciudad, zoom al mobiliario urbano
Hasta el momento los estudios que se han hecho en este sentido se han centrado en la arquitectura que envuelve a los servicios, organizaciones e instituciones, que trabajan con estos sectores de la población. Pero hay una carencia de estudios sobre el espacio público, el escenario común de los “cuartos mundos”.
En esta ocasión dejaremos de lado por un momento la situación global de los servicios de la ciudad (relaciones entre equipamientos, distancias, flujos, áreas de influencia, etc.) y el estudio local de los espacios que la conforman (parques, plazas, calles, …) para hacer un zoom cercano, a escala objetual, centrándonos en los elementos físicos que componen esos espacios; yendo desde el mobiliario urbano diseñado por los actores que intervienen en la ciudad hasta las propuestas que se desprenden de los usuarios.
Tomando estas premisas y atendiendo a su relación directa con las personas que viven en la calle podemos ver tres tipos de catálogo:
- Mobiliario urbano:
Catálogo de elementos diseñados para favorecer la estancia en el espacio público
- Usos ciudadanos:
Catálogo de usos que reflejan carencias en la ciudad
- Mecanismos de agresión:
Catálogo de elementos diseñados para impedir la estancia en el espacio público
A primera vista sorprende el carácter individual y el uso restrictivo del mobiliario urbano de nueva creación. Las diferencias entre los bancos aislados o fraccionados con los casi desaparecidos modelos de mesa de ajedrez con asientos es notable, tanto en confort como en flexibilidad y posibilidad de uso. El mobiliario actual reduce de forma drástica estas características produciendo espacios donde se dificulta la interacción.
Esta situación se acentúa en las zonas de tradición turística o de consumo, donde se ha llegado a suprimir directamente el mobiliario urbano.
Por su parte la mayoría de los mecanismos de agresión son utilizados como medios de control: cámaras de vigilancia, vallas, bolardos, pinchos, el riego de zonas verdes o plazas a ciertas horas…impiden el acceso o la estancia prolongada en un mismo lugar. Se obliga al usuario a desplazarse y se acotan las posibilidades y el tiempo de uso. Si prestamos atención nos daremos cuenta de que la mayoría de las soluciones propuestas por la ciudad expulsan al usuario de su hábitat
natural: el espacio público.
Los usuarios intensivos se rebelan contra estas situaciones y reutilizan el espacio acondicionándolo para funciones “que ya no existen”, así encontramos bancos desplazados y colocados unos enfrente de otros, cartones extendidos sobre pavimento duro donde jugar sin lastimarse, maceteros improvisados como mesas o asientos, ventiladores donde estar caliente en invierno, respiradores donde recibir viento en verano, estrategias para guardar los enseres personales en un lugar seguro… Y
esto son solo unos ejemplos superficiales de cómo el usuario reclama un espacio y un mobiliario urbano que no responde a la oferta que se está realizando.
A sí mismo de todas estas iniciativas se desprende que la flexibilidad es una característica importante, diseñar mecanismos que permitan usos variados en un mismo espacio, evitar la zonificación y dar al usuario mas poder de intervención sobre su entorno para adaptarlo a necesidades múltiples y específicas: leer solo, conversar con amigos, sentarse a descansar mientras ve como juega su nieto, jugar al ajedrez al sol o comer bajo una sombra…
Cuartos mundos: una alarma de futuro
El problema del cuarto mundo es un problema marginal, residual y extremo, es un problema demasiado alejado de los planteamientos teóricos de la ciudad, de los preceptos que rigen las reglas y los conceptos del urbanismo, la arquitectura o la política. En definitiva, pertenece a un ámbito demasiado residual comparado con la globalidad de los factores
que influyen en la ciudad como para que los urbanistas o los arquitectos
lo tengan en cuenta en sus diseños o en sus think tank…
Pero es una clara señal de advertencia, una alarma. Es en estos casos tan extremos donde se puede percibir con más claridad los puntos débiles de la ciudad. Si se mete el dedo en la llaga, se aprieta bien fuerte (o se profundiza en el tema) encontraremos directamente múltiples factores, múltiples carencias que nos afectan directa o indirectamente al resto de los usufructuarios de la ciudad.
Los sin techo y sin hogar en general hacen un uso extremo de la ciudad, la ciudad es su casa y cualquier modificación que se realice en ella, tanto formal como funcional, repercute directamente en su día a día. Los cambios que al resto nos van afectando poco a poco y de una forma mucho más sutil son un terremoto en su cotidianeidad.
Estamos caminando hacia una desocialización de la ciudad, a una despoblación de la calle, a un éxodo del espacio público al privado. Los bancos individuales, los pinchos en los bordes de las fuentes y monumentos, la desaparición de fuentes para beber, de zonas sombreadas, etc., están distorsionando la vida publica y convierten la calle en un elemento cada vez más hostil para aquel que no está de paso, para el que espera, para el que quiere descansar un rato o perder el tiempo tomando el sol o hablando con unos amigos en una plaza.
Así pues, las personas sin hogar no son un referente en nuestro urbanismo pero son un grito evidente de hacia donde nos dirigimos. En su conducta podemos apreciar las carencias y las soluciones. Allí donde un usuario intensivo pone una solución provisional allí hay un problema y una respuesta. Sólo necesitamos prestar atención, extrapolar y repensar de forma imaginativa.
Escrito por Juan López-Aranguren para Ecosistema Urbano en La Ciudad Viva.
Textos, imágenes y comentarios rescatados de una beca de investigación hecha hace ya muchos años por Juan López-Aranguren y Rubén Lorenzo dos pipiolos que en aquella época estudiaban arquitectura en la escuela de Madrid.
Cuartos Mundos también es un libro de Amaya de Miguel y Rocío Gracia:
El libro trata de la reapropiación del espacio urbano desde la perspectiva de los sin hogar, considerando las particularidades de su relación con el espacio público de forma diferenciada, su relación con el Primer Mundo, y la incapacidad de la sociedad para integrar a estos individuos.
Para la ONG Médicos del Mundo, Cuartos Mundos son aquellas situaciones de extrema marginalidad debidas a una merma o una carencia en las condiciones de dignidad y derechos de cualquier individuo. Los artistas Lara Almárcegui, Antoni Abad, Matías Costa, Shole Hejazi, Juan López-Aranguren, Rubén Lorenzo y Fernando Menéndez con vídeo, fotografía, net-art y proyectos en proceso han reinterpretado un estudio antropológico sobre la marginalidad en Madrid. Más info: www.actar-d.com